Historias Vivas

Crónica de un pueblo unido para combatir el fuego

Los incendios en la Patagonia no dan tregua. Las llamas avanzan y el riesgo de arrasar con todo crece. En medio del fuego, surgen historias de unión, de trabajo y de voluntades que lo dan todo para protegerlo todo.
jueves, 13 de enero de 2022 · 11:14

Por Ceci Russo
Desde Bariloche

Natalia Gutiérrez es de Bariloche y  trabaja desde hace 25 años como socorrista en la montaña, de patrullera. Hoy tiene 42 y junto a su esposo, Esteban Bauer, un  guía de rafting con más de 30 años de trayectoria, cumplieron su sueño de vivir en el campo; “y tener nuestra tierra”, confiesa. Así, desde hace cuatro años tienen una casa autosustentable en la localidad de El Manso, un pueblo de frontera, ubicado a casi 90 kms. de la ciudad andina, rodeado por la confluencia de los ríos Villegas y otro que lleva el mismo nombre del pueblo. Pero el 7 de diciembre del 2021 todo ese encanto sufrió la amenaza más grande que jamás habían imaginado.

 

El fuego que encendió el fuego

Hace más de un mes, se inició un incendio forestal en el lago Martin por la caída de un rayo, y que luego se propagó hacia el lago Steffen: ya consumió más de 5000 hectáreas de bosque nativo.

En principio, el fuego avanzó sobre la montaña y una reserva estricta, pero a los pocos días y con un clima desfavorable para combatir los focos y mucho viento, las llamas comenzaron a acercarse hacia los poblados más cercanos. Entre ellos, Paraje  Villegas y El Manso. 

Si bien brigadistas y autoridades de Parques Nacionales trabajaban como podían atacando el fuego, los pobladores del sector exigían el envío inmediato de aviones hidrantes y maquinaria. Y mientras tanto, lejos de quedarse de brazos cruzados, vecinos autoconvocados, trabajadores del lugar y voluntarios comenzaron a organizarse para realizar cortafuegos al pie de las montañas.

Todos teníamos un objetivo que era salvar nuestro lugar y fuimos a por ello; y fue muy hermoso”, cuenta Natalia.

 

 

Si nos organizamos, salvamos todo

 “Tuvimos un año muy seco, poca nieve y ahora un verano muy fuerte, y se siente. Cualquier cosa es inflamable hoy”, explica la socorrista. “Cuando empezó el primer foco, a principios de diciembre, ya presentíamos algo raro”.

Los días pasaron, y fue el 22 cuando sucedió un encuentro clave. Natalia recuerda: “hubo una reunión  muy informal con gente de Parques, con los guías de rafting y pobladores. Fue muy amena en el patio de una casa. Ahí nos informaron que el fuego estaba cerca, que estemos preparados, que el que pudiera tener un sistema de riego caudaloso que lo empiece a implementar. Tenemos que empezar a tener precaución”.

Ante la alerta, los vecinos del lugar decidieron organizarse y defender sus casas, sus animales, el lugar donde vivieron toda su vida. Otra llama se estaba encendiendo. “Ahí se armó una cuadrilla para hacer los cortafuegos y que el incendio no llegue a nuestras casas y se creó a partir de una simple acción, de querer salvar a nuestro pueblo y colaborar a que el fuego no arrase con todas las casas. Se unió toda la comunidad de Villegas y al otro día se hizo un boca en boca junto con los guías de rafting y nos pusimos al servicio  de la población”, relata. 

 

 

Días de dolor y orgullo

Fueron casi 14 días de trabajo intenso, de 5 de la mañana a casi 20 de la noche, cerca de 100 voluntarios se dedicaron únicamente a la tarea de voltear árboles, despejar caminos y cortar ramas. “Mucho trabajo pero teníamos que hacerlo porque nos corría el fuego. Nos íbamos a dormir y poníamos el despertador cada dos horas para vigilarlo, más si había viento”, cuenta Natalia.

