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Jueves 30 de Octubre, Neuquén, Argentina
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El “santuario” de Maradona en Nápoles: el lugar donde Diego sigue vivo 

En el corazón del barrio más popular de Nápoles, una calle angosta se ha convertido en territorio sagrado donde millones de peregrinos llegan cada año para rendir culto a un dios que no se fue: Diego Maradona. Un periodista de Mejor Informado recorrió este "santuario", el segundo sitio más visitado de Italia, después del Coliseo Romano.

Jueves, 30 de octubre de 2025 a las 13:01
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Caminar por los Quartieri Spagnoli (Cuarteles Españoles), el barrio más popular de Nápoles ubicado en el centro histórico de esta ciudad italiana, es sumergirse en un laberinto de callejones estrechos donde las ventanas se tocan y la ropa cuelga como banderas improvisadas. Pero hay una calle, la via Emanuele de Deo, que tiene magia, late distinto. Algo cambia en el aire.

A pocos pasos, uno puede sentir y disfrutar, como nunca antes, el aroma a pizza y espresso, que se mezclan con una devoción que no entiende de fronteras ni de religiones. Ahí está él, el que cumplió nuestros sueños, el que celebramos y recordamos cada día y al que recordaremos siempre: Diego Armando Maradona. El 10 está ahí, pintado en la pared como si vigilara a todo un pueblo que lo convirtió en su dios.

El mural, nacido en 1990 de la mano del artista Mauro Filardi para celebrar el segundo Scudetto del Napoli, ya no es solo una obra de arte urbano. Es un altar. Un epicentro emocional que mueve multitudes. Millones de personas se detienen frente a su rostro para dejar una ofrenda, tomarse una foto o simplemente agradecerle. Y todo por un futbolista que transformó una ciudad entera en una religión.

En mayo, junto a mi esposa y mis dos hijos, (futboleros y maradonianos) decidimos adentrarnos en ese callejón que vibra con murmullos, cánticos y recuerdos. A un costado, los vecinos venden camisetas, llaveros, postales, rosarios y todo lo que uno pueda imaginarse con la cara de Diego. Los turistas llegan de todas partes: argentinos, turcos, colombianos, chinos, alemanes... Algunos llevan tatuada la 10; otros, una flor o una bufanda del Napoli, hay quienes la recorren con la camiseta de Boca, de la selección argentina. En una vitrina improvisada, un pequeño altar guarda fotos, velas, estampitas, banderas, botines. Todo convive en esa especie de santuario callejero donde lo sagrado y lo pagano se funden bajo un mismo nombre: Maradona.

A metros del mural principal, las tiendas del barrio exhiben con orgullo el rostro del Pibe de Oro. Una camiseta de 1987 cuelga junto a una bufanda con la leyenda “D10S vive aquí”. Todo es fervor maradoniano. Dicen desde la junta de Cámaras de Comercio italianas que la economía del barrio se revitalizó alrededor de este mito futbolero que no muere.

El recorrido, que nadie quiere que termine -uno hasta quiere quedarse a vivir allí- tiene algo de ritual. He visto gente santiguarse, otros cierran los ojos y murmuran palabras que son más plegaria que admiración. Un artista plástico -argentino-, pinta un nuevo mural y se escuchan los acordes de La mano de Dios. Miramos hacia la pared donde Diego, con la mirada serena y desafiante, parece devolvernos la fe. 

Los murales se multiplican, uno no se cansa de observarlos, de disfrutarlos, porque en cada uno de ellos se revive lo que Diego fue para cada uno. Pasan las horas y nada se aquieta en el santuario, las calles siguen desbordadas de personas, futboleras o no. 

Sabemos que no muy lejos de allí, ingresaremos a otro templo maradoniano: el Museo Maradona, custodiado por la familia Vignatti, que lo conoció en persona. En sus vitrinas descansan camisetas originales, los botines Puma del Mundial de México '86, la campera del mítico Live is Life, cartas, fotos y trofeos. Cada objeto tiene historia y cada historia, un pedazo de alma. El museo es una extensión del santuario: el lugar donde lo terrenal de Diego convive con lo eterno.

Luego de unas horas recorriendo la vida y los objetos de Diego, afuera, en este universo maradoniano, el cielo sigue gris, Volvemos a las calles, a descubrir nuevos murales, nuevos rostros del 10, a sorprendernos por las camisetas, banderas, carteles que cuelgan de los balcones de los Quartieri Spagnoli. Dicen que en Nápoles hablarle a Diego es natural como si se tratara de saludar a un vecino. 

El “santuario” de Maradona es un espejo donde Nápoles se reconoce: contradictoria, apasionada, fiel. Recorriendo la zona se puede comprender que Diego no fue solo un jugador, sino una promesa cumplida para una ciudad que aprendió, con él, que los milagros también pueden hacerse con una pelota. En esos muros, entre ofrendas y velas, el tiempo se detiene.

Ya alejado de los callejones, pienso que Diego encarnó la emoción más humana, la de un pueblo que encontró en él la posibilidad de soñar. Comprendo por qué Nápoles vibra con él y sigue escuchando el grito de sus goles, de sus días más felices. Es eterno y el mito no morirá jamás. Por eso, solo resta decir "Gracias por todo, Diego". 

El autor de la nota viajó a Nápoles en mayo de este año.

 

 

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