Roberto Eduardo Wolfenson Band, ingeniero, 71 años, con trabajo en la industria del litio, residente en el country La Delfina, le había pedido a su empleada doméstica que, antes de irse, dejara arreglada una habitación de huéspedes, porque vendría una visita. A las pocas horas, Wolfenson fue encontrado muerto. Ahora, los investigadores buscan al misterioso visitante; porque trabajan sobre la teoría de que esa persona efectivamente llegó, y, por algún motivo que todavía se desconoce, ahorcó al ingeniero.
El crimen del country tiene todas las características de un crimen de country. Desde el caso Belsunce para acá, se ha transformado en una especificidad en la historia del crimen argentino. Como María Marta García Belsunce, Wolfenson, ya muerto, fue declarado fallecido por causas naturales (sufría del corazón). Y tambien, profundizando la investigación, quedó demostrado que no, que había sido asesinado. En el caso del ingeniero, ahorcado, con un elemento fino y resistente, que, se estima, podría ser una tanza, de las que se usan en las bordeadoras para cortar el césped.
El misterioso visitante no tiene, todavía, entidad, ni, mucho menos, identidad. Pero la paciente búsqueda intenta determinar, entre relaciones y conocidos, alguna situación que lo ubique al menos en la cercanía del barrio cerrado. También se busca determinar con precisión qué es lo que falta, buscando alguna motivación material para cometer un crimen y después borrar todas las huellas.
El otro camino de la búsqueda de los investigadores es el peritaje sobre una sábana. Fue encontrada dentro de un lavarropas, ya lavada, y la empleada doméstica juró que ella había dejado vacío el electrodoméstico.
Un misterioso visitante; una tanza no encontrada; y una sábana en el lavarropas. Por ahora, los únicos indicios acerca de un crimen en la mejor tradición de crímenes en los countrys.