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El Bien y el Mal de la ficción
En un mundo de grises, nuestra ética está atravesada por un sinfín de influencias. ¿Existen los "buenos" y los "malos"? Quizá no y las líneas entre “héroes” y “villanos” se han vuelto difusas.¿De qué depende nuestra manera de ver el mundo? Hasta hace un tiempo, existía una respuesta arquetípica que considerábamos aceptable: una mezcla de lo que nos enseñan en casa, en familia, lo que aprendemos en la escuela, y la individualidad de cada uno. Sin embargo, tal réplica resultaría incompleta en el día de hoy. La presente generación ha devorado un sinfín de ficciones en series, películas y libros, un fenómeno sin precedentes en la Historia. De este modo, hemos sido los receptores de miles de representaciones y transmisiones de valores que pertenecen al entretenimiento de masas. Desde libros para niños y adolescentes a películas animadas a color, el entretenimiento que nos ha acompañado desde jóvenes ha influenciado nuestra ética y nuestra percepción del mundo que nos rodea. Así, nuestras ilustraciones mentales de lo que es el Bien y el Mal han dependido en gran medida de las historias que hemos consumido a lo largo de los años.
Hasta hace un par de años, las narrativas convencionales dividían el mundo entre “buenos” y “malos”. Recién con las corrientes más novedosas de La Casa de Papel (serie de Netflix) y Joker (película), entre otras, hemos comenzado a ver cómo las líneas entre “héroes” y “villanos” se vuelven difusas. Pero la mayor parte de la Historia del entretenimiento ha atestiguado una relación antitética entre el Bien y el Mal. Estas representaciones de seres viles, crueles y oscuros opuestos a salvadores del mundo y ángeles dominan las películas y novelas que devoramos en la infancia, las cuales inciden en nuestra percepción de la realidad, nuestra manera de juzgar a otros y de actuar respecto a lo que consideramos positivo. Blancanieves versus la Reina Malvada, Harry Potter versus Lord Voldemort, La Sirenita versus Úrsula, Los Vengadores versus los infames del universo.
Esta noción de evitar el apocalipsis de la humanidad, derrocar a los líderes malvados y erradicar la corrupción ha formado los jóvenes que somos hoy. Las personas que vemos en la ficción inspiran los individuos que buscamos ser. Por ende, buscamos encarnar los bienes que deseamos ser y combatir los males que nos han enseñado a despreciar. No obstante, esta decisiva línea divisoria entre “héroes” y “villanos”, esta imagen bipartita del mundo que extraemos del entretenimiento, ha comenzado a desquebrajarse. El mundo en blanco y negro se ha vuelto, mejor dicho, de una tonalidad gris, y también lo han hecho nuestros valores.
"El mundo en blanco y negro se ha vuelto, mejor dicho, de una tonalidad gris, y también lo han hecho nuestros valores"
En primer lugar, la ficción ha comenzado a retratar la subjetividad de los términos Bien y Mal. Las series y novelas de hoy nos hacen apoyar a los villanos antes que a los héroes. Antes de que nos demos cuenta, nos encontramos a nosotros mismos deseando que ganen los criminales, y no quienes tradicionalmente hemos llamado “los buenos”. En vez de desear el triunfo de la justicia, policías, autoridades y acciones legales, el escenario resulta ser exactamente el opuesto. ¿Acaso se ha invertido nuestra noción del Bien y ahora lo asociamos con asesinatos, crímenes y perversiones? ¡Para nada! Lo que ha sucedido es que la división entre “héroes y “villanos” se ha vuelto poco clara, y consiguientemente, irrelevante a nuestros ojos.
¿Cómo sucede esto? Es fácil: mediante la justificación de los “villanos”. Al mostrar su humanidad, contar sus historias y transmitir una multiplicidad de puntos de vista, los personajes que solíamos llamar “malos” se convierten en “humanos”. Y eso es algo con lo que nos es fácil conectar. Se vuelve difícil entonces condenar pecados y aspirar a perfecciones de luz y bondad. Entendemos el mundo de manera más realista, aun cuando es complicado erradicar lo que Disney nos ha enseñado de niños. Los polos opuestos del Bien y el Mal han sido por siglos nuestra percepción de la realidad, y las series, películas y libros se han encargado de ilustrarlo. Nuestra ética se basaba en cómo la ficción encarnaba la teoría, las definiciones de “bueno” y “malo”, en cómo asociar imágenes con conceptos y valores.
Pero hoy las cosas ya no se ven tan claras y divisibles, ¿no es así? Contamos millones de historias, por lo que le damos voz a millones de puntos de vista. Y así creamos la humanidad. Al final, sucede que no hay nada más inmune a la división entre “héroes” y “villanos” que un ser humano.