Nido Antiprincesa

La flor más bella

Se levanta de su silla y lo primero que muestra es una gran sonrisa. Deja el tejido de lana sobre una pequeña mesita-mostrador (está convirtiendo un chal, en chaleco) y amable, saluda. Dispuesta a la gentileza, con su pequeña estatura y su sonrisa plena, llena todo el espacio de buena vibra. El viaje entre las flores viene después, porque lo más lindo del puesto Girasoles es, sin dudas, ella.
viernes, 6 de septiembre de 2019 · 18:44

Por María Marta Martínez

Cuenta que ayer mismo le llevaron de regalo un café, un alfajor y chocolates. Fue un enfermero que siempre le compra flores. “El viene y me charla, me cuenta de su pareja, de la madre. Y me dijo: ´me acordé que usted debe tener frío´. Yo los escucho a todos, converso con ellos un rato y se van contentos. Después vienen a decirme: ´Me trajo suerte, conseguí trabajo´. O los vendedores ambulantes dicen que el día que vienen y charlan conmigo, ese día venden todo. Parece que traigo suerte (risas). Me pasan esas cosas que son lindas y gratificantes para uno”. 

Así comienza la charla con Nora Nuñez. Ella tiene 69 años, es jubilada, madre de 3 varones y abuela de 2. Es una mujer cálida y naturalmente sonriente y predispuesta a la gentileza. Hace 15 años que atiende el puesto de flores “Girasoles”, el más antiguo de la Ciudad, ubicado en el corazón del centro neuquino. Cuando le preguntan a qué se dedica, ella responde con naturalidad: “A las flores”. Y cuando se despide, con un sincero “que te vaya bien”, nos augura buena suerte.

Foto: ella es Norma, lo más lindo del local de flores. 

Tomar la posta

Cuando su marido estaba a cargo del puesto, Nora no le dedicaba mayor atención. Fue docente de Plástica, trabajó en una escuela para sordos y fue maestra especial de la Escuela Especial N°1 hasta que se jubiló. Luego se dedicó a la familia. Cuando su esposo fallece, hace 15 años, Nora le dijo a sus hijos, ya grandes:
- "Tomen la llave del puesto y entréguenlo. Yo lo no voy a atender", no quería saber nada.
- “Mamá, ¿qué vas a hacer todo el día en casa? No lo entreguemos. Vamos, lo pintamos y abrí”, le decían sus hijos.

Así, le mostraron que había otra forma de darle continuidad a lo que hoy es el puesto de flores más antiguo de Neuquén. “Fuimos a comprar flores, las  pusimos acá y empecé a atender a la gente (risas)”, recuerda de sus inicios.

Foto: el puesto de flores queda en pleno centro de la ciudad de Neuquén, sobre la avenida principal.

“Cuando mi marido estaba enfermo, me explicó a dónde ir a comprar las flores. Él sabía mucho pero yo de flores no sabía nada (risas). Estuvo bueno. Me vino muy bien. ¿Qué hacía yo, con 55 años, en mi casa sin hacer nada? Y aprendí a los ponchazos. De a poco me fui interiorizando de las flores, cuánto duran, cuáles comprar”.

Hoy, Nora ya tiene una clientela fija, sabe mucho de su negocio y sobre todo, disfruta estar allí aunque asegura que el día que compra rosas es “un garrón” porque no le gusta nada limpiarlas. “Hay que sacarle una por una las espinas. Eso es lo peor”, pero todo lo demás es lo mejor.

Foto: toda la decoración del puesto la hace Nora. Desde pintar los girasoles gigantes que están en la entrada del puesto, escribir las frases de los pizarrones, hasta las guirnaldas con retazos de tules que dan color a todo el local.

"Lo bueno es que los horarios los pongo yo. Vivo acá en frente entonces miro por la ventana. Si hace mucho frío, vengo más tarde. Abro tipo nueve y media (-en verano abro más temprano-, aclara); cierro a la una y me voy a casa a comer lo que debo comer y a ponerme la insulina porque soy diabética. Y después vuelvo a las 16 hasta las 18.30 más o menos”, detalla.

Ahora, en pleno invierno, pasa gran parte del tiempo sentada al lado de la estufa del puesto y, a pesar del frío (o del calor en el verano) no deja un instante de sonreír. “Me abrigo bien porque no le podés poner calor a las flores. Me tomo unos mates, mis hijos me pasan a ver. También tengo muchos amigos que pasan. Lo más lindo es que la gente charle conmigo, me cuentan toda su vida”.

“Es un hermoso trabajo. Creo que estaba preparado para mí, yo estaba predestinada a terminar acá. Voy a cumplir 70 años y me gusta lo que hago y voy a estar acá hasta que pueda”, concluye.

Una flor para otra flor

Anécdotas, tiene miles. Pero, rápidamente, selecciona dos de ellas y cuenta que llevan muchos ramos armados principalmente para conquistar: “vienen las chicas de comercio, que me las conozco a todas, y me piden que les arme un ramo y que les escriba la tarjeta que diga: ´de un admirador para fulana´. Y ellas mismas se mandan el ramo así cuando van a la casa le dicen al marido: ´mirá lo que me regalaron´, a ver si así, algún día se acuerdan de llevarles una flor (risas). Esas cosas pasan siempre. A muchos les escribo las tarjetas”, cuenta entre risas.

“También han venido señores a pedirme que les haga un ramo bien grande y lindo: ´póngale todo lo que usted quiera´, me dicen.  Y después me da la bronca porque cuando se lo entrego, quedan encantados, pero me piden además una rosa de éstas (señala una rosa solitaria envuelta en papel celofán y recrea la situación):

- "Para llevarle a mi señora", dice el señor.

- "¿Y el ramo?", dice Nora.

- "Es para una amiga", retruca el hombre.

Floricienta

En estos 15 años que lleva vendiendo flores, asegura que el negocio va muy bien. A pesar de que no hay una cultura instalada de comprar flores porque sí, ella ya tiene una clientela de años pero nota que los jóvenes compran más que los grandes.

También explica que no hace coronas para funerales, por ejemplo. O que no compra claveles porque “están muy relacionados con el cementerio. Yo vendo cosas para alegrar. Muchos llevan la casa porque dicen que oliendo las flores se sienten bien. Hay una chica que siempre lleva 5 flores porque en casa son 5, y ella las coloca en un lugar especial y me cuenta que no se ponen feas”.

Foto: El perro. “Ese me lo trajo un amigo que tiene una florería, para ver si acá se vendía. Pero son cosas caras. Y ahí quedó. A todos les llama la atención, hasta a los perros de verdad que me hacen reír cuando a veces lo torean”.

Este trabajo también le permite explotar su costado creativo cuando tiene que armar algún ramo a pedido. “Trabajo mucho con cumpleaños de quince, casamientos. Y para hacer los ramos grandes tengo que elegir los papeles por eso primero le pregunto al cliente para qué evento es, pregunto el color del vestido, cómo va a estar decorado el salón. Ahora tengo que hacer uno azul porque la chica se va a vestir de ese color. Y bueno, lo vas armando en función de lo que te pide la gente”, explica.

Flores para el altar 

“Llevo siempre flores a mi casa. Me gustan todas. Llevo fresias cuando aparecen, me gustan muchos los jazmines porque son muy aromáticos, llevo de todo pero ahora llevé gerberas. Y las tengo en el comedor, en un rinconcito donde está mi virgen y mi esposo. Ahí las pongo. Para mí regalar una flor significa ni más ni menos que regalar cariño”, concluye. 

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