MURIÓ MÓNICA JARA

La muerte de una maestra vuelve a impactar en la política

Además de la movilización gremial y el conflicto previsible, la repercusión en el ámbito político es grande y lógica en las actuales circunstancias.
lunes, 12 de julio de 2021 · 17:59

Murió Mónica Jara. Tenía 34 años. Era maestra. Fue una de las tres víctimas que produjo una explosión causada por el gas, en la Escuela 144, en Aguada San Roque. Una escuela rural, que estaba en obra, y que al mismo tiempo tenía actividad. Mónica Jara había recibido severas heridas y quemaduras producto de esa explosión, que mató -en el acto- a dos operarios, uno de los cuales también cumplía funciones docentes. 

La historia reciente de Neuquén cuenta tres muertes docentes emblemáticas. La primera fue la de Silvia Roggetti, en una escuela en obras. La profesora de Educación Física cayó sobre un hierro. Consecuencias de esa herida, murió después. Ese hecho provocó el comienzo de una etapa de conflictos distinta, cualitativa y cuantitativamente, entre el gremio docente ATEN y los gobiernos del MPN. Después, en 2007, vino la muerte -en este caso, un homicidio- de Carlos Fuentealba, en una movilización en Arroyito. El hecho hizo tambalear el último tramo del gobierno de Jorge Sobisch y su repercusión, nacional e internacional, volvió a acentuar el perfil conflictivo entre gremio y conducción del Estado.

Ahora, la muerte de Mónica Jara, marca otro dramático hito en esa relación. El gremio que conduce Marcelo Guagliardo ya estaba movilizado y en alerta, y enseguida de conocerse la triste noticia, desde Mendoza, a donde había sido trasladada Mónica, convocó a una movilización a Casa de Gobierno. Reiteró también la acusación sobre los responsables políticos de la conducción del Estado, al entender que el hecho no puede reducirse a un accidente.

La muerte de la docente vuelve a impactar en la política, más allá del gremio. Justo en una instancia pre-electoral, los pronunciamientos críticos hacia el gobierno del MPN y específicamente sobre la conducción del ministerio de Educación, se sucedieron con la velocidad del relámpago. Era previsible, pero no deja de ser igualmente impactante. Por los antecedentes dramáticos, y por la repetición de hechos similares, acentuado por un efecto de la pandemia que podría haberse evitado: el deterioro de los edificios escolares ante una larga ausencia de presencialidad.

Mónica Jara, la maestra que cayó como víctima en su primer día de clases del año, será un emblema, trágico, triste, y, posiblemente, mal utilizado. Tal vez esta muerte incomprensible sirva para entender el fondo de la cuestión, el desamparo educativo que castiga adicionalmente a una sociedad ya castigada por la peste y el infortunio económico de un país que anda a los tumbos.

 

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