Nido del Cielo

La hermosa historia del hombre cóndor que toca la flauta antes de volar

Fabrizio es el primer hombre cóndor en volar desde la aguja Guillaumet. Minutos antes de convertirse en historia, sentado en la penca patagónica, pudo como pudo sacar su flauta y tocar la más dulce canción en memoria de todos a los que se les fue la vida intentando volar.
jueves, 19 de marzo de 2020 · 00:00

Fabrizio Maffoni es un hombre cóndor. El primero en volar con su parapente desde la cima de la aguja de Guillaumet del Fitz Roy en la Villa de El Chaltén. Minutos antes de convertirse en historia, sacó su flauta y comenzó a tocar el réquiem más hermoso y dulce en memoria de todos a los que se les fue la vida intentando llegar hasta ahí. 

“Una vez en la cumbre saqué mi flauta, una quena peruana, hace 7 años que la llevo, siempre ha sido mi instrumento portátil y me ha regalado muy lindos momentos en la montaña. Siempre sentí que es un instrumento para el aire libre, para  espacios abiertos, un instrumento que necesita del aire, y con el eco con las montañas es maravilloso. Siempre que estoy en la naturaleza la toco. Me gusta esa cosa de tocar con los pulmones,es un sonido que viene bien de adentro...Hay varios amigos muertos en la montaña, y es un homenaje”.

En cada cumbre, su música de aire.

 

Escaleras al cielo

Oriundo de Mendoza, también de Neuquén y de Río Gallegos, Fabrizio llegó a Francia por una historia de amor. 

El amor terminó, pero Francia continuaría.

Su vida siempre estuvo atravesada por las cordilleras. Patagónica… francesa...montañas, agujas, cimas… donde fuera, siempre había un Fabricio intentando tocar el cielo con las manos.

El guía de montaña ahora vive en Chamonix (Francia), y en la ciudad trabaja haciendo todo tipo de trabajos verticales. “Usamos las cuerdas, nos colgamos de los edificios, en la construcción, en donde sea, en antenas , a instalar, conectar, limpiar, o lo que sea”; mientras continúa preparándose para su próximo vuelo de pájaro. 

Vivir para escalarla. 

 

Fabrizio y sus montañas de acero y vidrio.

“Estudié mucho, leí mucho, medio obsesionado con el asunto, me metí a fondo. Y siempre con las ganas presentes de volar en la Patagonia. De hacer cosas nuevas en la Patagonia. Cosas que alguien no había hecho antes. La Patagonia, un lugar tan conocido por sus vientos fuertes, me lo proponía como un gran desafío”.

 

El que no salta, no vuela

El fenómeno de los hombres pájaros y sus "Saltos Base" (saltos extremos al vacío) es un fenómeno mundial. El avance del desarrollo de los accesorios han permitido que este deporte extremo se difunda cada vez más. “La evolución de la tecnología ha producido velas más compactas y ligeras, más maleables que permiten estos vuelos en montaña.” nos cuenta Fabrizio.

Los “Saltos de Base” consisten en saltar desde puntos elevados y planear antes de abrir un paracaídas o un traje especial alado. Sus adeptos hablan de una conquista de lo primitivo, de la idea de volar con el cuerpo sin estar mediados por casi nada. Los “Saltos Base” este verano tuvieron un despertar fenomenal en la Patagonia argentina, principalmente desde las cumbres de dos montañas: los cerros Torre y Fitz Roy. Y así fue como conocimos a Fabrizio. 

Un pasito palante...

Y a volar.

 

Un salto de fe

Fabrizio se convirtió , el pasado diciembre, en el primer hombre pájaro (así se los llama) en volar desde la cima la cima de la aguja de Guillaumet. Un salto de un manojo de segundos que le llevó toda una vida preparar y que le cambiaría la vida, el resto de su vida: “El desafío de hacerlo en la Patagonia fue entender las corrientes de aire, interpretar el viento, el viento que es tan fuerte normalmente y que las montañas son tan escarpadas y verticales, que generan laberintos que provocan muchas confluencias de vientos. La preparación a la experiencia fue en el Chaltén”.

Sus días previos al salto fueron cruciales: “Cuando llegué hubo días más o menos lindos para estar en las montañas, pero los aproveché para volar alrededor del pueblo .Desde un paradón que está enfrente del paredón de los cóndores hice algunos despegues un poco técnicos, y eso me dio mucha seguridad y la posibilidad de interpretar sobre las corrientes de aire y me reafirmó la confianza. En la Patagonia, la comunidad escaladora es muy cercana. Hay mucha camaradería y nos cuidamos mucho entre todos. Los preparativos para el vuelo fueron estresantes, la previa, armar los planes, ver la brecha, definir las condiciones, econtrar los compañeros, -porque al ser el único que volaba para ir a la montaña siempre hace falta un compañero- , para asegurarse, usar la cuerda, para progresar en la verticalidad, y en las rampas de nieve. Ahí me acompañó Paula Alegre (Rubita), una guía de alta montaña marplatense con mucha experiencia.” 

Después de los preparativos, llegó el momento de volar desde una penca Patagónica: “A la hora del despegue… el vuelo fue bastante estresante . El viento venía medio cruzado del sur , la orientación de la rampa por la que despegué es más hacia el Este , pero en un ciclo térmico -por el calor que se genera a través del sol en la cara este de la roca de granito- en este ciclo de viento que entra decido despegar. Consigo levantar la vela, porque el parapente necesita inflar la vela arriba de la cabeza y después lanzarse al vacío, (o la vela en algún momento junto a la pendiente te llevan a  despegar, o el mismo viento te levanta). Una vez en el aire fue bastante estresante, yo bajaba el equipo casi entero de nuestra cordada, bastante cargado en la espalda y tenía todas mis dudas de haber sacado buenas decisiones o no , en este tipo de vuelo de montaña nunca llevamos paracaídas de emergencia , y la vela con la que vuelo es superligera , volé con una línea cortada , una línea de frenos, que también en toda esta experiencia en Chalten había reparado varias líneas yo, había cortado varias, le había hecho varios tajos a la vela, y las había reparado. Y todo esto muy improvisado con nociones que yo tenia; pero esta autonomía en la Patagonia, no hay nadie que revise , controle o repare parapentes, hizo que fuera una experiencia bastante comprometida. Medio impulsiva , impulsada por este sueño de volar, ver todo desde otra perspectiva, esta sensación de adrenalina que nos fascina , nos pone , nos enciende, y de ver todos estos lugares desde otro punto de vista.”


No volar como volando

Fabrizio no utiliza el característico traje de ardilla, él vuela con parapente. Se para en contra del viento, levanta el parapente, hace que se infle y una vez lograda la sustentación, da unos pasos y se lanza a volar. No hay salto. Sólo  desplazamiento hasta que no hay más piso. Nada más el abismo. 

Para ser exactos Fabrizio no vuela. Es llevado por la corriente de aire, deslizándose y siendo deslizado por el viento. Como no vuelan, cuando vuelan, los cóndores del fin del mundo. 



 

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