Nunca como ahora estuvieron dadas las condiciones para alcanzar un alto el fuego en la Franja de Gaza. Los acontecimientos alcanzaron una velocidad inusitada, principalmente por la necesidad que tiene el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de mostrar que es capaz de frenar una guerra que le está trayendo demasiados problemas, tanto domésticos como externos. A esto hay que sumarle que ninguno de los actores involucrados tiene margen para otra cosa.
Netanyahu, sin margen
El premier israelí, Bibi Netanyahu, quedó condicionado luego de su fallido ataque contra Qatar, que enfureció a los países árabes. Estos hicieron llegar sus quejas a un Trump, que lo último que quiere es arruinar sus vínculos comerciales y políticos con esos países. Le pidieron que frene la ofensiva israelí de una vez por todas si no quiere que su plan de normalizar Medio Oriente, Acuerdos de Abraham incluidos, naufrague antes de empezar. Ese mensaje le llegó bien claro a Netanyahu, directamente del presidente de Estados Unidos.
Por eso el líder israelí expresó rápidamente su apoyo a la propuesta de Trump y lo justificó diciendo que el plan le permitirá cumplir los dos objetivos que se propuso cuando lanzó la respuesta militar contra Hamás luego del brutal ataque del grupo terrorista el 7 de octubre de 2023: la liberación de todos los rehenes y la desmilitarización de Hamás, que incluye que el grupo terrorista no tenga rol alguno en lo que viene para la Franja de Gaza.
Hamas, por la supervivencia
Hamás dijo que está dispuesto a liberar a los rehenes según los parámetros definidos en el plan. ¿Dará Hamás ese paso que lo dejaría sin uno de los escudos que utilizó perversamente —el otro fueron los civiles palestinos— para impedir que el ejército israelí vaya aún más a fondo en sus operaciones militares contra el grupo? Ver para creer.
Ni Trump ni Bibi deben estar muy convencidos, aunque ambos se mostraron dispuestos a darle una oportunidad. Pero no quieren esperar y pidieron hechos concretos. Trump ya le dijo a Hamas que tienen horas para demostrar que están gestionando la liberación. Si no, les advirtió que se desatará el infierno sobre ellos: "No toleraré demoras, que muchos piensan que ocurrirán, ni ningún resultado en el que Gaza vuelva a representar una amenaza. Hagámoslo, RÁPIDO. ¡Todos serán tratados de manera justa!". La presión de los países árabes y musulmanes, sobre todo de los más cercanos a Hamas, como Catar y Turquía, parecería no dejar mucho margen al grupo terrorista para poner excusas.
Netanyahu, que aceptó sin "peros" públicos la propuesta, está actuando de acuerdo al plan. Detuvo la ofensiva a pedido de Trump, pero está preparado para retomarla e intentar por la fuerza recuperar a los rehenes. Israel no aceptará otro escenario que no sea el de un Hamas desmantelado: si no es por la diplomacia será por la vía militar.
Momentos decisivos
Las próximas horas serán clave para determinar si el plan de Trump podrá ponerse en marcha. Para eso es necesario que se dé el primer y más importante paso: la liberación de los rehenes que llevaría al fin de la guerra. El enviado de la Casa Blanca, Steve Witkoff, y el yerno de Trump, Jared Kushner, están en Egipto gestionando los detalles operativos de la liberación.
Nunca en estos dos años un plan de cese del fuego que incluye, si bien de manera tímida e imprecisa, una hoja de ruta para lo que viene, tuvo tanto apoyo: desde los países árabes y musulmanes, pasando por los europeos, hasta Rusia y Turquía. El plan de Trump atraviesa en estas horas una prueba clave de supervivencia. Si la supera y los rehenes son liberados y la guerra se frena, llegará la hora de hablar del día después en la Franja de Gaza. Y Trump se adjudicará el más importante triunfo en materia de política exterior desde que volvió a la Casa Blanca.