Mientras el Índice de Precios al Consumidor (IPC) marcó en abril un leve crecimiento en todo el país, los precios de los alquileres continúan disparándose muy por encima de la inflación. En un contexto de profunda incertidumbre económica, los inquilinos enfrentan aumentos que ya no pueden justificarse por los costos, sino por una especulación inmobiliaria cada vez más agresiva.
Basados en datos oficiales del INDEC, desde Inquilinos Agrupados hicieron un informe alarmante para el país y sobre todo para sus ciudadanos. En regiones como la Patagonia los precios de los alquileres subieron un 12,6% mensual, frente a una inflación general del 2,7%. En Neuquén los números son controversiales: los alquileres subieron un 366% por sobre los índices de la inflación. Una verdadera locura.
La situación se repite en menor medida, pero con el mismo patrón, en el resto del país: en la región pampeana el alquiler trepó un 6,1% (con una inflación del 2,8%), en el noreste 4,4% (vs. 2,7%), y en Cuyo 4,3% (vs. 2,9%).
La comparación es contundente: en todos los casos, alquilar una vivienda aumentó entre un 50% y un 400% más que la inflación mensual. Lo que antes era una excepción, hoy es la norma: los alquileres crecen todos los meses por encima del costo de vida, despegados de cualquier parámetro lógico.
Vía libre para el abuso de los propietarios
Desde la derogación de la Ley de Alquileres en Argentina, el mercado se desreguló casi por completo. Lo que se prometía como una flexibilización para dinamizar el mercado, terminó convirtiéndose en una puerta abierta para el abuso. En muchas ciudades los valores se quintuplicaron en menos de un año, sin control estatal ni políticas de contención.
La situación es particularmente alarmante en la Patagonia, donde los precios históricos ya eran más altos debido al costo logístico, la falta de oferta y la concentración urbana en pocas ciudades clave. Hoy, alquilar en Bariloche, Ushuaia o Neuquén puede costar hasta el 60% del sueldo promedio de una persona, mientras la canasta básica supera el millón de pesos. La consecuencia directa es la expulsión silenciosa de miles de familias que no pueden sostener un alquiler digno.
Lo más grave es que el mercado inmobiliario parece estar aprovechando la supuesta crisis para imponer valores sin fundamentos reales. Las viviendas no se multiplicaron, las condiciones edilicias siguen siendo precarias en muchos casos, pero los precios suben como si la demanda se duplicara cada mes. “Es la ley de la selva: si no lo agarrás hoy, lo alquilan mañana”, repiten las inmobiliarias, generando un pánico artificial que solo beneficia a los propietarios más especuladores.
Frente a este escenario, cada vez son más los sectores sociales que exigen una nueva regulación que proteja el derecho a la vivienda. El acceso a un hogar no puede estar sujeto únicamente a las reglas del mercado. Mientras tanto, las estadísticas de abril no hacen más que confirmar lo que ya se percibe en la calle: alquilar en Argentina se volvió un privilegio, no un derecho.