La causa conocida como la “Secta rusa de Bariloche” sumó un testimonio central que podría marcar un punto de inflexión en la investigación. Elena Makarova, señalada por la Fiscalía como presunta víctima de trata de personas, declaró en Cámara Gesell y negó de manera categórica haber sido explotada, manipulada o privada de su libertad durante su estadía en la ciudad rionegrina.
La declaración, se extendió durante varias horas y abordó su llegada a la Argentina, el embarazo, el parto y el trato recibido por organismos estatales y autoridades judiciales. Desde el inicio de su testimonio, Makarova fue contundente: “Yo vine a la Argentina para estar tranquila y dar a luz en un lugar seguro”.
Actualmente, la Fiscalía de Bariloche mantiene 21 personas imputadas por presunta trata de personas y reducción a la servidumbre con fines de explotación sexual, entre ellas Konstantin Rudnev, señalado como líder de una organización internacional y detenido con prisión preventiva.
Sin embargo, al ser consultada por Rudnev, Makarova fue directa: “No, no lo conozco”, y aseguró que durante su estadía en Bariloche vivió acompañada por una amiga, se trasladó con libertad y nunca fue condicionada por terceros. La joven explicó que llegó al país en enero de 2025, embarazada y tras haber atravesado una relación violenta en Rusia. Dijo que eligió Bariloche por recomendación de conocidos y por la tranquilidad del lugar, con la idea de tener a su bebé y regresar a su país pocas semanas después, plan que —según remarcó— nunca fue modificado por nadie.
Uno de los ejes reiterados de su relato fue la barrera idiomática. Makarova señaló que no habla español ni inglés y que dependía completamente de traductores para comunicarse con médicos y autoridades. En ese marco, mencionó a Svetlana Komkova, traductora a la que describió como una persona de apoyo, y a Nadezhda Belyakova (Angelina), hoy imputada, quien la asistió durante su estadía.
El momento del parto ocupó un tramo central del testimonio. Makarova relató que inicialmente se negó a una inducción porque deseaba un parto natural, pero que finalmente fue sometida a una cesárea tras advertencias médicas sobre posibles riesgos.
Según describió, luego de la cirugía experimentó un estado de extrema debilidad, pérdida de sangre y desorientación. “No sentía las piernas, me dormía y me despertaba”, recordó, y aseguró que no comprendía lo que sucedía a su alrededor porque las explicaciones eran en español y sin traducción adecuada.
En ese contexto, denunció un episodio que considera grave: una mujer ingresó a su habitación y le quitó el teléfono celular sin explicaciones. Poco después, relató, llegaron policías que intentaron comunicarse con ella mediante un traductor de Google que no funcionaba correctamente. “No había comunicación”, insistió.
Tras el alta médica, Makarova fue alojada en refugios estatales, donde describió un escenario de aislamiento, restricciones y precariedad. Dijo que no tenía teléfono propio, que la comunicación con su madre era mínima y que pasó largos períodos sin salir al exterior. “Sin hablar con mi mamá, me siento mal”, expresó, y agregó: “No vimos la luz del sol durante más de un mes”.
También relató las dificultades para cuidar a su hijo recién nacido: falta de insumos básicos, ropa lavada a mano y comida fría por no poder soltar al bebé. A esto se sumaron episodios de ansiedad constante: “Si no escucho su respiración, me asusto y voy a ver si está vivo”.
En relación con la documentación, explicó que solo contaba con la partida de nacimiento del niño y denunció errores en la inscripción del apellido en el Hospital Zonal Ramón Carrillo, atribuidos a diferencias culturales y lingüísticas. “En Rusia se van a reír”, dijo al explicar por qué pidió corregir una letra del apellido.
Al cierre de su declaración, Makarova expresó su pedido principal: “Yo quiero volver a casa”. Solicitó la devolución de sus documentos, su teléfono y la autorización para regresar a Rusia con su hijo, donde actualmente ya se encuentra residiendo.
Además, presentó una querella penal y una recusación formal contra los fiscales Tomás Labal, Gustavo Revora y Rodrigo Treviranus, a quienes acusó de actuar sin objetividad, impedir su defensa y someterla a maltrato institucional. También apuntó contra profesionales del Hospital Zonal Ramón Carrillo, donde transitó el final del embarazo y dio a luz bajo custodia.
De esta manera, Elena Makarova sostuvo ante la Justicia que “no es víctima de nada ni de nadie”, contradijo de forma directa la hipótesis fiscal y dejó planteadas serias denuncias sobre el accionar institucional en una de las causas más sensibles y resonantes de los últimos tiempos en Bariloche.
FUENTE: Noticias Argentinas.-