Qué pasará en una Neuquén que rumbea hacia la bipolaridad

El gremio petrolero reunió a la plana mayor de la política más influyente el sábado, y demostró que es parte clave de Vaca Muerta, de lo que dan actualmente sus yacimientos, y de la mayor riqueza que augura para el futuro inmediato. Estuvieron allí, juntos, pero no mezclados, el gobernador Omar Gutiérrez, el candidato del MPN Rolando Figueroa, la candidata del Frente de Todos, Tanya Bertoldi, y, por supuesto, el secretario de Energía, Darío Martínez. La confluencia casi natural de peronistas y emepenistas alrededor de la simbología de los hidrocarburos no es accidental, pues representa dos costados del poder, el provincial -dueño del recurso- y el nacional, propietario de la mayor herramienta extractiva, industrializadora y comercializadora, que es YPF.

Así, mientras Bertoldi llenaba de melaza optimista el significado de Vaca Muerta y su rol en los presuntos planes del gobierno de Alberto Fernández, el MPN marcaba sus exigencias y a la vez la diferenciación electoral oportuna: Gutiérrez aludió a las “erráticas políticas nacionales”; y Figueroa clamó por un mayor “respeto a los neuquinos” desde el vetusto, aunque vigente, “centralismo”.

Lo concreto es que la fuerte alianza y pertenencia del MPN con el sindicato más fuerte del sector es una concreta demostración de poder efectivo. Hay mucha expectativa por ver cómo avanzará esa relación una vez que Marcelo Rucci asuma la conducción con el cargo de secretario general, tras las elecciones que ganará de seguro. El ex intendente de Rincón de los Sauces es dueño de una fuerte personalidad, y marcará su impronta, más allá de que Guillermo Pereyra estará solo jubilado a medias, y seguirá activo con su influencia intacta, ahora desde el rol de conductor de la poderosa rama social del gremio, propietaria de un sistema de salud cada vez más grande.

Mientras esto ocurre con rumbo a las elecciones del 14 de noviembre, en el contexto de un gobierno nacional convulsionado, desangrado en internas y autoconvencido de haber caído en desgracia con las mayorías electivas, el distrito capitalino de Neuquén ingresa en la última semana, la de los comicios de medio término para renovar bancas en el Deliberante. Pueden ser los últimos, si resulta exitoso para el oficialismo y sus aliados el referéndum de la consulta popular, que dará curso a una enmienda de la carta orgánica. Esta enmienda, centralmente, eliminará las elecciones cada dos años, para volver al régimen anterior, y hacer coincidir las renovaciones parlamentarias con las del Ejecutivo. Para hacer esto, se necesita que la mayoría vote por el “Sí”; y, que, además, participe en esa consulta el 50 por ciento del electorado. Esto significa, según la interpretación constitucional legal, que la mitad del padrón, como mínimo, deberá votar la consulta, por cualquiera de las dos opciones.

Esa era, la participación en sí, la mayor preocupación del oficialismo en estos últimos días. Es que la consulta tuvo una relativa publicidad, y hay cierta ignorancia y también indiferencia hacia el Sí o el No que se pondrá a consideración. El mecanismo es, como se sabe, votar en una pantalla. En esa pantalla aparecerán los candidatos, y, después de que se emita ese voto, recién se evidencia la consulta. El elector, pues, debe hacer dos operaciones diferenciadas.

La suposición más firme en el ambiente político es que se impondrá el oficialismo armado por el intendente Gaido; tanto en la elección de los concejales, como en el referéndum popular. La segunda opción parece ser la tropa aliada a la propuesta nacional de Juntos por el Cambio, con Juan Peláez como líder emergente. Estos dos sectores acapararían la mayoría de los votos. Quedaría la posibilidad de una tercera fuerza. El Frente de Todos está seriamente amenazado por la indiferencia o el castigo, en una coyuntura en la que recibe el derrame de la inconsistencia nacional. ¿Aprovechará esa circunstancia, en los votos, el ex intendente y concejal Guillermo Monzani? Estos días son los decisivos, la suerte está prácticamente echada. Neuquén se encamina hacia una bipolaridad circunstancial, y será lo que pase a nivel nacional lo que dictamine, si durará mucho, o poco, ese retorno a las grandes y dobles mayorías.