¿Quiere recibir notificaciones de alertas?

Domingo 17 de Agosto, Neuquén, Argentina
Logo Am2022

Encuéntrame en tus sueños (36ta parte. Cómo dormir a un tigre de 250 kg)

Se precipita el desenlace de una historia comenzada con el asesinato de un músico en Nueva York.

Domingo, 17 de agosto de 2025 a las 10:15
PUBLICIDAD

Aeropuerto de Shannon, al mediodía. Sector de arribos.

Habíamos llegado a Shannon temprano, con Joe y Collins, para buscar al jefe de Interpol-Dublin, James Neville, y llevarlo a Greenbrae

Era un vuelo privado en el que Neville era el único pasajero, ya que su equipo de respuesta inmediata llegaría en plena noche en un avión militar y seguiría hacia la aldea por caminos rurales semi-abandonados. 

Una vez que llegasen al pueblo, se alojarían en la sede del la policía que estaba alertada y preparada desde hacía días para recibirlos.

La idea era iniciar esta misma noche un operativo de vigilancia sobre la casa de Milly MacFanon desde una casa vecina cuya única ventana apunta a la vivienda de la dama.

Esa precaria vivienda pertenecía a la familia del memorioso Liam y estaba abandonada desde hacia muchos años. Detrás de esa casa corría un gran canal de riego que podría servir como trinchera y que además podría ocultar nuestro acceso y el de los integrantes del grupo de la Interpol a la casa de Milly.

Teníamos previsto que si Carmel estaba efectivamente en esa casa, estaría vigilando las casas vecinas, entre ellas la nuestra, por lo que extremaríamos las medidas de seguridad. 

Mientras esperábamos mirábamos constantemente nuestros relojes con nerviosismo por lo que considerábamos una inexplicable tardanza en alguien que, por su cargo y responsabilidad, debiera ser una suerte de monumento a la puntualidad.

Joe se mostraba extrañado por esa demora, leve, pero demora al fin y Collins era el único que se mantenía en silencio.

En eso estábamos cuando una voz con un marcado acento “Cockney”, propio del “East End” londinense, se dejó oír a nuestras espaldas:

-¿El sargento Collins, supongo...?

Steve se dio vuelta inmediatamente y, con él todos nosotros. 

Teníamos enfrente a James Neville, erguido como un guardia del palacio de Buckingham, impecablemente vestido, a punto tal que, más que el jefe de Interpol-Dublin, bien podría ser un “dandy” salido de una novela victoriana del siglo XIX.

Su indumentaria constituía su carta de presentación, su currículo y su forma de ser y pensar la vida.

Vestía un traje de terciopelo color verde musgo con botones artesanales de marfil, un pequeño clavel en el ojal y un chaleco de seda de color morado con flores bordadas del mismo color. 

Debajo de éste, se podía apreciar una camisa blanca de la misma tela con finas rayas negras bordadas y una corbata de terciopelo negro azabache. 

Sus manos estaban enfundadas en un par de guantes de cuero marrón que combinaban con la importante maleta tapizada en piel de cocodrilo que cargaba.

Completaban su indumentaria un sobrio sombrero “bowler” –“bombín” en idioma español- y unas gafas bifocales redondas, enmarcadas en una delicada y seguramente antigua armazón de carey. 

Junto a su maleta había un soberbio paraguas de color negro y empuñadura de bambú, oportuno para la jornada, ya que esa mañana la zona había amanecido con el cielo totalmente cubierto de nubes de tormenta y una persistente lluvia que amenazaba con no detenerse.  

Viendo semejante exhibición de elegancia británica decimonónica, no pude dejar de pensar que, si en vez del bombín hubiera traído un gorro con orejeras para cazar ciervos y, en su boca, una gran pipa “Calabash Meerschaum”, hubiéramos creído ciegamente que se trataba del mismísimo Sherlock Holmes que había llegado para atrapar al huidizo Carmel Flanagan. 

