Una historia tan tierna como absurda sacude a Mendoza: Juan, un pato doméstico conocido por su andar en la zona céntrica de la ciudad, fue denunciado por supuestamente atacar a perros en la vía pública. La Municipalidad respondió con una orden firme: el ave debía ser retirada de inmediato del lugar, desatando una ola de reacciones de los vecinos.
La denuncia, presentada de forma anónima, apuntaba a un incidente viralizado en TikTok, donde se lo ve a Juan picoteando la cola de un perro. A partir de ese episodio, el municipio resolvió que debía dejar la vereda de la florería donde convivía con su dueña y dos perros salchichas, siendo trasladado a un corral rural en Maipú.
Margarita Flores, su dueña, contó con pesar cómo fue separarse de su compañero: “Lo retiramos dentro de las 48 horas que nos dieron. Después, la gente empezó a preguntar por él. No podían creer lo que había pasado”, relató en C5N. La reacción fue inmediata: más de 8.000 personas firmaron una petición para que el Juan regrese a su hogar.
El caso tomó otra dimensión cuando el abogado Óscar Mellado, especialista en derecho animal, se ofreció para representar legalmente al ave. Mellado presentó un recurso de revocatoria ante la Municipalidad, argumentando que Juan “es un ser sintiente, emocionalmente adaptado a su entorno urbano y con derecho a permanecer allí”.
La legislación argentina no contempla sanciones directas para animales por agresiones, sino que las medidas suelen dirigirse hacia sus tutores humanos bajo el principio de tenencia responsable. Sin embargo, este caso abre el debate sobre cómo se deben manejar situaciones que involucran a animales no humanos con vínculos fuertes con sus dueños y pasan su día en la vía pública.
Desde el municipio, la Secretaría de Ambiente justificó la decisión apelando al “uso adecuado del espacio público” y al riesgo potencial que representa un animal suelto en una zona tan transitada. Pero los vecinos no aceptan esa explicación: para ellos, Juan es más que un pato; es parte del alma del barrio.
Mientras tanto, Juan permanece confinado en un corral improvisado, lejos del centro que lo vio crecer. Su dueña asegura que no se adapta a la vida rural y que extraña su día a día junto a ella. “Dormía en los pies de mi cama. Era parte de mi vida. No molesta a nadie. Solo quiero que vuelva”, contó muy sentida Margarita, con la esperanza de que la justicia escuche su reclamo.