El sexto terremoto más potente de los últimos años producido en Rusia ayer y que amenazaba con transformarse en una tragedia para millones de personas en toda la cuenca del Pacífico será recordado como el desastre que nunca llegó. Los sistemas de alerta de tsunami que protegen varios países mostraron su fortaleza.
El terremoto en Kamchatka fue de 8.8 en la escala de Richter. El epicentro, ubicado a 130 kilómetros de la costa este de la península rusa de Kamchatka, desató un tsunami que se propagaría por todo el Pacífico a velocidades de hasta 800 kilómetros por hora, casi tan rápido como un avión comercial.
La magnitud del evento fue tal que los sismólogos lo clasificaron inmediatamente entre los diez terremotos más potentes registrados desde 1900, superado únicamente por eventos históricos como el devastador terremoto de Valdivia, Chile (1960) con magnitud 9.5, y el de Alaska (1964) con 9.2.
Rápidamente los centros de alerta de tsunami de todo el Pacífico se activaron en una coordinación sin precedentes. Desde el Centro Nacional de Alerta de Tsunamis de Estados Unidos hasta las autoridades japonesas, pasando por los sistemas de emergencia de Chile, Ecuador, Colombia y México, se desplegó una red de comunicaciones que abarcó desde las Islas Galápagos hasta las costas de California.
El impacto de lo tsunamis generados se hizo evidente en la variación de su impacto a lo largo del Pacífico. Mientras que en Kamchatka las olas alcanzaron entre 3 y 4 metros de altura el resto del mundo experimentó efectos mucho más moderados.
En Japón las olas registradas oscilaron entre 30 centímetros y 1.3 metros. Las autoridades a más de 1.9 millones de personas y trasladaron a los trabajadores de las plantas nucleares de Fukushima Daiichi y Fukushima Daini a zonas más elevadas, activando protocolos establecidos tras el desastre de 2011.
En la costa oeste de Estados Unidos, las ondas iniciales llegaron a la costa oeste seis horas después del terremoto, con California registrando olas de hasta 1.09 metros según el Centro Nacional de Alerta de Tsunamis. Hawái, inicialmente bajo alerta de tsunami, vio como la amenaza se desvanecía gradualmente hasta que las autoridades cancelaron todas las advertencias.
Los países latinoamericanos del Pacífico respondieron con diferentes niveles de alerta. Chile, con su extensa costa y experiencia histórica con tsunamis, emitió alertas para una amplia franja del norte y centro del país, registrando alteraciones del nivel del mar de hasta 2.5 metros en algunas áreas costeras centrales.
Ecuador activó protocolos especiales para las Islas Galápagos, donde las olas llegaron con una altura de 1.3 metros sin causar daños reportados. Colombia y Ecuador cancelaron las alertas de tsunami para sus áreas costeras del Pacífico tras el terremoto de magnitud 8.8 en el extremo oriente de Rusia, con Colombia indicando que no llegarían más olas a las costas de Nariño, Cauca, Valle del Cauca y Chocó.
México, Costa Rica, Nicaragua y El Salvador también emitieron alertas preventivas, demostrando la coordinación regional que desarrollaron en las últimas décadas para enfrentar este tipo de amenazas.
Este evento puso a prueba décadas de inversión en sistemas de alerta temprana desarrollados tras catástrofes como el tsunami del Océano Índico de 2004 y el de Japón de 2011. La efectividad de los sistemas de alerta se demostró en la capacidad de movilizar recursos y personas a lo largo de miles de kilómetros de costa en cuestión de horas.
Los expertos dicen que el terremoto de Kamchatka de 2025 pasará a la historia no por la destrucción que causó, sino por la destrucción que se evitó. En definitiva, la coordinación internacional y los sistemas de alerta temprana superaron la prueba.