Hay historias que no se explican solo con estadísticas. La de Kevin Benavides se cuenta con cicatrices, desiertos interminables y una obstinación que desafía cualquier límite. El piloto argentino, dos veces campeón del Rally Dakar en motos, decidió reinventarse cuando muchos hubieran elegido el retiro. Cambió las dos ruedas por cuatro, pero no el espíritu. Nunca bajarse fue la consigna.
A los 37 años, el salteño afronta el cambio más profundo de su carrera. Tras una seguidilla de accidentes y lesiones, más de 25 fracturas a lo largo de su trayectoria, Benavides entendió que su cuerpo ya no respondía como antes sobre la moto. La última lesión, grave, terminó de marcar el punto de inflexión. “Agradezco estar vivo”, llegó a admitir. El riesgo ya no era solo deportivo.
Lejos de rendirse, eligió otro camino dentro del mismo infierno. Dejó las motos, la categoría más emblemática y peligrosa del Dakar, y se subió a un vehículo tipo arenero para competir en la categoría Challenger. Un cambio radical, pero con el mismo objetivo: seguir representando al país en el rally más extremo del planeta.
El próximo Dakar, que se correrá del 3 al 17 de enero en Arabia Saudita, lo tendrá por primera vez en autos. Será un debut cargado de desafíos. Nuevo vehículo, nuevo ritmo, nuevas referencias y una figura clave que ahora lo acompaña: el navegante. Benavides formará binomio con Lisandro “Lichi” Sisterna a bordo de un Taurus del equipo BBR Motorsport, en una divisional que reúne a 36 duplas y donde la exigencia no da respiro.
La adaptación no fue sencilla. Marruecos fue la primera prueba real y dejó aprendizajes duros: problemas mecánicos lo sacaron de la pelea, aunque alcanzó a mostrar competitividad largando desde atrás y recuperando tiempo. “Es como empezar de nuevo”, reconoce. Y ahí aparece una frase que resume todo: la adrenalina es la misma.
Formado desde chico en el enduro y empujado al rally raid por la mística del Dakar sudamericano, Benavides escribió páginas doradas con títulos en 2021 y 2023. Ahora corre sin su hermano Luciano, quien quedó como la gran bandera argentina en motos. “Él tiene con qué pelear el triunfo solo”, dice, con orgullo y sin nostalgia.
El Dakar no perdona. En 47 años dejó 24 muertos en motos y miles de historias inconclusas. Kevin conoce ese precio mejor que nadie. Por eso su decisión no fue una huida, sino una forma de seguir. “No podía manejar como me gusta”, confesó sobre las motos. En los autos encontró una segunda oportunidad.