Conflicto con los taxistas

Dialogar está bueno, pero mejor es modificar lo que está mal

La ineficacia en la resolución real de conflictos se evidencia después del atentado contra Sánchez.
domingo, 14 de julio de 2019 · 18:14

Es muy interesante la diversidad de enfoques que admite la reacción de taxistas después del bárbaro atentado recibido por uno de ellos, Pablo Sánchez, todavía grave internado en el hospital Castro Rendón; pero mientras se hila fino en cuestiones políticas, de seguridad, y hasta sociales, lo concreto es que –una vez más- ha quedado desprotegido el ciudadano común.

El ciudadano común, les cuento, es el que participa de “la mayoría”, esa entidad abstracta que solo se tiene en cuenta para las elecciones o las estadísticas.

El miembro/a de la mayoría no ha podido, en este fin de semana de invierno, acceder a lugares tan obvios de libre acceso como la Estación Terminal de Neuquén (ETON), por ejemplo. No ha podido, tampoco, atravesar con tranquilidad y a la hora que quisiera el puente entre Neuquén y Cipolletti. Los lugares bloqueados por los taxistas, son, curiosamente, aquellos por los que pasa el ciudadano común, ese de “la mayoría”, entre otras cosas, principal sostén de la propia actividad económica de los taxistas.

Muchos taxistas no estuvieron de acuerdo con las medidas “ultra” adoptadas por otro. Las organizaciones que los representan, quedaron en evidencia como flanes corporativos de dudosa eficacia; el gobierno que representa a todos (taxistas y usuarios de taxi, ciudadanos comunes y no tanto) ha quedado nuevamente enarbolando la gastada bandera del “diálogo”, que se torna inútil cuando no hay con quién dialogar; y el servicio del transporte, vital para cualquier ciudad, se ha resentido de una manera increíble.

Si lo que se pone como objetivo y reivindicación de una protesta, es una utopía –la plena seguridad, la seguridad con garantía, lo es- es muy posible que no se consiga nada. Es lo que ha pasado antes, con ejemplos tenebrosamente cercanos a lo sucedido con Pablo Sánchez. Esas protestas fueron similares o más fuertes que las de ahora, para derivar después en un show de adelantos técnicos que han demostrado, igualmente, su ineficacia en lo que hace a garantizar la “seguridad total”, que, insisto, es una utopía.

Dialogar es importante, pero también, de Perogrullo. Es obvio que hay que dialogar. No quiere decir esto que el diálogo lleve consigo la solución. Yo me pongo a hablar con mis lectores, mis oyentes, y hablo, comparto opiniones, discrepo, estoy de acuerdo, y sin embargo, no arreglamos nada. Quien está en el gobierno debe saber que el diálogo es un elemento más de un conjunto de cuestiones a tomar en cuenta, entre las que deben estar las ideas que se tornen realidades concretas, que consigan modificar esa realidad que se cuestiona.

Si no, pasaremos la vida hablando inútilmente.

Rubén Boggi

 

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