Tras las presentaciones del caso, nuestro “dandy” victoriano nos demostró que era un hábil y profuso conversador y aprovechó para relatarnos su llegada a Shannon:

-Disculpen si los sorprendí sin avisarles, pero el avión que me trajo hasta aquí llegó más temprano de lo calculado debido a la meteorología y entonces decidí esperarlos en el bar. 
Mientras ustedes llegaban tuve tiempo para probar cierto whisky de producción local, un peculiar “single malt” que me trajo reminiscencias de un brebaje que tuve el dudoso placer de probar alguna vez en una taberna de las “Highlands” escocesas de Inverness.
 

Y mirándonos con picardía, agregó: 

-Ahí me di cuenta de que, para que el famoso “monstruo” de Loch Ness asome la cabeza periódicamente y favorezca el turismo, los lugareños solían derramar litros y litros de esa dudosa libación en las aguas del lago para forzarlo a emerger. 
Pero parece que hasta ahora solo han logrado volverlo alcohólico y el bicho se la pasa durmiendo en su cueva subterránea.

Nos causó mucha gracia su sentido del humor, inusual en una autoridad policial de su rango, jefe de la Interpol para toda Irlanda, pero sabíamos que, si era amigo del teniente Valdez, era porque algo en común debería tener con el dominicano y eso era, sin duda, su gracia y su velocidad para el chiste oportuno.

Subimos al jeep de Joe para dirigirnos a la aldea. Antes de ir para la casa pasaríamos por la policía de Greenbrae. Todavía teníamos algunas horas de luz y sabíamos que, si Carmel se encontraba en la casa de Milly, no saldría de ella a plena luz del día, lo cual nos resguardaba de ser descubiertos por el sicario.

Mientras atravesábamos la verde campiña irlandesa, entablé una charla informal con nuestro invitado:

-Mister Neville...

-Llámeme Jim si no es molestia..

-Oh no... Jim... Nos contaba el teniente Valdez que ustedes se conocieron en Argentina en un curso para policías noveles con aspiraciones a detectives...

-En efecto, trabamos una amistad nacida, primero, del idioma inglés y, más tarde, de nuestra fascinación por esa increíble ciudad que es Buenos Aires. En ese tiempo éramos jóvenes policías de calle, llenos de ilusiones justicieras como defender la ley y combatir el hampa. Le puedo asegurar que John Valdez es para mí uno de los más brillantes policías que la vida me hizo conocer y si hoy estoy aquí con ustedes es exclusivamente por mi amigo John o “Juancito” como lo llamaban cariñosamente los policías argentinos en ese curso.

-Él me habló de un comisario que fue un gran maestro y un referente para ustedes...su nombre era Evaristo, pero John no se acordaba el apellido...

-Meneses, respondió Neville al instante y agregó:

-Evaristo Meneses...un coloso, un policía único, una leyenda que nunca traspasó los limites de la ley en su trato con los delincuentes...los hacia confesar con un lápiz que movía delante de sus narices...provocaba en ellos un terror inconsciente que al final los hacía hablar...en toda su carrera no tuvo una sola denuncia por los llamados “apremios ilegales”.

-¿Apremios ilegales? ¿Qué era eso?, pregunté curioso.

-Era el eufemismo con el que los policías federales argentinos se referían a las torturas lo cual es un sinsentido porque en idioma español “apremios” significa urgencia, prisa, apuro, lo cual nada tiene que ver con pasarle electricidad por los genitales al delincuente o sumergirle la cabeza en un balde con agua para que confiese antes de ahogarse. 
Y encima, le agregan el adjetivo ”ilegales” como si existieran “apremios” que sean “legales”...en fin...estos “argies” son muy ocurrentes, suena cómico si no fuese trágico.

-Cambiando de tema: ¿Está al tanto de a quién vamos a buscar...?, pregunté.

-Por supuesto, a Carmel Flanagan. En los archivos de la Interpol tiene...
 

