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Domingo 10 de Agosto, Neuquén, Argentina
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Encuéntrame en tus sueños (35ta parte. Llegan los refuerzos)

Domingo, 10 de agosto de 2025 a las 10:14
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Entramos a la casa y de inmediato, Joe enfiló hacia la cocina. Desde allí nos avisó:

-Mientras ustedes hablaban con el teniente, yo comencé a preparar este rico ‘Boxty” que les va a encantar. Es una receta de mi madre que, a la vez, la heredó de su madre, o sea de mi abuela. Y, mientras preparaba la cena comenzó a cantar con una hermosa voz que jamás le había escuchado:

Bocsaíd ar an ngreideal, 
bocsaíd sa phanna, 
Mura féidir leat bocsaíd a dhéanamh, 
ní bhfaighidh tú fear choíche.

Collins me miró sonriente e interesado y procedí a traducirle:
Boxty a la plancha
o boxty en la sartén.
Si no sabes hacer boxty,
Nunca un hombre tendréis.

Mientras Joe cocinaba ese maravilloso plato, consistente en un pastel de papas relleno con carne y verduras, con Collins nos dispusimos a reportarnos con el teniente Valdez.

Collins marcó el número de la oficina del jefe pero nadie atendió. Insistió un largo rato, pero sin éxito. 

-¿Habrá salido a almorzar o estará en plena investigación?, se preguntó el sargento.

Yo tenía una vaga sospecha de su paradero, así que tomé un pedazo de papel y escribí un número de teléfono que le pasé a Collins:

-Prueba con éste Steve, no creo que falle.

Collins me miró incrédulo, pero igualmente procedió a llamar. Tras un par de rondas, una voz femenina atendió la llamada no sin cierta desconfianza.

-Hola... ¿quién habla?

Le pedí a Steve que me pasara el teléfono y entonces pregunté con absoluta seguridad:

-¿Rosalyn? y la dama respondió:

-¡Qué sorpresa! ¿Cómo están? Estábamos aquí hablando con el teniente Valdez...

-Bueno, no hace falta que me expliques lo obvio, pásame con él por favor...ah ...te mandamos muchos besos irlandeses.

Unos segundos después, escuché la característica ácida y abrasiva voz del teniente Valdez:

-No sueñe que voy a preguntarle: ¿Cómo supo que estaba aquí?.

-No importa...fue una corazonada de viejo periodista...tenemos más datos para pasarle...

- ¡Esplendido! ¿Me pasa con Steve o me lo resume usted?

Miré a Collins, que escuchaba la conversación, quien me hizo una seña indicándome que hable yo, cosa que hice.

A grandes rasgos y en resumidas cuentas le relaté nuestra visita a la casa de Milly MacFanon. Cómo le incomodaron mis preguntas sobre Cian y Carmel Flanagan, a quienes negó conocer. Le hablé de la pregunta de Joe sobre la orquídea, que nos reveló que la “señorita” era una mentirosa. Compartimos con él nuestras sospechas de que Carmel podía ser aquel amor imposible que ella mantenía vivo a sus casi 80 años y también que el hombre bien podía estar refugiándose en esa casa, sospechas basadas en los cambios de animo de la dueña de casa. También le hablé de nuestra idea de hacerle una guardia a la casa de la dama para corroborar si Carmel se encuentra ahí. Y quizás hasta podríamos detenerlo.
Y, por supuesto, le pedimos también su opinión:

- ¡Ustedes están locos!, gritó Valdez.

-Bueno, no pretendíamos que nos dé una medalla, un plan de batalla o por lo menos nos felicite, solo queríamos conocer su opinión.

-¿Qué parte no entendió? ¡¡¡ Ustedes están rematadamente locos!!! ¿Ahí está mejor? O tal vez debería cambiar el sentido de la oración a: ¿Ustedes están rematadamente locos o me parece a mí?

- ¿Por qué dice eso, teniente?

