En Japón, Takahiro Shiraishi fue condenado a muerte por estrangular y desmembrar en 2017 a ocho mujeres y un hombre en su departamento en la ciudad de Zama, en Kanagawa, cerca de Tokio. Se le conocía como el "asesino de Twitter" por contactar a las víctimas a través de la red social.
El ministro de Justicia, Keisuke Suzuki, quien autorizó el ahorcamiento de Shiraishi, declaró que tomó la decisión tras un cuidadoso análisis, teniendo en cuenta el motivo "extremadamente egoísta" del convicto para cometer crímenes que "causaron gran conmoción y malestar social".
Shiraishi, de 34 años, reconoció los nueve asesinatos, dijo la prensa. Según explicó, contactaba en esa plataforma con personas con tendencias suicidas y les ofrecía ayuda para morir.
Las víctimas, de entre 15 y 26 años, iban a su casa cerca de Tokio, donde él las asesinaba, las descuartizaba y escondía los restos de sus cuerpos en pequeñas neveras.
En Japón, la pena capital se ejecuta mediante la horca y los presos son notificados de su ejecución horas antes, lo que ha sido denunciado durante mucho tiempo por grupos de derechos humanos debido al estrés que genera en los condenados a muerte. "No es apropiado abolir la pena de muerte mientras se sigan cometiendo estos crímenes violentos", declaró Suzuki en una rueda de prensa. Actualmente hay 105 presos condenados a muerte en Japón, añadió.