Valentina, la niña-mujer que nos pide Justicia

Valentina tendrá 11 años para siempre. Convoca a cientos de personas pidiendo Justicia por las calles de Neuquén. Lo hace desde un cartel con una fotografía que posteó en sus redes sociales y donde se la ve feliz. Le arrancaron su vida y sus sueños, producto de una posible “negligencia médica” en una clínica privada de la ciudad.

La niña -mujer comenzó con dolores abdominales, sus padres durante cuatro días la llevaron a la guardia pero nunca les dieron una respuesta certera de lo que estaba pasando. El 24 de marzo su cuerpo dijo basta, entró en un shock séptico, estuvo en terapia intensiva y falleció. La autopsia reveló que el causal de su deceso fue producto de una peritonitis.

Valentina nació un sábado 8 de enero de 2011 y como toda capricorniana era rebelde, por eso su llegada se hizo esperar. Su mamá, Tatiana, recuerda ese día como si fuera hoy: “luego de varias horas de trabajo de parto, le hicieron una cesárea en un día de 42 grados de calor, porque Valen no nacía”. Desde que llegó a este mundo, siempre estuvo rodeada de amigos, tíos postizos y de sus abuelos que también la criaron como si fuera su propia hija.

La niña-mujer sigue estando presente en cada uno de nosotros, en los recuerdos de su mamá y su papá  y sin dudas ellos se aferran a eso. Ella ya no está físicamente y sienten que alguien les arrebató su vida.  Valentina era alegre irradiaba luz, era alta y ya se estaba convirtiendo en toda una mujer.

Vivía con su mamá y su hermana Renata de 6 años, sus padres están separados, pero su papá estaba todos los días junto a ella. Compartían el fanatismo por las bandas de rock, iban a ver covers y cantaban las canciones de Queen y los Beatles.

Se levantaba todos los días a las 7am para ir a la escuela N° 298 donde estudiaba, con una sonrisa, bailando y cantando las canciones de Staray Kids, Ateez, Black Pink y TXT, las bandas coreanas de las cuales era fanática. Su mechón dorado en sus fotos nos revelan ese entusiasmo juvenil imposible de olvidar.

Compartía habitación con su hermana, pero como todo pre adolescente, la convirtió en su propio bunker. La llenó de dibujos, de posters de sus ídolos y  de sus cantantes favoritos; en la puerta todavía se mantiene el cartel de “No Pasar”, que ella misma colgó para mantener privacidad.

Con sus amigas del colegio había empezado a escribir una novela sobre un romance adolescente, que Tatiana sueña con publicar algún día. Era una artista, pasaba sus días escribiendo, cantando, bailando, dibujando y además tomaba clases de danza, guitarra y natación.

Era una niña libre, porque sus padres la criaron con la verdad y siempre decían que viviera con libertad. Además, amaba viajar con su papá, siempre que podían agarraban el auto y entre canción y canción,  recorrían la cordillera y Puerto Madryn, porque Valentina amaba el mar.

Hoy sus padres, familiares y amigos marchan desconsolados y en silencio por las calles de la ciudad, con su fotografía en la mano con la leyenda “Vamos a luchar hasta que se haga justicia”. Valentina los guía y por eso ellos siguen luchando, quieren que alguien se haga responsable porque están convencidos que lo que le pasó fue una negligencia.

Los restos de Valentina yacen en el cementerio local, pero el sueño de sus padres es poder llevarla a Puerto Madryn. Descansa querida valentina. Descansarás en el mar junto a tu ojo de tigre, porque justicia se hará.