El 7 de agosto se celebra en la Argentina el día del maratonista en honor a las victorias olímpicas de Juan Carlos Zabala en Los Ángeles 1932 y de Juan Delfo Cabrera en Londres 1958.
Dos de las 22 medallas doradas que tiene el país a lo largo de su historia, dos corresponden al atletismo, específicamente a la maratón, la prueba de 42 kilómetros y 195 metros que el neuquino Javier Carriqueo se dio el gusto de completar en dos oportunidades: Beijing 2008 y Londres 2012.
El oriundo de San Martín de los Andes fue el único neuquino capaz de clasificar para una instancia tan trascendente a nivel mundial, aunque la fuente de inspiración para él y todos los grandes formadores que dio la provincia en los últimos años haya sido el trabajo silencioso de Tranquilino Valenzuela.
Nacido en Chos Malal, la visión de un preparador físico de fútbol que lo vio patear una pelota lo terminó de inclinar por las pistas. “Me vio condiciones y me invitó a correr a una prueba en el Lago Pellegrini en 1983. Tenía 15 años cuando me vine a la capital neuquina. Me gustó esa competencia y seguí”, rememora el pupilo de Mario López, un recordado entrenador que había venido desde Buenos Aires a la región.
El punto de quiebre en lo personal se dio en 1986, cuando se estableció un plan a mediano plazo, de 5 años que fue acompañado por el programa de asistencia al mediano y alto rendimiento neuquino que culminó con la obtención de las “Fiestas Mayas” en Buenos Aires, ante toda la prensa nacional.
Con esa victoria, al apoyo del estado provincial, el atleta sumó su ingreso al equipo oficial Nike, lo que representó un cambio sustancial en el día a día de su preparación.
Mismo punto de partida.
Como Valenzuela, Carriqueo también se forjó en las pruebas de pista. Pero fue a partir de sus intentos por convertirse en olímpico que los objetivos cambiaron, se mudaron hacia la prueba de largo aliento.
“Lo intenté dos veces antes, en Sevilla (España) y Hamburgo (Alemania), pero debí abandonar. Fue recién en la maratón de Buenos Aires de 2016 que pude alcanzar mi meta”, resumió el nacido en San Martín de los Andes.
Desde ese momento, el paso por la máxima cita del deporte lo convirtió en una leyenda para todos los niños neuquinos que se inician en una disciplina tan exigente.