Nido de las palabras

La puerta cerrada a la lectura

“A simple vista, nadie parece tener en cuenta que la audiencia juvenil que está en una escuela es una fábrica de posibles jóvenes que amen la lectura” asegura Juli Ninno que en esta nota analiza, en voz alta, por qué sus compañeros de escuela salen corriendo cuando se les impone una lectura.
miércoles, 21 de agosto de 2019 · 12:42

Por Julieta Ninno, lectora y reseñadora de libros de literatura juvenil. Ganadora del Premio Blogger de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires 2019 por su Blog Mi universo literario writer”.

Los libros son puertas. Es posible que hayan escuchado que “los libros abren puertas”, pero no es a lo que me estoy refiriendo. Es posible que cada uno de nosotros encuentre una puerta diferente, de manera diferente, en un escenario diferente. Algunos de nosotros encontramos nuestra puerta a la lectura de pequeños, mientras que otros tal vez lo hagan a los 60 años. Si somos lo suficientemente afortunados, podremos cruzar el umbral hacia los libros. Tal vez sea con una novela clásica, con un poemario, o con un libro infantil. Y será suficiente.

Lamentablemente, ese escenario hecho de polvo de hadas seguramente te hizo fruncir el ceño. Vamos, ¿cuántos hablan de haber experimentado algo como eso? De alguna manera, mi relato de encontrar una pasión por la literatura suena extraño, osado y ridículo. ¿Por qué? Sucede que la mayoría de las personas nunca llega a encontrar esa puerta a la que me refiero. Esto se debe a que la misma no es una puerta abierta que simplemente tenemos que cruzar, sino una que se encuentra cerrada. Abrirla, como verán, es una operación completamente diferente y no es lo mismo que dar unos pasos y cruzarla. No es así de fácil. Entonces, todo esto es mucho más trabajo.

Las palabras “los jóvenes no leen” se han hecho un lugar en nuestra sociedad. Se dice que los jóvenes rara vez ABREN esa puerta. Rara vez intentan ver qué hay del otro lado porque su conocimiento previo sobre lo que encontrarán no es algo que los desespere. Esas ideas erróneas y mal informadas de lo que hallarán al leer un buen libro mantienen la puerta cerrada en más de una ocasión. Porque los libros que los jóvenes leemos en la escuela suelen alejarnos de la lectura en vez de invitarnos a ver qué hay del otro lado.

En clase, 99% de lo que leemos son clásicos. No es que estos libros no sean lo que deberían, porque lo son, pero los alumnos no sienten que sean tenidos en cuenta. Nunca sentí que el sistema educativo nos tuviera en cuenta como posibles lectores, incluso cuando lo que nos dan para leer es ofrecido bajo la supuesta excusa de hacer justamente eso. "Vamos a leer Fahrenheit 451 de Ray Bradbury y Rebelión en la Granja de George Orwell porque TIENEN que leerlos,” dicen las instituciones. Por supuesto, aquellos ávidos lectores adoran leer esos libros de todos modos, pero no se toma en cuenta que no a todo el mundo le gusta leerlos. Y aun así, estos clásicos son forzados dentro de la mente de un alumno con la esperanza de que hagan una diferencia. A simple vista, nadie parece tener en cuenta que la audiencia juvenil que está en una escuela es una fábrica de posibles jóvenes que amen la lectura. Muchos son ahuyentados por libros densos y aburridos, y no por la naturaleza de dichas novelas, sino por un sentimiento de obligación. 

“Habrá una prueba de este libro. Me dijeron que tengo que leer 1984 de George Orwell porque así debería ser. Leer este clásico es una obligación bajo la excusa de que tal vez me guste la lectura, pero está teniendo el efecto opuesto”. Eso es lo que dicen los jóvenes. “No nos dan literatura juvenil, lo cual indica que no piensan en nosotros”.

La manera en la que vemos los libros termina cerrando la puerta a la lectura de miles de jóvenes. Esa imagen que nos hace caminar en la dirección opuesta no es una que ideemos nosotros solos, sino aquella que asociamos a los libros que leemos en la escuela. Por supuesto, esta no es una verdad única. Muchos colegios enfrentan realidades diferentes, muchas aulas experimentan sus clases de distintas formas. Lo que sí he descubierto como joven lectora que ve a sus compañeros huir de la puerta a la literatura que yo he encontrado es lo siguiente: esta generalización refleja la verdad de más de un joven. No de todos, pero de varios. Resulta preocupante que la puerta a los libros haya dejado de ser esa “invitación” que se dice que es, para convertirse en una rareza o realidad inusual en la vida de un joven que sí lee.

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