El gobernador de Río Negro, Alberto Weretilneck, llega a la Casa Rosada con un objetivo claro: abrir un canal directo con el flamante ministro del Interior, Diego Santilli, y reposicionar a la provincia en la nueva ecuación de poder que impulsa el presidente Javier Milei.
La cita tiene un valor político que excede la agenda formal. Weretilneck no estuvo en la reunión que Santilli mantuvo el fin de semana en Neuquén con Rolando Figueroa, su par y amigo. Prefirió esperar su turno y llegar con un encuentro propio, acompañado además por el jefe de Gabinete, Manuel Adorni.
El gesto no es menor: el mandatario rionegrino busca instalar la idea de autonomía frente a la agenda nacional, pero al mismo tiempo sabe que necesita recomponer vínculos para garantizar recursos y avales, ya sin representación en el Congreso como moneda de cambio.
La reunión se da en un contexto complejo. Tras el recambio legislativo, Juntos Somos Río Negro perdió representación en el Congreso nacional, lo que achica su margen de negociación. Sin embargo, Weretilneck conserva ascendencia territorial en una provincia por dónde pasarán los caños para exportar petróleo y gas de Vaca Muerta.
En la mesa con Santilli intentará hacer valer esos proyectos energéticos y el aval social que puede garantizar su gestión provincial. A cambio, el gobernador llega con urgencias concretas: el aval nacional para los instrumentos financieros que ya envió a la Legislatura, la asistencia por la tormenta de granizo que golpeó al Alto Valle y la inversión en las destruídas ruta Nacional 40 y ruta Nacional 151. Además de la definición por el traspaso a la provincia de la ruta Nacional 22 y la obra paralizada.
El encuentro con Santilli será, en definitiva, un test político. Servirá para medir hasta dónde el gobierno nacional está dispuesto a reconstruir un esquema federal real y si Río Negro puede hacerse escuchar en esa Buenos Aires que durante la campaña fue presentada como distante y desinteresada.