Nido Antiprincesa

La fabulosa historia de la mujer de los 20.000 botones

Mirta y sus botones. Ella cree exponerlos en su Museo del Botón en Villa El Chocón. Y ellos, por las noches, cómplices se sonríen, dichosos de haber contado un día más la hermosa historia de una mujer patagónica valiente, libre, creativa, rebelde, sobreviviente y pasional.
viernes, 12 de abril de 2019 · 11:06

Por Mime Mascaró

 

No es lo mismo que vivir, honrar la vida

Nos gustan sus botones, pero ella; nos alucina. Mirta Palandri forma parte de la generación de mujeres fabulosas que lograron resistir los tiempos de los hombres y de las balas, y esas mujeres son estupendas. Tiene la sabiduría de las pacientes que resistieron el momento del mundo y de la aldea siendo ellas mismas. Tiene la humildad de creer que en su Museo sólo se aprende de botones.  

Mirta en uno de sus tantos viajes. De Ceuta a Marruecos cruzando la frontera caminando, rodeada de mujeres valientes. En busca de botones.

Quién pudiera vivir lo que sueñan sus botones

El próximo sábado 13 abril se celebra el 2 aniversario del Museo del Botón de Villa El Chocón. Una quijotada de Mirta.

Atraídas por la historia del primer y único museo de su clase en Sudamérica, llegamos hasta ella. Y aquí nos quedamos. Compartiendo con ustedes lo que nos llevó una Mirta comprender: detrás de una obra faraónica, hay -sin excepción- una faraona.

Fachada del Museo. Su sueño, su realidad. Este sábado cumple dos años.

A Mirta le tocó ser Mirta en una época espantosa de la Argentina, la dictadura militar. Su natural inclinación hacia el arte y sus manías, rechinaban los dientes y los miedos de quienes,queriéndola, le pedían que sea buena y que se portara bien. Y fue tan fuerte el mandato, que le llevó mucho coraje decir basta cuando llegó el tiempo de los malos que trataban mal.

Mirta estudió Trabajo Social, se recibió, se casó, formó una familia, trabajó en salud pública en Neuquén, fue distinguida internacionalmente por su enfoque sobre VIH SIDA y creatividad, se mudó, se volvió a mudar, se divorció, murió y renació, recorrió Europa, varias veces, a pie, a tren, a dedo. Y de cada lugar -de su vida y de sus viajes-, ella tiene un botón.

 

La ruta del botón

Rayuela cortazariana, cada sala de su museo nos habla de Mirta. De una forma desconexa y sin solución de continuidad, pero clarísimo y hermoso.

La visita comienza por la sala Belarmina: “Belarmina es el nombre de mi abuela materna.Hija de holandeses, es quien me alimentó la creatividad. Me hablaba de sus flores, sus flores eran personas para mí. Jugué mucho en su patio, con ella fui una niña feliz. Gracias a Belarmina conocí la creatividad que durante la dictadura tuve que dejar de lado, empezar una carrera, trabajar de eso, criar a  mi familia, y recién jubilada pude retomar esa cosa hermosa que me dejó. Viví unos meses en el norte de Holanda de donde era ella, anduve sus calles, anduve sus campos, sus molinos en bicicleta, me nutrió mucho.”

Vitral de Vilma Chiodin.

El recorrido por el Museo continúa en la sala Giorgio, en homenaje a Giorgio Gallavotti, su maestro y referente,el director del Museo del Botón de  Santarcangelo, en Italia ; museo al que Mirta ya visitó varias veces.“Giorgio es mi maestro. Él siempre dice que tiene angelitos que cada tanto le mandan botones insólitos. Yo siento que a mi me pasa lo mismo, yo tambien tengo un angelito que me manda botones.”

Luego, el paseo continúa por la sala Nacha en honor a su entrañable amiga y vecina “ De las pocas mujeres que vivimos en el medio de la nada, para algunos somos demasiado corajudas”.

“La sala Pepe es la última sala del piso de abajo. Pepe era mi papá , Juan José Miguel. Él es la razón por la que existe este Museo. Cuando murió mi mamá, él me entrega en una latita, los botones que ella había ido guardando a través de los años. Ahí estaban sus botones, los de mi nona, los de mi tía… Y le pregunto: '¿Y yo, qué puedo hacer con esto?´ Y él me responde, ' ¿Y porque no coleccionás botones?´ Así que donde él esté,  sé que está feliz de que yo haya logrado esta locura del Museo.”

