SOCIEDAD

El hartazgo y lo cotidiano

‘Siempre es lo mismo’, ‘nada va a cambiar’ o ‘cambiar para que nada cambie’. No se tolera sentir ese más de lo mismo, esa iteración. Pero ¿cómo combatirla?
martes, 25 de abril de 2023 · 09:08

Hace semanas escucho desde distintas voces la palabra hartazgo. ‘Siempre es lo mismo’, ‘nada va a cambiar’ o ‘cambiar para que nada cambie’. La participación de la sociedad de manera explícita muestra un descenso en el compromiso con la cosa pública. Pensemos en su definición, el hartazgo es la sensación de cansancio o aburrimiento que se produce al realizar una persona la misma actividad de manera repetitiva o excesiva. Según la Real Academia española (RAE).

En otras palabras, no se tolera sentir ese más de lo mismo, esa iteración. Pero ¿cómo combatirla? Y aquí es donde recuerdo la propuesta de un escritor argentino que retomaba una idea propia de las vanguardias frente a una realidad en la que el mundo y los sujetos ya no se respetaban demasiado: la creatividad.

No se trata de crear una realidad, sino de empezar a ver aquello que nos rodea desde una perspectiva nueva. En el poemario Espantapájaros (al alcance de todos) de 1932, la voz de una abuela nos señala con lucidez incontrastable algunas máximas de las que es difícil hacerse el distraído:

La vida —te lo digo por experiencia—es un largo embrutecimiento. (…)

La costumbre nos teje, diariamente, una telaraña en las pupilas. Poco a poco nos aprisiona la sintaxis, el diccionario, y aunque los mosquitos vuelen tocando la corneta, carecemos del coraje de llamarlos arcángeles. (…).

“Por eso —aunque me creas completamente chocha—nunca me cansaré de repetirte que no debes renunciar ni a tu derecho de renunciar.”

Quizás ver un poema escrito en prosa como el que citamos ya sea una manera de mostrar cómo salir de aquella telaraña que menciona y nos tapa los ojos: los versos son más estrechos, esto no es poesía. Pero sí lo es. Llamarla poesía o no es demostrar el coraje de sostener lo que realmente pensamos. Encajar es no decir para no desencajar diciendo lo que está frente a nuestros ojos.

“La vida es un largo embrutecimiento” –dice la abuela– como si hubiera que desandar ese camino en el que confiamos tan ciegamente: crecer nos hace más sabios. Pero en ese andar, vamos perdiendo la libertad de pensar que las mariposas nos están saludando cuando pasan cerca, diría el poeta. La poesía, particularmente en este caso, pone en evidencia la falsa escuadra que se pretende disimular. Aquella en la que se busca encajar y ser políticamente correcto. El primer poema de este libro dice así:

Yo   no  sé  nada

Tú no sabes nada

Ud. no sabe nada

Él no  sabe  nada

Ellos no saben nada

Ellas no saben nada

Uds. no saben nada

Nosotros no sabemos nada.

La desorientación de mi generación tiene su expli-

cación en la dirección de nuestra educación, cuya

idealización de la acción, era —¡sin discusión!—

una mistificación, en contradicción

con nuestra propensión a la me-

ditación, a la contemplación y

a la masturbación. (Gutural,

lo más guturalmente que

se pueda.)   Creo que

creo en  lo que  creo

que no creo. Y creo

que  no creo  en  lo

que creo que creo.

" Cantar   de   las   ranas "

¡Y       ¡Y       ¿A   ¿A       ¡Y       ¡T

su       ba       llí         llá       su       ba

bo       jo       es             es       bo       jo

las       las     tá?                    tá?      las      las

es         es       ¡A                        ¡A         es        es

ca       ca       quí                            cá         ca        ca

le         le         no                               no         le         le

ras        ras       es                                 es         ras        ras

arri        aba        tá                                   tá        arrí        aba

ba!...      jo!...      !...                                 !...        ba!...       jo!...

Ese es el espantapájaros que da nombre a la antología. Un caligrama (un poema que forma un dibujo) con una cabeza que puede conjugar, pero en esa conjugación escolarmente exitosa lo que se repite es la ignorancia. El torso, sarcástico con la forma de enseñarnos a pensar el mundo y la realidad se extiende hasta unas piernas redundantes que invitan al lector a reír con ellas.

Dirán: “Esto no es poesía”, sí lo es: es la expresividad de un emisor que intenta desacralizar discursos que ya no dicen, no comunican porque saturaron con la forma y vaciaron el contenido. La poesía no viene a cambiar la realidad, viene a invitarnos a pensar nuevas maneras de considerar el mundo, con otras palabras, con intenciones realmente ligadas a comunicarse con el otro, el que lee, escucha y ve. Pero para que eso suceda, debe haber un espíritu que sinceramente deseé conectarse con los otros y verlos.

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