- De usted no me extraña nada, es un periodista, o sea una especie de alcohólico anarquista romántico y medio sinvergüenza acostumbrado a pasarle por encima a las convenciones, la leyes y los tratados internacionales. 
Pero sí me decepciona Steve que, si estudió como se debe en la academia de Policía, sabe perfectamente que no pueden ingresar ambos a un país extranjero fingiendo ser mormones, estudiantes o lo que fuera que le chapucearon a los irlandeses en el aeropuerto, y secuestrar a un ciudadano de ese país, porque eso es precisamente lo que es Carmel para Irlanda, y llevárselo a los Estados Unidos de América como si estuvieran en la Argentina de los ’60 y él fuera Adolf Eichmann y ustedes, un comando del Mossad. ¡No, no es así la cosa! ¿Me estás escuchando Stevie?.

-Si jefe, dijo Collins haciendo “pucheros” como un chico compungido, reprendido por su padre.

-Entonces, teniente ¿Qué hacemos, y cómo?, le pregunté.

-Bien. Hoy tuve una larga e interesante conversación de larga distancia con un viejo amigo mío. Su nombre es James Neville, es británico y nos conocimos en Buenos Aires cuando hicimos el curso de la Policía Federal Argentina para jóvenes policías con aspiraciones a detectives. ¿Recuerdan que les conté?

Ambos asentimos, y yo pregunté:

-¿Este hombre también es un policía?

-Sí, y es el jefe máximo de Interpol en Dublin, la capital de Irlanda. Yo le expliqué todo lo que sabíamos y la situación en la que se encuentran ustedes ahí. Él tiene muy buena información acerca de Carmel en Nueva York, incluso lo tienen monitoreado por si intenta regresar a la aldea, algo que es perfectamente plausible por lo que ustedes me están contando. 

-Cuando le pregunté si la Interpol tenía los antecedentes de Carmel me respondió: “tiene más banderas rojas que un desfile del Kremlin…” así que imagínense.

-Seria interesante hablar personalmente con él, señalé.

-Mañana, pasado el mediodía, Neville estará golpeando a su puerta, traten de recibirlo con la hospitalidad de la que hacemos gala los de Nueva York.

-No se preocupe, afirmé.

-La Policía de Greenbrae estará alertada y prestará su colaboración, dentro de sus limitaciones, por supuesto.

-Lo sé. Son tres oficiales que se turnan cada ocho horas.

-Bueno, es proporcional a la población del pueblo, por lo menos habrá alguien encargado de llevar los termos con el café, agregó Valdez.

-Una duda: ¿Neville actuará solo, contra un artista del homicidio como Carmel, con el único apoyo de los tres policías de Greenbrae?

-No. Mañana al anochecer, cuando todos duerman en el pueblo, llegará a la aldea un compacto grupo comando de la Interpol que se instalará en la delegación policial haciéndola su base de operaciones. 

- Estos efectivos irán armados hasta los dientes, con ordenes de registro, de allanamiento, ordenes de captura, fotografías de Carmel con distintos encubrimientos, bigote, barba, de hombre, de mujer, etcétera más toda la parafernalia para “extraer” a alguien, llevárselo sano y salvo y no hacer el papelón que ustedes iban a perpetrar si yo no me enteraba. 
Si Carmel está ahora ahí, esta gente lo encontrará y lo reducirá. Lamentablemente, si se resiste con armas buscarán neutralizarlo tratando que sea de modo incruento. La Interpol sabe que para nosotros, pero también para ellos, Carmel vale más vivo que muerto y para ello tienen la gente indicada para cazarlo sin matarlo.

-Permítame volver sobre lo que le decía cuando se enojó con nosotros: estábamos pensando en montar una guardia en una casa cercana que dé a la parte de atrás de la casa de Milly. Es solo una guardia pasiva.

-¡Esa es una muy buena idea! Es la oportunidad de obtener imágenes suyas en su presente estado. ¿Supongo que lleva una cámara con usted?

-Por supuesto teniente, no dejo de ser un periodista y traigo conmigo mi fiel réflex con un par de teleobjetivos para tomar imágenes lejanas y con película de alta sensibilidad para hacer fotos nocturnas. Mi amigo Joe tiene un equipo similar, que llevará a la guardia.

-Bien, esas fotos deberán enviármelas vía fax a mi oficina y una copia de cada una será para Neville y su gente. A propósito ¿Cuándo empiezan?

