El 29 de julio de 2000, René Favaloro, reconocido cardiólogo argentino, se quitó la vida con un disparo en el corazón en su departamento de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Tenía 77 años y atravesaba una profunda desesperación debido a la grave crisis económica que afectaba a la fundación que había creado para brindar atención médica de calidad y formar profesionales de la salud.
En el marco de un nuevo aniversario de su muerte, volvió a salir a la luz una carta que Favaloro le envió al entonces presidente Fernando de la Rúa la noche anterior a su suicidio. En ese escrito, el médico solicitaba ayuda económica para rescatar a la institución, pero la misiva fue leída por el mandatario días después del trágico desenlace.
La carta terminaba con una frase contundente: "estoy desesperado". En ella, Favaloro pedía que De la Rúa intercediera ante empresarios para lograr la condonación de 6 millones de pesos que la Fundación debía. Entre los principales deudores figuraba el Instituto Nacional de Servicios Sociales para Jubilados y Pensionados (PAMI), que en ese momento estaba a cargo del entonces jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, y adeudaba cerca de 2 millones de pesos a la entidad médica.
El texto comenzaba así: "Estimado Fernando, te escribo estas líneas porque nuestra fundación está al borde de la quiebra. Te imaginarás cómo me siento después de 30 años dedicados por completo a la medicina y a mi país. Tenemos emergencias ineludibles que deben solucionarse en los próximos días".
Favaloro continuaba explicando: "Necesitamos alrededor de 6 millones de pesos. No tengo conexiones con el empresariado argentino, por el contrario, a veces choco con algunos 'peces gordos', como Amalita o Goyo Pérez Companc. Por eso, uno de los pedidos que te hice en nuestra última charla era que utilizaras tu influencia para conseguir la ayuda que tanto necesitamos. En fin, te ruego que influyas para conseguir una donación urgente, creo que es el camino más corto. Perdoname por el pedido, te escribo desde la desesperación. Nunca en mi vida estuve tan deprimido".
Esta carta fue una de las siete que Favaloro dejó antes de quitarse la vida, en las cuales manifestaba su angustia y frustración frente a la indiferencia del sistema político, empresarial y sanitario. En uno de esos escritos, reconocía: "Estoy pasando uno de los momentos más difíciles de mi vida. En este último tiempo me he transformado en un mendigo. Mi tarea es llamar, llamar y golpear puertas para recaudar algún dinero que nos permita seguir".
Además, el médico denunciaba la corrupción que observaba en algunos sectores médicos, sindicales y prestadores de salud, mientras su objetivo era sostener un modelo sanitario transparente y de calidad, algo que ya no encontraba respaldo ni respuestas suficientes.
René Favaloro había nacido el 12 de julio de 1923 en el barrio El Mondongo, de La Plata, en una familia trabajadora: su padre Manuel era carpintero y su madre Ida, modista. Estudió Medicina en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y, tras recibirse, una carta de su tío lo llevó a Jacinto Arauz, un pueblo de La Pampa con apenas 3.500 habitantes, donde instaló un centro de salud junto a su hermano Juan José. Allí transformaron la vida de la comunidad, reduciendo la mortalidad infantil y promoviendo campañas de prevención.
En los años '60, Favaloro alcanzó reconocimiento internacional al desarrollar la técnica del bypass aortocoronario, que revolucionó la cirugía cardíaca y salvó millones de vidas en todo el mundo. A pesar de su fama global, nunca perdió su compromiso con Argentina ni con el sistema público de salud.
Como homenaje a su legado científico y humanista, su tesis de doctorado "Ileo - Síntesis diagnóstica" fue digitalizada recientemente por la UNLP y puesta a disposición en formato de acceso abierto.
A 25 años de su muerte, la figura de René Favaloro sigue siendo un símbolo de dedicación y vocación, mientras que la carta que le envió a De la Rúa representa un testimonio doloroso del abandono que sufrió y del costo que puede tener la indiferencia estatal cuando se apaga la voz de quienes entregan su vida a los demás.