Nido Antihéroes

Martín Muñoz, el hombre que fue y vino mil veces

The Llama Man es todos los delirios que nunca hemos tenido el coraje de cometer. Por eso en su nombre duerme una llama eterna.
viernes, 15 de febrero de 2019 · 13:42

Por Mime Mascaró

Un yellow cab cruza en silencio la 5ta Avenida. A nadie parece sorprenderle que por su ventana entreabierta emerja el cuello suave y peludo de una llama. (Claro, son los años ´70 y New York es un jungla).El taxi llega a destino:Orchard Street, 108 . La llama no viaja sola. Martín Muñoz paga el viaje y ayuda a bajar a su compañera y socia,  la Chiqui.

Foto: Pronto Martín se volvió una celebridad en New York. "La gente cree que yo solamente soy un excéntrico. Pero en realidad soy un centro de información que camina” @newyorkermag 1980's.

Martín es un inmigrante argentino, mendocino, para mayores referencias; que comenzó su travesía viajando en un camión de papa desde su Mendoza natal, con U$S 800 en su bolsillo, un pasado pesado y pisado y no mucho más que con eso.

Hoy - ya de vuelta a Mendoza y en la vida - desde Alvear, construye la primera biblioteca popular inglesa de la Patagonia con los libros que fue recolectando después de su exilio de cazador de tesoros de 30 años.

Foto: El artista trajo más de 20.000 libros desde EEUU para construir la 1ra biblioteca Inglesa de la Patagonia. Cada uno de ellos, fue rescatado del abandono de las calles neoyorkinas.

Locomio  

Él no es Polifacético. Él es caleidoscópico. Hablar con él , es ver desde él. Él no narra. Él muestra. Y lo que se ve no es de este mundo. Es el universo que nace en su estela. Una dimensión paralela mezcla de circo beat y criollo donde un gaucho maneja un carruaje victoriano del 1800 con un forzudo y aceitoso Arnold Schwarzenegger y los cientos de besos de las señoritas que lo acompañan. Un love parade de Jack Palancey sus aunque usted no los crea -del que prontamente Martín sería una estrella más-. Una fanfarria xanadú de camiones de papas y de viajes a las estrellas, de griegos locos, generosos y puteadores; de cumpleaños eternos para caballos poco salvajes, y de un artista urbano, como él, que hizo de su propia vida su obra maestra.

Foto: Martín también es pintor. En su obra Luna Llena sublima sus días y sus noches en la gran manzana.

No te quedes inmóvil al borde del camino

“La vida es un desastre para los pobres” pensó y se fue de Argentina. Eran los ´70.

Trabajó , ahorró, mangueó y se coló. Básicamente ésa fue su rayuela hacia norteamérica.

Él había puesto un cartel de “se hará lo que se pueda” sobre su destino, y pronto terminaría haciendo y siendo todo lo que pudo. Manejó un carriage en el Central Park, fue una atracción de las calles del Wall Street, cazó tesoros, rescató libros, fundó su propia biblioteca.

Foto: Su casa en Conesville, New York. También es galería de arte y casa de antigüedades. “Mi hogar está íntegramente hecho con objetos reciclados”.

Pero esta celebridad urbana, estrella de talents y freaky shows, no llegaría siendo la atracción central del zoológico humano del New York de los ´70. Su camino a la fama estaría plagado de prueba y error.

“Los primeros tiempos fueron duros, yo me quería volver,vivía en  lugares llenos de cucarachas. Me propuse quedarme hasta poder devolver el dinero del pasaje que me habían prestado. Después, empiezo a pasar por la tristeza de cortar con el país de uno, el vínculo con tu país, hasta que un día me preguntaron: ‘ y vos qué ¿te querés rajar? ¿ y para qué carajo querés volver a la Argentina?´”. Entonces recordó el cuartito donde vivió sus últimos días en nuestro país, y se dio cuenta que en ese momento, no tenía por qué carajo volver. Y se quedó.

Foto: Martín y su circo criollo-xanadú.

Usted es un boludo  

“Usted tiene un problema, usted es muy boludo” le dijo el griego loco y cabrón que terminaría siendo su Yoda en esta historia de plazas, mateos y estolas de visón. Él parecía saber todos los secretos del Universo, o al menos los de Central Park donde los dos paraban para levantar pasajeros para los carruajes turísticos que ambos conducían.

Un día, Martín, cansado de ver pasar posibles clientes y de ser ignorado, acudió al gringo por consejo. “Yo lo ayudo. Usted invíteme una cena”, le dijo. Y así hicieron.

“Háblele a la gente del caballo, a la gente le gusta saber del caballo. Si la mujer va adelante caminando, hable con la mujer, si va el hombre, hable con el hombre”, recuerda hoy Martín de algunas de las enseñanzas. “Armé mi personaje, me vestí de indio, le puse luces al carriage, inventé una historia para mi caballo y decidí que todos los días serían su cumpleaños, porque así las propinas eran mayores.”

Así conoció la mafia, los dealers, vivió mucho la noche, mucho, hasta que dijo: “Tengo que parar, tengo que hacer otra cosa”.

Foto: Ilustres y desconocidos. Desde Johnny Weissmuler (el primer Tarzán) hasta Arnold Schwarzenegger. Todos pasearon con él.

La llama que llama

“Después de emigrar de la Argentina rural, aterrizó en la ciudad de Nueva York y se lo conoció como ‘El Hombre Llama´ por caminar por Manhattan con su llama Chiqui y vender polaroids a los turistas junto al animal. Más tarde se instaló en las montañas Catskill, donde renovó un granero en su casa con materiales reciclados, donde tiene su huerta, pinta y alberga su tienda de segunda mano y su galería. Desde la década de 1980 ha recolectado 20.000 libros y, en 2015, a la edad de 74 años, los llevó personalmente a Mendoza, Argentina, y creó una biblioteca en inglés”, extracto de su biografía oficial de su web personal www.thellamaman.com.

Actualmente el documental, The Llama Man, dirigido por Otto Ohle, es la historia del artista Martín Muñoz y su proyecto de construir una biblioteca inglesa con su colección personal de libros reciclados de Estados Unidos.

“Este país tiene la mente aplastada. Somos colonia y no lo sabemos. La gente no va a la biblioteca. No hay espíritu. Hice todo tipo de difusión pero la gente no va. Hasta un día me paré en el colectivo a invitar a todos los pasajeros; dicen ‘qué lindo´ pero no van”.

Foto: Martín espera ansioso la llegada de lectores a su biblioteca en Alvear, Mendoza.

Infancia

De chico Martín aprendió a leer y a escribir como un grande, trabajando.

Su madre tuvo que dejarlo al cuidado de una familia en Alvear, Mendoza y ahí “Aprendí a leer gracias a que cada mañana tenía que desatar el sulky de los Greulach y por la tardecita volverlo a atar.”

Hoy ,74 años después, los sulkys y la lectura lo siguen acompañando. Los unos en dibujos y recuerdos, y la otra en los miles de libros que -expuestos en estanterías como trofeos- esperan a que llegue el momento de su gloria final: ser leídos por el pueblo de Martín, el pueblo que lo vio ir y venir mil veces.

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