El Gobierno argentino puso todas sus cartas sobre la mesa para intentar liberar a Nahuel Gallo, el gendarme detenido en Venezuela desde diciembre del año pasado, y ahora busca la intervención de Donald Trump como puente clave ante la ausencia total de canales oficiales con el régimen de Nicolás Maduro.
Gallo fue retenido el 8 de diciembre cuando cruzó desde Cúcuta hacia el estado Táchira con la documentación correspondiente. Había viajado para reencontrarse con su pareja y con su hijo, residentes en Caracas. Pero después de su arresto, su destino se volvió un misterio. No hubo más comunicaciones, no se le asignó defensa y ni siquiera se conoce dónde está.
El caso estalló nuevamente este fin de semana cuando María Gómez, su pareja, aseguró en televisión que “hace un año no escuchamos su voz” y remarcó que se trata de una desaparición forzada, un delito de extrema gravedad.
Sin relaciones diplomáticas estables ni canales políticos activos con Venezuela, el Gobierno de Javier Milei prácticamente agotó sus herramientas directas. Por eso, la Casa Rosada se alineó a la estrategia de presión estadounidense en el Caribe: un despliegue militar y diplomático que ya permitió a Washington repatriar a varios ciudadanos norteamericanos en situaciones similares.
Los antecedentes entusiasman a Buenos Aires: apenas Trump volvió a la Casa Blanca, su enviado especial viajó a Caracas, se reunió con Maduro y regresó con estadounidenses detenidos. Argentina pretende que Gallo sea incorporado a ese esquema de negociaciones que hoy se maneja con hermetismo.
Mientras tanto, las denuncias por desaparición forzada siguen activas ante organismos internacionales: la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la Corte Penal Internacional y el Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Argentina incluso pidió medidas cautelares urgentes y sostiene que se trata de un caso de gravedad institucional.
Tanto la Cancillería como el Ministerio de Seguridad empujan la estrategia de llevar la voz del reclamo a la escena global. Detrás del silencio oficial, hubo gestiones discretas, como la salida de Venezuela de la pareja de Gallo y su hijo, quienes temían represalias.
Hoy, las esperanzas de la Rosada están puestas en una sola dirección: que la presión de Washington y la influencia personal de Trump fuerce la aparición de Nahuel Gallo, cuya detención se transformó en un símbolo del enfrentamiento político con el chavismo.