-Supongo que esta misma noche, estamos esperando que venga la persona que nos franqueará la entrada a esa casa.

-Buena suerte entonces.

-Gracias, teniente.

Cortamos la comunicación con Valdez con una sensación de optimismo. Mañana tendremos el apoyo de un pequeño ejército de la Interpol a las ordenes de su comandante principal, más la policía de Greenbrae.

Mientras Joe servía las generosas raciones de su aromático “Boxty”, receta de su abuela, por un momento pensé en la pequeña armada que mañana se formaría y a mi mente vino una pregunta: “¿no será mucha gente para un hombre solo?”

Entretanto, del otro lado del mundo...

Una calle desconocida, un barrio desconocido, una ciudad desconocida, un estado desconocido, ignoradas coordenadas de un país también inexistente...
Alguien a quien nadie conoce barrunta su destino de muerto viviente y condenado. 

Es de noche en la tierra de nadie, donde un perdedor, que ha elegido traicionar al Amo y Señor de los Muertos y los Vivos, calcula sus probabilidades funestas de seguir viviendo o morir la peor de las muertes como lo que es, una pobre excrecencia del podrido mundo del hampa.

Sabe que él no vale nada, que si anda por la calle las posibilidades de ser asesinado por los esbirros del Amo aumentan exponencialmente, por eso es mejor permanecer  oculto en un lugar que nadie conoce, ni siquiera él mismo. O al menos eso cree.

Ese hombre fue alguna vez Johnny Ray y a la vez tampoco lo fue. Fue la falsa moneda, la mentirosa reencarnación de un jovencito que logró engañar a Norman Blake y hacerle creer que se trataba de aquel querido compañero de la escuela que tocaba la trompeta.

Pero no era él. A Norman lo traicionaron sus buenas intenciones, su fe en el genero humano, su idealismo que le dictaba que se puede salvar al mundo sin disparar un solo tiro, solo con la bondad y la solidaridad. 

La maldita confianza en la intrínseca bondad humana que le hizo confiar en lo que el falso Johnny le decía sin atinar siquiera a cotejar su cara con el anuario de la escuela y así corroborar si efectivamente decía la verdad.

Si tan solo lo hubiera hecho, probablemente hoy estaría vivo tocando esos maravillosos “standards” de Bill Evans que solo él podía tocar tan desgarradamente como su torturado compositor. 

Si hubiera repasado someramente el anuario, habría descubierto, a solo un par de filas de fotos más arriba que la suya, que el verdadero Johnny Ray era un rubicundo gordito de ensortijados cabellos y ojos azules, nacido en la maternidad de Astoria, en Nueva York, y no este falso Johnny Ray, flaco y moreno, de tez mate y ojos negros, nacido como José Manzanares en una paupérrima vivienda del pueblo de Ciego de Ávila, en pleno centro de la isla de Cuba.

Su historia explica mucho acerca de quién es y el porqué de cómo es.

Al terminar la escuela, como todo joven cubano, Manzanares entró a las FAR, las fuerzas armadas de la Revolución Cubana. Más que el patriotismo revolucionario lo movían la búsqueda de beneficios y prebendas. No venía muy dotado intelectualmente pero supo destacarse siempre por su facilidad para escalar posiciones basado en la obsecuencia, una obediencia extrema que llegaba hasta la delación y su infinita capacidad para la traición y la mentira. 

Esas condiciones le valieron una vez un traslado a la Dirección General de Inteligencia del gobierno cubano, conocida también por su nombre clave G-2. 
Pero allí no duró mucho, no tanto por sus puntos débiles, que los tenía a granel, sino más bien por sus lados fuertes que lo convirtieron en alguien en quien no se podía confiar. 

En ese punto, dicen que los asesores soviéticos del KGB fueron los primeros en objetar su reclutamiento y exigir su expulsión. 

A medida de que las puertas se le cerraban en su propio país, José pergeñó la idea de emigrar a los Estados Unidos.

¿Cómo hizo para abandonar la isla? Nunca se supo. Pero lo cierto es que, de alguna forma, logró escapar y llegar a la Florida donde fue recibido por sus coterráneos anticastristas del exilio cubano. Desgraciadamente para él, algunos de sus paisanos conocían su “pedigree” y pronto lo aislaron del grupo, lo que hizo que abandonara ese estado en busca de otros lares donde no lo conocieran.

