La batalla campal que obligó a suspender Independiente–Universidad de Chile se originó en la Tribuna Pavoni Alta, donde los visitantes robaron una bandera del Rojo. Desde allí comenzó una lluvia de proyectiles hacia los hinchas locales que ocupaban la bandeja inferior.
Según imágenes televisivas y testimonios de hinchas, los chilenos arrancaron butacas, lanzaron bombas de estruendo, botellas y hasta bolsas con excremento y orina. “Durante todo el primer tiempo recibimos piedras, bolsas de caca y de pis. Había gente cortada y se la bancó”, contó un simpatizante del Rojo.
Los incidentes obligaron a los hinchas de Independiente a retirarse de sus lugares, mientras en el sector visitante se multiplicaban los destrozos: incluso saquearon un depósito de limpieza y arrojaron los elementos encontrados al campo de juego.
Uno de los puntos más cuestionados fue la falta de intervención policial en ese sector. Según se supo, por una disposición de Conmebol la custodia estuvo a cargo únicamente de seguridad privada, lo que facilitó la escalada de violencia.
Tras la primera oleada de ataques, la respuesta de la hinchada local y la irrupción de la barra brava del Rojo derivaron en enfrentamientos aún más graves. Hubo heridos, un simpatizante que cayó de la tribuna y finalmente la suspensión definitiva del encuentro, en otra noche oscura para el fútbol sudamericano.