HISTORIAS COTIDIANAS
El enfermero que "me tiró onda" en el Policlínico
Me dolía la cabeza… Siempre me duele la cabeza. Estrés o falta de descanso, lo típico supuse. Sin embargo, hace una semana que me dolía más de lo normal y este lunes, ya era insoportable. Tuve que retirarme del trabajo después de decidir ir a la guardia. Mi papá y mis amigos ya me generaban más dolor insistiendo todos los días con que hiciera algo al respecto.
-"¿Castro Rendón?” – Pensé – "Seguro está llenísimo. Voy al Policlínico”.
Dos horas de espera y decidí quedarme de todas formas. Y ahí estaba, el enfermero que me miraba mientras yo estaba sentada con la peor de mis caras.
Finalmente me llamaron por mi apellido. Pasé una de las puertas y en el trayecto seguía su mirada fija, aunque no me daba miedo porque era sutil. Simplemente observador y detallista.
Una inyección para aliviar mi malestar y algunas recomendaciones para los próximos días iban a ser suficiente para que pudiera seguir mi rutina. Y eso hice… Pasé a enfermería. Hice un escándalo por la inyección y lo sé… "mala mía, mil disculpas”.
-"Dejá de quejarte nena… hacete mujer. Es un pinchazo” – Me dijo una de las enfermeras.
-"Bueno che, perdón. Me da impresión… Ya sé, re boluda” – Le respondí y ahí nomás… Pinchazo y puteada.
Pasé a la sala en la que estaban los nebulizadores porque tenían que darme oxígeno. En ese trayecto también estaba el enfermero y esta vez le devolví la mirada, un poco desconcertada de mi parte. Me sonrió y siguió su camino. Una vez que terminé tenía que ir a recepción para que volviera a verme la doctora.
"En un ratito te vuelven a llamar por tu apellido”, me aseguraron. Así que me senté de nuevo y le dije a mi amigo que se fuera porque yo iba a estar bien. Ya me sentía mejor de hecho. La medicación estaba haciendo efecto y se me notaba en la cara, según me dijeron.
Levanté la cabeza después de responder los mensajes de whatsapp. Estaba sentada justo en frente a la ventanilla de la recepción y ahí estaba el enfermero… Mirando fijo. Me intimidó pero también lo quedé mirando. Se empezó a reír y yo también.
Mi risa supongo que era nerviosa y al mismo tiempo porque no entendía qué estaba pasando… Hasta que me guiñó el ojo. Largué carcajada porque no podía creer lo que había visto y los demás pacientes me callaron con sus miradas.
Agarré el celular de nuevo para evitarlo pero fue intento fallido. No tenía batería. Miraba para todos lados pero lo sentía a él muy presente. Ya estaba más que incómoda pero creo que no se daba cuenta porque yo seguía riéndome.
Volví a mirarlo y me hizo una seña que expresaba: "Vos, yo, hablar”. Ahí sí me quedé seria y lo seguí mirando fijo, hasta que me tiró un beso… ¡¡¡¡Y nadie lo veía!!!!
Sacó un cigarrillo y mientras se dirigía hacia afuera, me volvió a guiñar un ojo. Me llamaron por mi apellido de nuevo y cuando me paré, él retrocedió e ingresó por el mismo pasillo que yo. Sabía que no iba a hacerme algo malo… Sus gestos no eran agresivos, pero lo único que pensaba yo en ese momento era: "Menos mal que él no me tuvo que dar el pinchazo en la cola… ¡Qué atrevido!”.
Algo que te pasa a vos y a mí. Realidades que vivimos en Neuquén City.