Los zapatos que obligan a cumplir con el distanciamiento social

Grigori Lup es zapatero y fue fuertemente afectado por la crisis sanitaria a la que el mundo día a día se enfrenta. Es rumano, y a sus 55 años, tuvo que despedir a sus diez trabajadores después de que sus encargos fueran bruscamente interrumpidos.

Pasó de la crisis a la creatividad en cuestión de meses. "Nadie respetaba la distancia social y pensé: voy a hacer tres pares de estos zapatos, los pondré por internet y los llamaré zapatos de distanciamiento social para llamar la atención”, explicó Lup, que reconoce que al principio fue todo “una especie de broma”. Y así empezó a hacer estos zapatos gigantes que garantizan a quien los lleva que nadie se acerque más de lo necesario.

Recibió encargos de Rumania, Inglaterra y Canadá.

En su taller, Lup solo trabaja zapatos que están hechos a mano y son de piel natural. Si bien la apariencia del "zapato antivirus" es estrafalaria, el zapatero contó que son de un número normal en la parte posterior en la que debe de meter el pie el cliente. Lo excepecional viene cuando terminan los dedos, donde empieza una punta rellena de un material ligero, como la suela, que equivaldría a un número 75 de pie.

Clientes solo los usarán para realizar espectáculos artísticos de temática cómica.

“Si dos personas que llevaran mis zapatos se pusieran una enfrente de otra habría una separación entre ellas de cerca de un metro y medio”, explicó a los medios Lup.

Lup, quien nació en una familia modesta de la Rumanía rural, lleva haciendo zapatos a mano desde 1949, cuando tenía 16 años. Ahora, cada par de sus «zapatos de distanciamiento social» se venden por 100 euros aproximadamente.