Más placer

De amor y desamor, de relaciones sanas y tóxicas

Si alguna vez pensaste que podrías llegar a morir por amor, que tu vida sin la otra persona no tenía sentido e hiciste lo posible para retenerla a tu lado (aunque esa persona te hacía mal), te invitamos a leer esta columna. 
jueves, 29 de julio de 2021 · 12:31

Por Sofía Lirio
Psicóloga MPRN 2242, futura sexóloga y fundadora de Para Más Placer 

 

Crecimos con una idea de lo que es el amor, que muchas veces configura creencias erróneas sobre cómo debemos relacionarnos con otra persona, o también, nos hace pensar que debemos depender de un otro para solucionar todos nuestros males y tener una vida feliz. 

Podemos encontrarnos con relaciones amorosas estupendas y maravillosas, en las que el compromiso, respeto y responsabilidad se hacen presentes y en conjunto dos (o más) personas pueden construir un proyecto de vida compartido, entendiendo y aceptando las individualidades de cada uno. En estos términos, hablaríamos de una relación sana, lo esperable es que el momento inicial de pasión, romance y enamoramiento intenso dure solo entre 6 meses a 2 años. Después esa etapa declina  y surge un amor adulto donde prima la ternura, la amistad y un erotismo sereno. 

Pero también existen relaciones amorosas que son tan tóxicas como ingerir una droga. Acarrean dolor y sufrimiento, pero a pesar del daño que ocasionan no es posible salir de ahí. A estos tipos de vínculos se los llama adictivos, porque tienen una dinámica similar a cuando una persona depende de algún tipo de sustancia. En este caso, no sería la droga lo que genera la dependencia, sino una persona. En las relaciones adictivas, no se puede salir de la etapa de enamoramiento. 

La relación queda estancada en una etapa de inmadurez que no abre paso a la calma y la sobriedad. No hay una mirada realista hacia esa persona que se tiene idealizada. Hay un pensamiento mágico y creencias que todo va a volver a ser, como fue en el principio. El problema es que uno al comienzo del vínculo muestra la mejor cara y ocultan aspectos de la personalidad, que no son tan buenos. Pero como dice la psicóloga Patricia Faur, el otro no será nunca lo que nunca fue. 

 

 

¿Cuándo uno es adicto a una persona?

La dependencia afectiva es la incapacidad de cortar una relación en aquellos casos en los que todos deberíamos cortarla. El grado de dependencia es tal que se cree no poder ser nada sin el otro, no poder existir sin el otro, por eso la imposibilidad de cortarlo. ¿Cuándo uno es adicto a una persona? Se es adicto cuando se sabe que esa persona es dañina para uno, pero no se deja de verla o buscarla, porque el estímulo que nos produce relacionarnos con ella genera una gran liberación de tensión. La persona no puede decir “No” porque opera nuestro mecanismo de defensa, la negación. No se es adicto a una persona, sino a la sensación de ser todo para el otro, y que el otro sea todo para mí. 

¿Por qué podemos aferrarnos a algo así? Suele suceder porque aferrarnos a una relación, muchas veces es la manera más cómoda para negar una realidad emocional propia, que nos aqueja y genera sufrimiento, creemos que esa persona va a sanar todos nuestros males. El problema es que, la dependencia emocional puede llevar a algunas personas a quedar ubicados en un lugar propicio para la violencia emocional, que puede terminar en la enfermedad o en violencia física.

La persona con dependencia emocional siente: “veo que la persona que está a mi lado no me hace feliz y no me gusta, pero no soy capaz de cortar”. La idea de cortar con esa persona da miedo, pero es un miedo irracional, ante un peligro que no es real. 

 

 

¿Cuándo deberíamos cortar una relación así?

Repasemos los escenarios posibles:

- Cuando es un amor no correspondido, cuando estás con alguien que no te quiere, cuando la persona te dice: “Ya no te quiero” o “No quiero estar con vos” y vos respondes: “Por favor, no me dejes”. En ese momento nos denigramos y arrastramos, comenzamos a ceder cosas que no encajan con nuestro propio valor. Entramos en una dinámica de pérdida de dignidad cuando, en realidad, no hay nada más que hablar. En este punto, es importante estar advertidos de personas que pueden manipular, decir una cosa y hacer otra.

- Cuando nuestra autorrealización se ve obstaculizada. Sucede cuando yo no puedo ser yo misma, hacer lo que me gusta o frecuentar a las personas que quiera perdiéndome a mí mismo para gustarle al otro. Te vas convirtiendo en lo que el otro quiere que seas. Es cuando te miras al espejo, no te reconoces y te decís: “¿Quién soy?, ¿cómo era antes de la relación?”.

- Cuando hay maltrato psicológico o físico. El primero puede destruirte hasta el fondo y ello puede llevar a la destrucción física y real. Debemos ser capaces de identificar estas situaciones para enfrentarnos, lo tenemos que hacer y podemos salir, aunque nos cueste.

La manera en que nos relacionemos y vinculemos con una pareja va a determinar -de manera directa o indirecta- otras áreas de nuestra vida y resulta fundamental para nuestro bienestar emocional. 

Si estás atravesando una relación de estas características o sentís que quizás puedas tener dependencia emocional hacia una persona que no te hace bien, es importante tomar una decisión respecto a si continuar o no ese vínculo. Muchas veces, cortarlo puede ser una de las mejores opciones y la más necesaria. Sin embargo, es recomendable recurrir a psicoterapia, de manera individual (para evitar repetir los mismos patrones en futuros vínculos), o en pareja (para construir una dinámica de la relación más saludable, en conjunto)

 

Fuente: Patricia Faur, Amores que matan (2007)

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