Así fue que Manzanares se radicó rápidamente en la ciudad de Nueva York que, en esos años, tenia uno de los mas altos índices de criminalidad del mundo. 

En ese escenario con guerras de familias mafiosas, una policía corrupta, prostitución y trafico de drogas sin control, José pudo prosperar y así no tardó en conectarse con el Amo, a quien no le incomodaba ni la genuflexión ni los traidores, y rápidamente se incorporó a su organización criminal bajo el nombre clave de “Arcangel Miguel” por su habilidad para tocar la trompeta.

Para el Amo cumplió con varias misiones, tan riesgosas como despreciables, pero la que, sin duda, fue la mas ambiciosa fue infiltrarse en la vida privada de Norman Blake fingiendo ser Johnny Ray y hacer que “el fantasma” terminara confiando en su “viejo compañero de escuela” y le revelara todo cuanto emprendía.

Cuando logró su primer objetivo, la confianza de Norman, Manzanares pasó a ser, al mismo tiempo, el depositario de los secretos más íntimos que el pianista le revelaba y el espía-informante del Amo en todo cuanto hacía el pianista.

Esto comprendía principalmente la descomunal investigación que Norman volcaba en escritos a los que nosotros conocíamos internamente con el nombre clave de “los papeles de Norman”, documentos que ahora estaban en poder de una niña de nombre Esperanza. Y esto, José lo sabía y así se lo había contado al Amo a quien esos papeles, por alguna particular razón, le quitaban el sueño.

No había pasado mucho tiempo del momento en que Manzanares había desertado de la organización comandada por ése a quien llamaban El Mago. Un siniestro personaje que solía presidir esotéricas reuniones de su organización en una lúgubre mansión de Staten Island.

La mansión era un monumento a las películas de terror, y el Amo se encargaba de fomentar esa percepción que alimentaba el temor en sus visitantes.
El cubano, por su parte, sabia que su vida tenia fecha de expiración al haber abandonado la secta intempestivamente sin darle explicaciones al Supremo.
El castigo por una acción como esa era una penosa, larga y dolorosa muerte a manos de los medievales torturadores de los que disponía el Amo para castigar a los díscolos.

Pero ahora, el cubano disponía de una carta ganadora, un radiante As bajo la manga que, creía él, le permitiría sobrevivir al castigo y ganar inmediatamente el favor de su jefe.

Había llegado al fin de una larga pesquisa que había comenzado en lo que fue el departamento de Norman, en su vecindario, y había continuado por rastrear a la mujer que el pianista había rescatado de la calle y llevado a vivir, junto a su pequeña hijita, al edificio que estaba detrás del suyo. 

La investigación de Manzanares había continuado con el último trabajo de esa mujer en la ciudad de Nueva York y allí le habían informado sus ex compañeros que ella había renunciado para irse de la ciudad tras la trágica y violenta muerte de Norman.

Aprovechando sus psicopáticas dotes actorales, Manzanares lograba convencer a cualquiera de que a él lo movían solo las buenas intenciones y así se enteró de un dato crucial: María tenía en ese trabajo una gran amiga, tan cercana que todos los demás operarios imaginaban que era su pareja. Al preguntar por ella fingiendo curiosidad, José se enteró que esa mujer, de nombre Amanda, también había renunciado y se había ido a un rancho que tenia su familia en Monument Valley, Utah.

Lo único que tenia que hacer era viajar a ese lugar y tratar de averiguar en el pueblo el paradero de Amanda, María y Esperanza y así fue que lo consiguió.
Mientras pensaba en esto no dejaba de mirar su boleto a la vida, su salvoconducto a la supervivencia: un escueto pedazo de papel en el que se podían leer tres nombres y una locación: “Amanda – Maria – Esperanza – Utah”
 
Había encontrado el paradero de “los papeles de Norman”, que tanto ansiaba poseer el Amo. Solo era cuestión de decírselo al Supremo, ser perdonado y finalmente ir a buscarlos. Y ya que estaba ahí, matarlas a las tres, como le gustaría al Amo.

(Continuará)

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