Dicen que el fútbol da revancha, pero en el caso del Pulga Rodríguez también da segundas, terceras y hasta cuartas vueltas. El tucumano de cuatro décadas, que había anunciado su retiro hace apenas unos meses, decidió darle otra vuelta al potrero y volver a ponerse la camiseta de Colón, el club con el que fue campeón en 2021 y que hoy pelea por no descender en la Primera Nacional.
Sí, volvió el Pulga y no para saludar. Firmó contrato por 18 meses, justo cuando el Sabalero necesita más que nunca un salvavidas con experiencia, carisma y algo de magia. O al menos un buen tiro libre al ángulo para calmar las aguas.
El regreso se oficializó este lunes, cuando Rodríguez llegó a Santa Fe junto a su histórico representante Roberto San Juan. Desde este martes, el crack comenzará a entrenarse con el plantel que dirige Iván Delfino, pensando en el partido clave del domingo ante Almirante Brown. Colón necesita puntos, goles y un poco de esperanza. Y si eso es lo que busca aportar el Pulguita.
El futbolista llega en buena forma física tras haber hecho pretemporada completa con Atlético Tucumán, club con el que rescindió contrato hace apenas unos días. Algunos dicen que nunca terminó de irse del todo. Otros, que se fue para poder volver mejor.
Luis Miguel Rodríguez es uno de esos jugadores que parecen hechos de otro molde. Campeón con Colón en 2021, máximo ídolo de Atlético Tucumán, ícono del fútbol del interior, y dueño de una zurda que envejece como el buen vino (aunque con más picardía que elegancia). Jugó también en Newell's, Central Córdoba, Gimnasia y otros equipos donde siempre dejó una gambeta o una frase inolvidable.
Mientras Colón atraviesa una situación compleja —mal en la tabla, con sanción inminente por el ingreso de hinchas en el duelo ante Mitre de Santiago del Estero y amenaza de quita de puntos—, el regreso del Pulga es más que un refuerzo. Es una declaración de principios. Un último baile con sabor a milagro.
Porque si hay alguien capaz de volver del retiro, del olvido o de la mitad de cancha con un golazo, es él. El que no se fue… solo estaba esperando el momento justo.