Cole Palmer pasó de conquistar el mundo con el Chelsea a ser recibido como un héroe en San Cristóbal y Nieves, el pequeño país caribeño donde nació su abuelo paterno. Tras su consagratoria actuación en el Mundial de Clubes, donde fue la figura de la final con dos goles y una asistencia ante el PSG, el mediocampista inglés eligió descansar lejos de los flashes, pero cerca del corazón.
Durante su visita, Palmer no solo se reencontró con parte de su familia, sino que fue recibido oficialmente por el primer ministro del país, Terrance Drew, quien lo homenajeó con una camiseta de la selección nacional y un cálido acto protocolar. En las calles, vecinos y aficionados celebraron su presencia con orgullo, reconociéndolo como “uno de los suyos”, pese a que gran parte de su carrera se desarrolló en Inglaterra.
A sus 23 años, Palmer atraviesa un presente soñado: figura indiscutida en el Chelsea y flamante campeón mundial, pero sin perder el perfil bajo que lo caracteriza. Lejos de los lujos, eligió caminar tranquilo por las calles de la isla, sacarse fotos con quienes se lo pedían y compartir tiempo con la comunidad que lo vio crecer desde lejos, pero lo siente cercano.
San Cristóbal y Nieves, un país de apenas 55 mil habitantes, vivió un momento especial con la visita de Cole. No todos los días uno de los mejores futbolistas del mundo pasa por allí, y mucho menos uno que lleva ese lugar en la sangre.
"Es un orgullo para nuestro pueblo que alguien con raíces aquí represente al mundo con tanto talento y humildad", expresó el primer ministro durante el recibimiento.
En tiempos donde el éxito suele venir acompañado de egos y extravagancias, Cole Palmer demuestra que se puede brillar en la élite sin olvidar las raíces. En su tierra, lo saben: el campeón del mundo es, antes que nada, orgullo local.