La historia no empezó en un tribunal, sino con una valija cerrada y un cambio de rumbo. La mujer decidió mudarse a otro país y la familia tal como funcionaba hasta entonces se partió en dos. La hija quedó en Bariloche, el padre, solo. Y la Justicia, inevitablemente, tuvo que intervenir.
El traslado internacional rompió el esquema de cuidado que existía. No hubo medias tintas: desde ese momento, el adulto que permaneció en la ciudad andina asumió en soledad la crianza cotidiana, la escolaridad, los controles médicos, las urgencias y las rutinas. Todo. Sin turnos compartidos ni equilibrios posibles.
Ante ese escenario, la jueza del Fuero de Familia analizó lo evidente: la distancia geográfica hacía imposible sostener un régimen de cuidado compartido. Y cuando el cuidado deja de ser equitativo, el aporte económico también debe reacomodarse.
Durante el proceso judicial se revisó la nueva distribución de responsabilidades parentales y se evaluaron los ingresos, el patrimonio y la situación actual de ambos progenitores. El eje no fue la decisión de emigrar en sí misma, sino sus consecuencias concretas sobre la vida de la niña. La magistrada fue clara, la elección personal de radicarse en el exterior tuvo efectos directos en la organización familiar y no podía quedar sin respuesta económica.
El fallo fijó una cuota alimentaria mensual equivalente a dos Salarios Mínimos, Vitales y Móviles, además del 50% de los gastos extraordinarios, que incluyen educación, salud, vestimenta y actividades acordes a la edad de la menor. Una cifra que busca garantizar que la distancia no se traduzca en desprotección.
Pero la resolución fue más allá. También estableció pautas estrictas sobre la modalidad de pago, los plazos y los mecanismos de actualización, pensando en un escenario complejo: cumplir con una obligación alimentaria desde fuera del país.
El mensaje del fallo es contundente y deja una advertencia clara: mudarse, empezar de nuevo o cambiar de país no borra responsabilidades. Cuando hay hijos de por medio, la Justicia mira menos los planes personales y más el impacto real en la vida cotidiana de quienes quedan.