Felipe Sapag gobernó desde 1995 a 1999, en lo que fue su último período al mando del Ejecutivo neuquino. Fue un gobierno atormentado por factores externos, con el precio del petróleo por el piso, los yacimientos en mengua, y conflictos sociales muy fuertes, entre los que descolló la pueblada de Cutral Co y Plaza Huincul, un impactante hecho que marcó la historia y tuvo repercusión nacional e internacional. Han pasado 30 años, el MPN fue derrotado por una astilla del mismo palo, Rolando Figueroa, y el año 25 del nuevo milenio encuentra a Neuquén con otro contexto, distinto, pero con características comparables. Entre ellas, el rol que juega el Estado, siempre puesto, en Argentina, en discusión.
Puede decirse, sin temor a grandes equivocaciones, que durante las tres décadas, el Estado en Neuquén ha sido epicentro de sus realidades socio económicas. También, que en estos 30 años la corrupción estatal fue en aumento, tanta la de "baja intensidad" como la más impactante. A tal punto, que se convirtió en un factor condicionante y determinante para las decisiones y abordajes que la sociedad hace con la política.
Ya en aquel gobierno de Sapag, había cuestiones de corrupción que el establishment disimulaba muy bien. Tenían que ver con el financiamiento de la política, entre otras cosas.
En los principios de aquella gestión, vivida intensamente en el MPN como una especie de venganza hacia el protagonismo que había tenido Jorge Sobisch, el gobierno contrató (no muy a gusto) una auditoría de gestión. La puso en manos de un hombre conocido del sapagismo, Roberto Calamita. El sociólogo y filósofo había sido contratado en la gestión de 1983-1987, como consultor en la comunicación del gobierno, especialmente en los contenidos que publicitaban esa gestión. Calamita, quien vivía en Buenos Aires, volvió a Neuquén y se puso a trabajar en una muy silenciosa auditoría fina de los laberintos de la gran burocracia estatal.
Al poco tiempo, le entregó a un funcionario de su confianza (y de Felipe Sapag) el resultado de su trabajo. Era una prolija exposición de los manejos políticos internos, algunos evidentemente reñidos con la sanidad extrema que debería tener el manejo de los dineros públicos. El funcionario entregó en manos del Gobernador esa carpeta, y le señaló lo que él había destacado tras una lectura inicial. En concreto, le apuntó la conducta administrativa de dos funcionarios de extrema confianza del propio Sapag. Esperaba, tal vez, un gesto de sorpresa, o de preocupación. En lugar de eso, recibió una media sonrisa, y una frase interrogante que terminó aniquilando lo hecho por Calamita: "¿y cómo pensás que se hace la política...?"
La historia, que está revelando esta editorial (permanecía como anécdota inédita), es, ciertamente, mínima, pero también reveladora, pues había ya entonces una mirada muy argentina sobre la gestión pública, y, ciertamente, muy neuquina: hay "permiso" para tomar una parte del dinero público y aplicarlo al financiamiento de lo necesario para hacer política, que suele ser sinónimo de reproducción del poder propio.
Ahora, en 2025, treinta años después, el gobierno de Rolando Figueroa ha prometido ser inflexible ante cualquier hecho de corrupción que se detecte en el Estado. Esto se ha mostrado como una política activa, y ha producido, entre otras cosas, un significativo ahorro en un gasto que parecía imparable. De hecho, el tema, el de la corrupción, tendrá una muestra en la Justicia que comienza esta semana, con el juicio oral y público contra ex funcionarios durante la gestión de Omar Gutiérrez. La causa de la estafa con planes sociales es una evidencia muy clara de cómo se usaron dineros públicos, destinados a ayudar a los pobres, para financiar la gran maquinaria política, y, además, contribuir a llenar bolsillos propios.
El juicio expondrá más de 9.300 casos de fraude, y, más allá de lo técnico del procedimiento judicial, traerá al primer plano, una vez más, el rol del Estado, que puede ser beneficioso para la sociedad, o perjudicial: depende, simplemente, de cómo se haga funcionar la gigantesca maquinaria.
Entre Sapag y Figueroa, pues, además del tiempo y las diferencias, ha corrido un río lleno de peces enfermos, que, urgentemente, hay que sanear. Neuquén tiene una oportunidad histórica, con Vaca Muerta y su, por ahora, impactante proyección económica. Todo el dinero, todos los dólares que producirá la roca madre del gran reservorio, podrán servir para mejorar institucionalmente, no solo para vivir mejor desde lo material. Este tema, de fondo, también, es posible, se debatirá y se pondrá como importante en la escena electoral de este año.
El rol del Estado, su alcance, su concepción, ya forma parte de la campaña.