Orgánicamente surgió eso. “Aquellos que saben usar las motosierras de modo profesional, iban tirando los árboles. Adelante, las personas con machete sacando las ramas más chicas y después volteaban la vegetación más grande. Coihues, cipreses, maitenes. Talamos muy a conciencia”, detalla. 

“Uno estaba ahí por un bien común”, expresa la mujer que se encargó de “salvaguardar un poco a todos” y fue quien listó los nombres de todos los que fueron a trabajar y se retiraban. Siendo experta en seguridad de montaña, su rol surgió naturalmente.

“Cuando estamos en una situación de peligro puede suceder cualquier cosa y uno no sabe cómo va a reaccionar cada persona. Es nuestra responsabilidad también que cada uno que vino a ayudar vuelva a su casa sano y salvo”, resalta.  Y así fue que en casi dos semanas de trabajo, con un promedio de 70 personas trabajando diariamente, hubo dos accidentados leves. “Eso es gracias al cuidado de cada uno y de estar vigilando todo el tiempo y observando los movimientos de todos”.

A eso se sumó un grupo de voluntarios que acercaban 100 viandas por día a quienes estaban combatiendo el fuego. “Eso fue un montón y de gran ayuda. La comida súper abundante, llegaron donaciones de todos lados, nafta para los equipos, aceites. Pudimos trabajar muy cómodos con todo lo que necesitábamos para avanzar día a día con los contrafuegos”, relata.

 

 

 

Y reconoce: “estábamos felices de que todos salimos a trabajar y no nos quedamos en nuestras casas, tomando mate, esperando que no nos alcance el fuego. Fue todo autogestión, no esperamos nada de nadie, de ninguna institución”.

“Se conformó un grupo súper, unido, entre los pobladores, los guías, los voluntarios. Creo que así se organizaban las tribus, reconociendo qué es lo mejor que tengo para darle a mi gente. Yo soy uno de los mejores con la motosierra, bueno, vengo y lo doy todo. Yo soy la mejor vigía, viendo por dónde está el fuego y observándolo para pegar el grito en el momento justo para que nos salvemos todos, lo hago. Mi marido fue el que arregló todas las motosierras, montó un taller mecánico en la camioneta”, sostiene Natalia con orgullo.

Después de que pasó el riesgo más intenso del fuego, el cual pasó a un kilómetro de las casas, se armó una traza por el perímetro de las llamas y comenzó la guardia de cenizas para monitorear el comportamiento en los puntos calientes. “Se trabajó muy en conjunto con SPLIF y Parques Nacionales, con vigías arriba de una piedra, donde nos decían cuidado que se está levantando humo, cuidando con esto, con lo otro, e indicando dónde echar el agua. Todo el tiempo reinó la precaución y la seguridad”, aclara. 

Y agrega: “con la guardia de cenizas es que estamos atentos todo el tiempo, si vemos un foquito, si vemos algo raro; estamos alertas. Se vienen días de mucho calor y no queremos que se vuelva a despertar ningún foco que no lo podamos parar”.

 

 

Responsabilidad de todos

Más allá del trabajo excepcional de todas las personas involucradas que se cuentan en esta nota, el fuego que se desató en Lago Martin sigue teniendo sus puntos calientes y el clima persiste en contra para detener a las llamas. 

“Estos días fueron de muchísimo aprendizaje y muchísima trascendencia en absolutamente todo. Fue espectacular, salió perfecto”, volvió a reiterar Natalia. 

Te pedimos por favor, dónde sea que estés, dónde sea que salgas de vacaciones, no prendas fuego en lugares no permitidos, por más chiquito que sea; las colillas de los cigarrillos deben ser bien apagadas y nunca dejarlas tiradas en el suelo, y hay que regresar con todos los residuos. Y ante el avistaje de una columna de humo, llamar urgente a los teléfonos de emergencia de cada localidad y Parque Nacional. Todos somos responsables

 

 

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