-...tiene más banderas rojas que un desfile del Kremlin, interrumpí.

-¿Valdez le contó mi chiste...?, preguntó Neville riendo.

-No pudo evitar mencionarlo...me hizo mucha gracia, respondí.

Neville estaba totalmente al tanto de nuestra investigación, sabía de los asesinatos de Norman y su hermana Susan, sabia del sospechoso cardenal Mulligan que en realidad se llamaba Flanagan y era hermano gemelo de Carmel, sabia también de la bomba en el auto que casi le cuesta la vida a Valdez, a Collins y a mí. Y sabia que estábamos buscando a una niña que atesoraba ciertos papeles que habían pertenecido a Norman los cuales no dejaban dormir al cardenal.
 

En un momento, tomó la palabra y le preguntó a Collins pero dirigiéndose también a Joe y a mí:

-¿Valdez, tuvo ocasión de plantearles su particular teoría sobre Carmel?

Nos miramos sin tener ni una pálida idea de qué estaba hablando.

-Es muy interesante, tuve oportunidad de escucharla ayer, cuando hablé por un par de horas con “Juancito”, y les aseguro que, como hipótesis, es realmente novedosa, inteligente, y a la vez intrigante y merece ser investigada y para eso estoy aquí. 
Si hubiera venido otro jefe de Interpol en mi lugar, les aseguro que no sería lo mismo, pero con mi amigo nos adivinamos el pensamiento.

-¿Qué dice esa hipótesis?, le pregunté.

-Cuando lleguemos a la casa y estemos tranquilos se lo mostraré más detalladamente.

Seguimos viaje bajo la lluvia ahora convertida en borrasca y llegamos a Greenbrae bajo un trágico cielo gris plomo.

Neville se presentó ante los policías que automáticamente se pusieron bajo sus ordenes y, en cuestión de unos minutos, dejó todo arreglado para cuando llegaran sus hombres. Fue entonces que nos marchamos a la casa donde nos esperaba una reconfortante taza de té.

En el viaje, Neville solicitó pasar por la casa de guardia, pero le advertimos que, si Carmel estaba en la casa de Milly, muy probablemente podría vernos pasar, por lo que le sugerimos tomar otro sendero desde donde él podría verla perfectamente, pero nosotros no seriamos vistos desde la casa de Milly, y así lo hicimos.

Neville sacó de su maleta un par de binoculares y observó el escenario por un largo rato. Pasados unos minutos destacó el canal de riego que pasaba por detrás de la vivienda de guardia. Para él, y tal y como lo habíamos pensado, ese canal podría funcionar como una suerte de línea de trinchera donde podría ocultarse el grupo comando y desde allí avanzar hacia la casa de Milly sin ser vistos y así aprehender a Carmel. La noche se presentaba sin luna y la oscuridad era nuestra principal aliada.

En ese momento, le transmití una duda que me carcomía internamente:

-¿Cómo harán para atraparlo con vida si se resiste a su detención?

-Estamos preparados para esa eventualidad, me dijo y agregó:

-¿Ha visto alguna vez esa serie de televisión “Mundo Salvaje”?

-, respondí, alguna vez la he visto.

-¿Cómo hacen para colocarle una etiqueta plástica en la oreja a un tigre de Bengala de 250 kilos que no quiere cooperar?

-Muy simple: Lo duermen con un dardo hipodérmico...dije y Neville me miró con una sonrisa sin decir palabra...

- ¡No me diga que lo van a poner a dormir!, exclamé.

-Como a un tigre de Bengala de 250 kilos. Tenemos dos francotiradores armados con rifles preparados para disparar dardos hipodérmicos, explicó, y seguidamente puso su mano en mi hombro, y aclaró con tono paternal:

-Nosotros tampoco queremos matarlo, lo necesitamos vivo, Valdez lo necesita vivo...fin de la clase, vamos a la casa a tomar ese té..

(Continuará)

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD