LA POLÍTICA EN NEUQUÉN

De los piquetes de Salud, al drama de la segunda ola

¿Alguien capitalizó el largo conflicto de Salud para rédito propio? El gran perdedor. La segunda ola y el drama político como contexto.
domingo, 2 de mayo de 2021 · 00:00

La dramática vigencia de la pandemia parece congelar el tiempo. Ya es mayo y el año difícilmente arranca. Como un motor oxidado por el largo desuso, la sociedad entra en el quinto mes del año a paso lento, con la sensación de que por un lado el año terminará pronto, y que, por el otro, todavía no ha comenzado.

En Neuquén, los cuatro primeros meses del año se pasaron como un relámpago conflictivo. Las rutas cortadas ocuparon abril, con la puja instalada desde los hospitales. El gobierno de Omar Gutiérrez superó esa ola, dejando en el duro trayecto millones de dólares y retazos de poder político. Emerge con un proyecto de endeudamiento por 12.800 millones de pesos. Esa cifra danzará en una alocada catarsis de contradicciones oficialistas y opositoras en la Legislatura durante mayo.

El kirchnerismo peronista no capitalizó nada de la debacle del MPN: está sumido en sus propias internas, que le caen desde Buenos Aires como baldazos con líquidos paralizantes. Juntos por el Cambio todavía no sabe a qué juega en Neuquén. Su discurso republicano está demasiado enfocado en los avatares porteños. Ganan, por ahora, los más chicos, que como están más lejos del poder, son más audaces. La izquierda, pese a sus divisiones, capitalizó (con perdón de la palabra) la pelea hospitalaria, y la dejó pintada en los muros de su revolución permanente como un triunfo histórico. Avanzará, sobre todo, en las estructuras sindicales, esa rama de la política tan influyente.

ATE, con Carlos Quintriqueo, fue el gran perdedor relativo tras el largo conflicto. Como le pasa a Marcelo Guagliardo en ATEN, la izquierda lo acecha; pero en el caso del hombre que dejó tres radios fuera del aire afiebrado por sus internas sin control, la izquierda se alía con sus adversarios plantados en la conducción nacional del sindicato; y, al de Junín de los Andes, parece quedarle poco hilo en el carretel, después de gastar buena parte de su credibilidad ante sus representados, y conseguir un aumento mayor al que se le había cuestionado solo gracias al tesón piquetero que él mismo criticó. Esos ocupantes de la ruta ahora queman los afiches del secretario general con el mismo entusiasmo con el que, en el 59 de la revolución cubana, se quemaban las banderas norteamericanas.

Quintriqueo fue el factor necesario para que el gobierno de Gutiérrez retomara el control de la situación: esto le costará al sindicalista. No es posible decir cuánto, aunque solo es cuestión de dejar pasar el tiempo para ir registrando la evidencia física del daño.

Mientras, la segunda ola del coronavirus avanza, y es tema principal de la política. Este sábado 1 de mayo se reinstalaron las restricciones más severas en los departamentos Confluencia y Zapala. No hay mucho margen para restringir libertades, porque la malaria económica es tanto o más fuerte que la viral. Esto lo sabe Omar Gutiérrez perfectamente. Pero, los hospitales ya están al 92 por ciento de su capacidad en terapia intensiva, y recuperan protagonismo, ahora otra vez de la mano de la heroicidad de su recurso humano. Del duro pavimento de los piquetes, a sumergirse en el mano a mano con el Coronavirus. La pelea es siempre desigual: hay demasiada evidencia de las falencias estructurales argentinas, y la pandemia las desnuda, una a una. La condena social es creciente hacia esa incapacidad crónica, porque se intuye que se vote a quien se vote, nada se arregla.

La principal falencia es la lentitud de la vacunación. Hace cinco meses, se prometía un mega operativo relámpago que inmunizaría al menos a la población de mayor riesgo. No ha sucedido. Neuquén llega al 36 por ciento de esa población, y las dosis de vacuna llegan en remesas pequeñas, insuficientes. No es posible disimular esta falencia, y tampoco será posible cargarle toda la culpa al atormentado gobierno de Alberto Fernández. Pero cada muerte por coronavirus pesa ahora el doble, el triple, sabiendo que hay remedio para la enfermedad, a diferencia de lo que sucedía un año atrás para esta misma fecha.

Así, el riesgo que se corre es inmenso. La confluencia de factores negativos puede provocar una tormenta perfecta, en la que caigan en desgracia, al mismo tiempo, tanto oficialistas como opositores. Ya pasó a principios de este siglo en Argentina. Veinte años después, la sociedad asiste a otra gran decepción, corroyendo la fe en la democracia y en la república.

La realidad irá avisando si prima la prudencia y la búsqueda del bien común, o si se seguirá jugando con el fuego, ardiendo en las hogueras de la mezquindad.

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