Todo comenzó con la voz de un vecino de Ingeniero Jacobacci… y un tren. En 2009, un grupo de estudios e investigadores de la región recibió el dato sobre la existencia de un vagón abandonado a 20 kilómetros de la localidad rionegrina, perteneciente a la desaparecida empresa estatal Ferrocarriles Argentinos. En su interior, descansaba una gran cantidad de documentación que, luego de un intenso trabajo de restauración y clasificación, hoy permite reconstruir parte de la historia y la identidad de la región.
La docente e investigadora en Bariloche, Pilar Pérez, encabezó uno de los proyectos que trabajó sobre el rescate de esta correspondencia. “Un punto muy importante es que esa documentación esté cerca de aquellas personas que son familiares de ese material, que pueden encontrar a sus parientes, y darle un sentido de valor, producto de la importancia que ha tenido el ferrocarril en la creación de la comunidad”, destaca.
La historia en un vagón
Hace más de 15 años, fue el Instituto de Investigaciones en Diversidad Cultural y Procesos de Cambio (IIDyPCa) de la Sede Andina de la Universidad Nacional de Río Negro quien recibió la alerta sobre el vagón con documentos fechados entre 1930 y 1960. “La iniciativa comenzó con ese llamado al instituto, donde sigo trabajando hasta hoy. Un vecino nos contó que había un vagón con papeles abandonado en las afueras de Jacobacci”, recuerda Pilar.
“La propuesta nos generó mucha curiosidad. Nos pareció una oportunidad para trabajar sobre el valor patrimonial de los archivos. Armamos un proyecto con docentes y nodocentes, y sumamos a estudiantes que estaban muy interesados. Fuimos, y lo que encontramos nos sorprendió”, relata.
“Ya íbamos preparados: sabíamos qué desinfectantes usar antes de ingresar al vagón y manipular los documentos, porque suelen estar contaminados con ácaros y microorganismos que pueden ser perjudiciales. Esa primera expedición fue muy enriquecedora: entendimos todo lo que necesitábamos aprender y surgieron propuestas colaborativas muy valiosas”, detalla.
Con barbijos, guantes y el cuerpo cubierto, tras abrir el vagón por primera vez, comenzaron con el traslado del material hacia un depósito destinado para el trabajo. “Allí comenzamos una primera organización e identificación del contenido. Nos contactamos con gente de la Universidad de Córdoba, que nos ofreció un taller para aprender a producir cajas especiales para archivos. Ese fue uno de los primeros pasos en la preservación y conservación del material”, explica.
Entre los documentos recuperados se identificaron boletines de la empresa, registros de maquinistas, notificaciones, avisos internos y documentación contable relacionada con el transporte y las empresas conectadas por el ferrocarril en la región. El archivo abarca un período clave: desde la década de 1930 hasta 1960, cuando se produce la estatización del sistema ferroviario. “Eso también impacta en cómo se concibe la comunicación interna de la empresa, y eso queda reflejado en estos papeles”, analiza la investigadora.
El rol de la historia, los archivos y los estudiantes
“El trabajo del archivero no consiste en conocer todo el contenido, sino en poder darle un orden”, explica Pilar en su rol como historiadora. Y subraya: “El valor de este material es enorme, no sólo ahora, sino también a futuro. Sirve para investigaciones, reconstrucciones históricas, proyectos literarios o artísticos”.
El proyecto involucró activamente a docentes, nodocentes y a más de 50 estudiantes de Antropología y Letras de la Universidad Nacional de Río Negro. “Algunos participaron en la etapa de rescate, otros en tareas de conservación, y también hubo quienes se abocaron a la dimensión intelectual o comunicacional”, describe. El equipo se completó con profesionales de distintas disciplinas: biología, bibliotecología, historia, antropología. “Cada mirada aportó algo distinto y enriquecedor al proceso”, afirma.
También fue clave la colaboración con el Archivo General de la Nación, que desde 2010 aportó capacitaciones y asesoramiento técnico. “Vinieron a dar talleres y charlas sobre el potencial de los documentos y su valor para el resguardo de derechos, la transparencia en la gestión pública, la reconstrucción de historias comunitarias o trayectorias de vida personales”, señala.
Lo que viene: devolver la historia a su comunidad
En esta nueva etapa del proyecto, se plantea la restitución del archivo a Ingeniero Jacobacci. Para Pilar, esto tiene un valor fundamental: “Es muy importante que la documentación esté cerca de quienes tienen una relación directa con ella. Hay personas que pueden encontrar a familiares entre esos papeles. El ferrocarril fue central en la construcción de la comunidad y este archivo lo refleja”.
Desde el punto de vista técnico, aún queda mucho por hacer. “Son alrededor de 70 cajas; de ellas, solo un 20% ha sido clasificado. Falta avanzar en la organización y descripción completa del material”, advierte la docente.
Y concluye: “Desde la universidad seguimos impulsando talleres, grupos de trabajo y acciones que permitan garantizar el acceso a este archivo. La idea es seguir produciendo conocimiento colectivo, y abrir las puertas para que esta historia pueda volver a contarse desde su propio territorio”.