La Legislatura de Río Negro aún no sesionó en 2025. Desde que el gobernador Alberto Weretilneck inauguró el período legislativo con su discurso del 1° de marzo, hasta la primera sesión prevista para el 22 de mayo, pasarán 82 días. No es por falta de temas ni por escasez de proyectos: es por pura y dura falta de decisión política. Mientras tanto, los 46 legisladores cobran sus sueldos, puntos y gastos de representación sin cumplir con la tarea más elemental para la cual fueron elegidos: estudiar, debatir y legislar.
Este panorama provincial cobra aún más relevancia a la luz del escándalo que se vivió esta semana en el Senado nacional, donde el proyecto de Ley de Ficha Limpia fue rechazado por un voto, tras la fuga calculada de los senadores misioneros Carlos Arce y Sonia Rojas Decut. La iniciativa buscaba impedir que personas condenadas por corrupción puedan presentarse a elecciones, pero quedó enterrada en una maniobra que todos señalaron como una jugada para preservar la grieta y mantener en escena figuras como la de la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Un sistema que necesita enemigos para no rendir cuentas.
En ese contexto, Weretilneck intentó tomar distancia y subirse al podio ético: recordó en redes sociales que Río Negro tiene la Ley de Ficha Limpia “más exigente del país” y reivindicó a su provincia como un ejemplo de transparencia. “Acá la confianza no se gana con discursos vacíos, se construye con decisiones firmes”, escribió.
Pero la contradicción es evidente: ¿qué clase de compromiso ético puede exhibir una Legislatura que, en lo que va del año, no abrió las puertas del recinto? En Río Negro convive una ley ejemplar y un órgano encargado de representar al pueblo que está paralizado,
La Ficha Limpia, por sí sola, no garantiza transparencia. Puede impedir que un condenado por corrupción acceda a algún cargo político, incluido una banca, pero no evita que en el pensamiento colectivo sobrevuele que los legisladores cobren sin ir a trabajar, aunque la función no es sólo sesionar, muchos recorren la provincia y presentan proyectos que difícilmente lleguen a ser tratados. La ética institucional no se mide por los slogans, sino por la práctica concreta de asumir responsabilidades públicas.
El show del Senado dejó al descubierto las miserias del sistema político nacional, pero no debería ser una excusa para que Río Negro mire para otro lado. Al contrario: expone que, detrás del discurso de la ejemplaridad, también hay zonas oscuras en la política provincial. La transparencia no es una foto o una frase en redes. Es una rutina: abrir el recinto, debatir leyes, rendir cuentas, también lo es. La Ficha está limpia. Pero el silencio legislativo la está manchando.