¡Qué pronto nos llegó el martes 13 este año!

El refrán indica que no hay que casarse ni embarcarse en martes 13, porque la historia terminará, inexorablemente, mal. Los argentinos respetamos la tradición, la singularidad del día, pero al mismo tiempo, estamos vacunados contra el espanto. Este año, pleno de novedades políticas especiales, con una economía detonada y el poder adquisitivo inferior al que podría tener un mosquito famélico, el martes 13 cayó, en el almanaque, bien temprano, pues recién estamos en febrero, y el año, en pañales.

Los neuquinos y rionegrinos no escapan, por supuesto, a la fatalidad de las tradiciones de honda raigambre popular. El martes 13 es una de ellas, mal que nos pese, casi seguro. Dicen quienes saben algo de las cosas, que el origen de la superstición está vinculado especialmente con las religiones. Por ejemplo, en la cábala judía, son 13 los espíritus malignos; y la cifra se vincula, también, al carnero, la víctima elegida por Abraham para sacrificarle a Dios, con lo cual se la asocia con la muerte.

El cristianismo, fundamento de la principal religión en Argentina, tiene por supuesto malos augurios al respecto; ya que trece eran los invitados a la Última Cena;  también se cree que Jesús fue crucificado en un viernes 13. Para peor, en el Libro del Apocalipsis, el Anticristo aparece en el capítulo décimo tercero.

Si se tiene en cuenta que el presidente del país es "un poco" judío y "otro poco" católico, y que viene de visitar el muro de los lamentos y también al Papa en el Vaticano, no hay manera de errarle con los pronósticos: este martes 13 puede ser, realmente, muy bravo.