En la foto, la madre de Mirta. "Existimos por que  se fue demasiado pronto". Ella y su padre, Pepe, son la razón del Museo. 

 

El recorrido ofrece un último espacio, en la planta alta: la Sala Barrilete Azul, un lugar lúdico donde ,por ejemplo, se recibe a los visitantes con un dispenser de medias, para poder descalzarse y disfrutar de todo tipo de experiencias creativas relacionadas a un botón “El nombre de la sala tiene que ver con la historia de un botón de Bariloche, que es la historia de un amor imposible, un amor clandestino, un amor hermoso. Esos amores que se viven a los 60 años . Una locura... encontrarnos acá, encontrarnos allá, los miles de kilómetros, todo valió para vernos. Una de las cosas con la que nos delirabamos era volver a nuestras infancias. Y entre esas charlas llega el recuerdo de un barrilete azul. Entonces, yo decido regalarle un barrilete, pero él nunca se lo pudo llevar . Quedó en mi casa. Poner a esa sala Barrilete Azul tiene que ver con ese delirio, con ese amor a la distancia. Todavía sigo mirando al cielo, buscándolo. Aún extraño a mi aviador”.


La sala Barrilete Azul sublima una historia de amor. En el Museo, una foto de una vista aérea del Museo y el Chocón, regalo de un "aviador".

 

Vestíme despacio

Cada botón de Mirta despierta los sentidos en todos los sentidos. ¿Qué significan? ¿A qué saben? ¿Qué saben? Los de cristal de bohemia remiten necesariamente a lo que fue la Europa del Este, hasta hace unas décadas.Los de madera, a los artesanos de la Cordillera.Sorprenden a la vista, por su particular diseño y colores los hechos por Ahmed, en plena Medina de Tetoan, Marruecos, norte de África.Brillos, destellos, y más brillos surgen de los realizados por la empresa Swarovski, en Austria, con cristales tallados, verdaderas joyas.Ternura.... enorme ternura del botón de nácar que perteneciera a Don Jaime de Nevares, primer obispo de la Diócesis de Neuquén.Un botón importante por su historia es uno de metal dorado, ubicado en un soporte de la Sala Belarmina. Perteneció a un soldado inglés que luchó en la Segunda Guerra Mundial. Otro es uno pequeño, azul, de nácar, vino de Bariloche. Fue parte de una hermosa historia de amor. Otro muy interesante es uno de ébano, hecho por un migrante de Senegal en una plaza de Granada."

"Santuario de botones, con las piezas que nos envían para ser protegidas" Mirta.

 

"En verdad...... el Museo tiene miles de historias detrás de cada pieza.Uno del zorro del Principito, lo traje de Lyon (Francia), ciudad donde nació el autor del libro, Antoine de Saint Exupery. Botones bordados a mano por la artista brasilera Vánia Gaviao(...) En 2011 hice el Camino de Santiago de Compostela, en España, así conocí a un artista de la madera, que hacía grandes esculturas, pero nunca había hecho un botón. Ese día él me hizo uno, en madera de boj, un árbol típico en esa zona, que aquí se conoce como siempreverde. Este botón hizo varias etapas mas de mi peregrinaje, primorosamente guardado en mi mochila.”

Detrás de Mirta, la plaza de Granada, donde minutos después conocería al artesano senegalés que le creara un botón de ébano.

En caso de amor, oprima el botón

Actualmente Mirta trabaja en la creación de una serie especial de botones, “De Amores y desamores”, con los botones de los romances y las historias de amor que vivió en su vida: “El Catálogo está en etapa de preparación, próximo a ser expuestos. Hay piezas que remiten al amor con quien formé una familia y tuve mis hermosos hijos.También a un amor intelectual, que me fabricó y regaló un botón con cemento quirúrgico. Otro, de madera, hecho a mano con un cortaplumas, por un compañero de viajes en autobús, auto-stop......Y otros de algún que otro amor de algún viaje.”

 

Algo en tu cara me fascina

Mirta toma sus 60 años y su mochila y sale sin rumbo a recorrer el mundo buscando botones.

Mirta forma parte de la generación dorada de mujeres fabulosas que lograron resistir los tiempos de los hombres y de las balas, y esas mujeres son estupendas. Hay algo en ellas que las hizo resistir, existir. Morir y renacer.“Para las mujeres el mundo es difícil, y el mundo de la emprendedora lo es aún más. Por eso el día que inauguré el Museo una niña tocó en violín el Himno de la Alegría.”


 

 

 

 

 

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