El gobierno rionegrino cerró una semana turbulenta con un gesto que busca cambiar el humor político provincial: la firma del acuerdo con el consorcio que explotará el oleoducto Vaca Muerto Oil Sur. La promesa es contundente: 1.000 millones de dólares en los próximos 13 años. Pero más allá de la cifra, el verdadero mensaje es político. Porque hasta ahora, Río Negro miraba desde la tribuna el desarrollo exportador de la Cuenca Neuquina. Ahora, al menos, tiene asiento propio en la mesa grande de la energía.
Este acuerdo es una victoria simbólica para Alberto Weretilneck, un bálsamo necesario después de una semana que acumuló golpes en sectores productivos clave. Primero, el inesperado desembarco de 17 toneladas de peras chinas en el mercado argentino. En términos cuantitativos, la cifra es insignificante frente a las 590 mil toneladas que produce anualmente la provincia. El golpe no llegó en toneladas, pero si en algo peor: precios imposibles de igualar.
La reacción oficial fue inmediata, apelando a la balanza comercial favorable que permite que peras rionegrinas lleguen a las mesas más exclusivas de China. De hecho, el año pasado se exportaron 720 toneladas hacia ese país. Pero el mensaje es claro: si el mercado argentino comienza a mirar hacia Asia para importar fruta, la sustentabilidad del sistema frutícola regional tambalea.
A esto se suma una disputa que, aunque presentada como una guerra sanitaria, es profundamente económica. La posibilidad de ingreso de carne con hueso plano desde el norte del río Colorado es casi un hecho y encendió alarmas en los productores patagónicos. La diferenciación de estatus es más que un argumento técnico: es un escudo de supervivencia frente a la competencia de La Pampa. Ahora comienza la campaña por demostrar quién tiene el mejor asado: en Río Negro juegan sus cartas de genética y faena de animales más chicos y tiernos.
Sin embargo, el golpe más áspero para el oficialismo no vino del campo, sino desde la política misma. Por presión de la oposición se develaron detalles del contrato con la consultora Dienst, un gasto de 3.500 millones de pesos anuales en contratación directa, sin sustento técnico y a nombre de la aseguradora estatal Horizonte. El gobierno permanece en silencio, aunque hace meses lo justificó con la reducción del 70% en las licencias médicas. Pero en un contexto de ajuste y tensión salarial, la explicación se torna compleja. Más aún cuando los números oficiales muestran que el 70% de los ingresos provinciales se destinan a salarios, cinco puntos más que hace solo un año.
Y como si faltara algo, la negociación paritaria terminó sin oferta, en un mes con inflación del 2,8%. Los sindicatos acumulan reclamos por la pérdida del poder adquisitivo y abre un frente de conflicto. Desde el gobierno apelan a los aumentos otorgados anteriormente, que superan la inflación interanual. Pero en el territorio, donde el supermercado manda más que las estadísticas, el clima es de tensión.
A este tablero volátil se suma un factor que ya condiciona cada jugada política: se aproximan las definiciones de cara a las elecciones de medio término. En ese marco, el oleoducto no es solo un acuerdo; es un mensaje. Weretilneck necesitaba una buena noticia para recuperar la iniciativa, y la consiguió. Pero en política, como en economía, los efectos de los anuncios suelen ser efímeros sobre todo cuando las medidas que llegan de Nación complican el día a día.
Porque entre el petróleo que aún no corre, las peras que llegan desde Asia, el asado convertido en grieta y los contratos que despiertan sospechas, el equilibrio se torna cada vez más difícil de sostener. Gobernar, en este escenario, obliga a interpretar y saber enfrentar las tormentas.