Análisis
Lula quiere ponerse el traje de líder internacional
El presidente brasileño quiere mediar en el conflicto en Ucrania y ser el abanderado del resurgimiento del MERCOSURLula acaba de cumplir dos meses al mando, por tercera vez, del país más grande de América latina. Los desafíos locales en términos económicos, sociales e institucionales, no son pocos. El legado Bolsonaro promete ser complicado de revertir. Esa agenda local tan demandante requiere de un Lula líder en todas las arenas, incluida la internacional. Así parecen demostrarlo sus primeros pasos fronteras afuera.
Los primeros pasos de Lula en la arena internacional parecen replicar un sello de su campaña electoral: el pragmatismo. Su triunfo fue muy bien recibido por líderes de todo el espectro político, quienes hicieron llegar sus mensajes de celebración más que una simple felicitación protocolar. Quizá, por la necesidad de dejar de tratar con Bolsonaro. Como sea, Biden, Macron, Xi Jinping y Putin no tardaron en celebrar la llegada de Lula al poder. Lo mismo sucedió a nivel regional. Para la comunidad internacional el triunfo de Lula parece haber sido un alivio. “Es una excelente noticia”, dijo Macron al enterarse.
Lula parece tener claro que Brasil necesita del mundo. Pero también que el mundo necesita de Brasil. Repasemos los primeros pasos dados y los próximos planificados. A nivel regional, el primer viaje de Lula al exterior fue a Argentina. Casi una tradición para los nuevos presidentes de ambos países. Pero en este caso, con un mensaje adicional, considerando la pésima relación que mantuvieron Bolsonaro y Férnandez. Argentina es un actor importante para Brasil, pero más lo es Brasil para Argentina. Lula intentará retomar el vínculo tan cercano que tuvo con la Argentina de los Kirchner durante sus mandatos anteriores.
Terminada su visita a Argentina, cruzó el Río de la Plata para reunirse con Luis Lacalle Pou, el díscolo presidente que está poniendo en peligro la continuidad del MERCOSUR. Respecto de Venezuela, un tema que ha dividido a la región en la última década, activó pronto. Reabrió la embajada brasileña en Caracas, cerrada por Bolsonaro como parte de su reconocimiento a la Venezuela de Guaidó. Este fue el primer paso para ejercer un rol clave: oficiar, a pedido de Washington, como mediador entre Estados Unidos y Venezuela, en este nuevo acercamiento que han tenido ambos países a partir de la necesidad estadounidense por contar con combustible. Jack Sullivan, consejero de Seguridad Nacional, se lo habría pedido en una reunión que tuvo lugar antes de que Lula asumiera.
Fuera de la región, el gran desafío que parece querer enfrentar Lula es el de mediar en la crisis en Ucrania. Presentó un plan tanto a Zelensky como a las autoridades rusas, para que una comisión internacional integrada por Brasil, China, India, más Estados Unidos, Francia y Alemania, que promueva el diálogo entre Rusia y Ucrania para poner fin a la guerra que ya lleva más de un año.
Lula también ya dejó claro su lugar neutral en la disputa geopolítica entre Estados Unidos y China. Hace algunas semanas viajó a Washington para reunirse con el presidente Joe Biden. «Los dos presidentes discutieron el apoyo inquebrantable de los EEUU a la democracia de Brasil y cómo los dos países pueden continuar trabajando juntos para promover la inclusión y los valores democráticos en la región y en el mundo», afirmaron desde la Casa Blanca. Para Estados Unidos Lula es un socio clave en momentos en los que China disputa le disputa el protagonismo en la región. Hablando de China, Lula también irá a China. Sería en marzo. Brasil es uno de los pocos países de América latina que no es parte de la seductora Ruta de la Seda China. Más allá de la agenda bilateral, esta visita a Xi Jinping será la confirmación de que prefiere un mundo, como mínimo, bipolar. Y dejará en claro a Estados Unidos que no tiene exclusividad.
En términos más generales, Lula tiene planeado que Brasil aumente la cooperación en el barrio, América latina, pero también al otro lado del Atlántico: África, un destino cada vez más apetecible en la geopolítica. Y también que retome su protagonismo en el marco de los organismos multilaterales y espacios de diálogo internacional, algo que con Bolsonaro había quedado desdibujado. Los dos focos principales: el BRICS, que Brasil integra junto a China, Rusia, India y Sudáfrica, y el MERCOSUR, al borde de la ruptura por las prioridades aperturistas uruguayas.
Por último, Lula es el presidente de una de las zonas centrales para un problema gravísimo para el mundo, casi sin distinción. La importancia del Amazonas en la agenda del cambio climático le ofrecerá a Lula oportunidades para lucirse. Una agenda positiva, casi incuestionable, que le valió la primera visita de un líder europeo en Brasilia. Olaf Scholz, Canciller alemán, acordó con Lula fortalecer el trabajo conjunto para reforestar el Amazonas. Alemania destinará cerca de 200 millones de dólares. Asimismo, en buena parte, la felicidad de Macron por la llegada de Lula tiene que ver con esto. Su relación con Bolsonaro estaba prácticamente rota por la atribuida complicidad del ex presidente brasileño con las tareas de deforestación en la zona.
“Mi papel en este tercer mandato será construir la paz”, se lo escuchó decir. “La política es mi ADN, solo cuando muera dejaré de hacerla”, es otra frase atribuida a Lula. Estas frases explican perfectamente su accionar desde que salió de la cárcel hasta convertirse en presidente por tercera vez. Pero también ayudan a entender sus primeros pasos en política exterior. Lo que resta saber es si esta estrategia de pragmatismo explícito que le valió el triunfo en la local, le permitirá ser exitoso en la arena internacional.