HISTORIA VIVA

El cafetero andante: si lo ves no lo dejes ir

Este apasionado y divertido trabajador callejero recorre la ciudad de Neuquén ofreciendo mucho más que un café.
lunes, 15 de febrero de 2021 · 19:48

Se llama Félix Hadad, pero le dicen Cacho; algunos también lo llaman “Turco”, aunque aclara que viene de una familia de origen Sirio Libanés. Su padre es de Allen, donde también nació su hermana, pero él nació en Cinco Saltos. Luego, vivió en Buenos Aires y en Bahía Blanca.

Tiene 60 años, es padre de Camilia de 25 y Estefano de 20. Entre risas, y con divertida desfachatez, confiesa que de sus 60 años lleva 30 de análisis y varios fracasos comerciales en su haber. 

 

Foto: Todas las mañanas sale a recorrer ciudad ofreciendo café y medialunas. A sus 60 años elige vivir del café en las calles de la ciudad
 

Hoy reside en Neuquén y elige trabajar sin horarios ni estructuras, y vaya que lo disfruta. Es un feliz cafetero andante que ofrece la preciada infusión en un radio de 20 cuadras en el centro de la ciudad con la tranquila sonrisa de quien está amigo de sí mismo. 

 

El idilio con el café

“¿Viste esas corrientes espirituales que te dicen que todo está en vos? Bueno, yo busqué. Mi nombre es Félix y me dicen Cacho, entonces pensé: “Ca” de Cacho y “Fe” de Félix. ¡Café!”, bromea divertido antes de contar de dónde viene su pasión por esta infusión.

Su cosmovisión del café es hermosa, combina una picardía genuina con un gran bagaje académico, y mucha cultura general con otro tanto de filosofía callejera. Este maridaje “buena onda”, acompaña a Félix  por las calles de la ciudad.

“El café me apasiona. Lo estudio y bajo todo un marco teórico de mi conocimiento académico, que es bastante porque hice varias carreras, y como se dice en Ciencias Sociales, trato de bajarlo al campo. Eso es lo que me gusta”, explica.

Foto: El prefiere el azúcar antes que el edulcorante, a menos que la salud no lo permita. “Sino tómalo amargo, el cortado amargo me gusta mucho”, dice y mientras sirve un cortado, posa para la foto y hace chistes.
 
 

A los 12 años ya preparaba café en la cafetería del Buffett del Club Estudiantes de Bahía Blanca y a los 17 era encargado de una cafetería en General Roca (Río Negro). “Vengo de una familia de tradición gastronómica, con mucha impronta española. Me criaron a café con leche, entonces el café siempre estuvo muy marcado en mi”, recuerda.

Mientras el idilio con el café crecía, Félix estudió y trabajó de todo. Es radiólogo industrial lo que lo llevó a trabajar en una central nuclear en Córdoba, en un gasoducto en Tierra del Fuego, a hacer saneamiento ambiental en Loma de la Lata “y a unos cuantos trabajos formales más”, aclara. 

 

“Cada acto en la vida te deja una enseñanza, no cada trabajo, cada acto”.  

 

“He sido toda mi vida una persona indisciplinada. Siempre trabajé desde muy chico pero tuve 140 trabajos. Evidentemente no he sido constante. Como decía un amigo, los geminianos son un océano de sabiduría poco profunda”, dice a carcajadas y confiesa "como estoy complicado con las estructuras, llevar un negocio adelante es muy difícil. Por eso, la idea de salir a vender café me sirvió de cable a tierra. Yo tenía un modelo de cafetero en mi cabeza y dije: me voy a hacer un chaleco y voy a llevar el café puesto a la calle. Con mi amiga Marta que se dedica a hacer toldos, hicimos un análisis teniendo en cuenta los pesos y el diseño y ya voy por el séptimo chaleco”.

 

Foto: Félix usa un chaleco hecho especialmente para caminar con el café a cuestas.
 

"Yo estoy tratando de ser, no de ser cafetero, simplemente de ser, entonces cuando me encuentro con la gente me gusta el ser de hacer, y le hago un café. Tiene que ver con mi esencia", reflexiona Félix que tiene un gran don para la comunicación, para la conversación, algo tan afín al café como las medialunas. 

 

El café es comercio

“Yo lo preparo con café Santos Fino, de Brasil, que se cultiva en la zona de Minas Gerais. Es un café ideal para hacer expreso. Y uso Santos Fino tostado natural con un porcentaje de café torrado, que tiene un 10% de agregado de azúcar”, detalla.  

“Trato de ser coherente con el café porque el café nació de esa manera”.

Durante el año, Félix ofrece café, café con leche, cortado, capuchino y medialunas principalmente a empleados de comercio que trabajan en el centro neuquino. Dice que el café es una bebida de trabajo y que activa la economía porque cuando él llega a un local, la gente activa. “Cuando estuve en la playa, caminaba kilómetros en la arena y no pasaba nada. La gente en momentos de ocio toma mate. El ocio es del mate y la actividad productiva es del café”, cuenta.


Foto: “Le dejo un margen de espuma. Tengo que hacer control de calidad. Yo trabajo con ISO9000 y 14000”, bromea mientras saca el termo del chaleco especial y sirve un cortado.

 

En verano, incorpora la costa del río  Limay en sus recorridos y se camina la rivera ofreciendo Mazagrán, un café frío muy particular. “La receta del Mazagrán es de Argelia. Es un café bien fuerte y muy rico para el verano porque es una bebida refrescante. Se prepara con cuatro ingredientes básicos: café fuerte, un 25% de limón, azúcar y hielo. Yo lo preparo con el doble de café de lo que usaría para un café fuerte porque el hielo lo va a diluir y le agrego cardamomo, clavo de olor o canela a gusto. También puede considerarse un trago de coctelería porque puede combinarse muy bien con ron”, detalla. 

Foto: En verano, ofrece el mazagrán para refrescar a los bañistas.  

 

El hombre detrás del café

Félix habla hasta por los codos, como él dice, porque solo se presta a la charla cuando tiene algo bueno que ofrecer. “Los silencios me cuestan” confiesa entre risas y aclara: “si no estoy con buena onda, no ando. Y eso tiene que ver con el auto cuidado. Por eso también elegí hacer esto, porque no puedo estar en la calle dando lo malo de mí. Cuando no estoy buena onda, me guardo, lavo los platos, pongo dos lavarropas, un sahumerio y acomodo el eje. Después salgo a ofrecer lo mejor de mí”.  

Un cafecito hecho por él sale 100 pesos, pero por esa módica suma, quien lo pide, se lleva mucho más. “Tengo 35 años de terapia (risas), no me puedo huevear a mi mismo. Estoy amigo conmigo por eso, siento que puedo ofrecer mucho a la gente a través de un café. No es sólo un café, para algunos es un recreo, para otros es ver colores alegres, para otros es simplemente verme la cara porque estoy siempre cagandome de risa”.

Foto: emprendió un viaje de dos meses, para recorrer la Patagonia desde la cordillera hasta el mar.
 

Si lo cruzamos por las calles de Neuquén, ¿por qué deberíamos pedirle un café?, le preguntamos. “Primero, porque tenés ganas, y después porque mi cortado es uno de los mejores del mundo. Es una buena invitación a viajar porque te dan ganas de tomarte un avión a Italia y comprobar si lo que te dijo el cafetero es verdad”, dice el cafetero andante y, sin dejar un minuto de reír, concluye la charla que también fue un lindo viaje. 


 

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