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La Iglesia recuerda hoy a San Carlos Borromeo

Nombrado cardenal y elegido obispo de Milán. Patrono personal del Papa San Juan Pablo II
Sabado, 04 de noviembre de 2023 a las 09:47

Cada 4 de noviembre la Iglesia Católica celebra a San Carlos Borromeo, arzobispo de Milán y personaje importantísimo de la contrarreforma católica del siglo XVI, junto al fundador de la Compañía de Jesús, San Ignacio de Loyola.

El Papa San Juan Pablo II el Grande le tenía un gran aprecio y devoción, y lo consideraba su santo patrono.

Pastor diligente y cuidadoso

San Carlos Borromeo nació en Italia en 1538 en el seno de una familia noble. Su tío fue el Papa Pío IV, quien lo mandó llamar de Milán a Roma para que lo asista en la administración de su pontificado. Pio IV lo hizo ocupar altos cargos eclesiásticos, en los que Carlos se desempeñó con eficiencia, pulcritud y humildad.

Borromeo fue nombrado arzobispo de Milán y posteriormente cardenal. Participó en la organización y desarrollo del Concilio de Trento, haciendo una importante contribución desde la Secretaría de Estado del Vaticano.

Como funcionario eclesial, se preocupó por la formación de los sacerdotes. Destituyó a muchos presbíteros indignos y los reemplazó por personas que cumplían con las condiciones de honorabilidad y fidelidad a la Iglesia.

Por su diligencia y celo evangélico, de la misma manera como cosechó abundantes frutos para Dios, se hizo de peligrosos enemigos. Incluso, en alguna oportunidad, su vida corrió  peligro, cuando un grupo de miembros de la Orden de los Humiliati -poseedora de monasterios, tierras y otras propiedades- intentaron desprestigiarlo ante el Papa. Los Humiliati fueron suprimidos posteriormente por bula papal en 1571.

Complot para acabar con su vida

Al no conseguir su cometido, tres priores de la mencionada Orden organizaron una conspiración para matarlo. Jerónimo Donati, sacerdote de los Humiliati, aceptó el encargo de darle muerte a cambio del pago de 20 monedas de oro.

Donati llegó a dispararle a Borromeo mientras rezaba en la capilla de su casa, pero providencialmente la bala no llegó a darle de lleno y solo quedó herido.

Servicio apostólico y epílogo de santidad

Durante la peste que se propagó en Milán, San Carlos se puso al cuidado de los enfermos. Fue el organizador del clero y las órdenes religiosas que salieron al encuentro de los contagiados, necesitados de asistencia médica y espiritual. Borromeo atendió personalmente a cientos de moribundos, y fue gestor de la ayuda económica a las víctimas y sus familias.

Borromeo fue amigo de mucha gente de bien y servidores de la Iglesia, algunos de ellos santos, como es el caso de San Francisco de Borja, San Felipe Neri, San Pío V, San Félix de Cantalicio, San Andrés Avelino, entre otros. Como un dato hermoso, se sabe que fue San Carlos Borromeo quien le dio la primera comunión a un adolescente San Luis Gonzaga.

Carlos Borromeo murió el 4 de noviembre de 1584. Durante los últimos años de su vida siguió dedicado a la implementación de las reformas establecidas en el Concilio de Trento. En esa tarea siempre había encontrado fuerte oposición, al punto de que fue acusado ante los tribunales eclesiásticos de Roma y Madrid.

A los 46 años, durante el retiro anual que realizaba en Monte Varallo, cayó enfermo; y el posterior viaje de retorno a Milán no hizo más que empeorar las cosas.

San Carlos Borromeo y San Juan Pablo II el Grande

San Juan Pablo II, en audiencia del 04 de noviembre de 1981, realizada meses después de sufrir aquel trágico atentado a manos del turco Ali Agca, resaltó ciertos detalles que lo asemejaban a San Carlos Borromeo y que, de hecho, lo unieron espiritualmente mucho a él.

El Papa empezó su discurso diciendo: “He aquí el papel que San Carlos realiza en mi vida y en la vida de todos los que llevan su nombre… ”. Se trataba de un primer detalle, relacionado precisamente con su nombre de pila: “Karol” [Wojtila] es “Carlos”. San Juan Pablo II había recibido de sus padres el nombre del santo en el bautismo.

Un segundo detalle los unió aún más fuerte: ambos habían sido víctimas de atentados contra sus vidas, y, claro está, habían sobrevivido milagrosamente. Así como se pretendió acabar de un disparo con la vida del arzobispo de Milán en el siglo XVI, el Papa Peregrino recibió cuatro disparos en el cuerpo en mayo de 1981. Ambos lograron sobrevivir a aquellas circunstancias, y aunque sus vidas corrieron serio peligro, ambos tuvieron la gracia de una ‘segunda oportunidad’, una ‘segunda vida’.

Juan Pablo II se refería a esta experiencia así: “(Haber sobrevivido permite) mirar la vida de modo nuevo: esta vida (…) está unida a la memoria de mis padres y simultáneamente al misterio del bautismo, y al nombre de San Carlos Borromeo”.
 

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