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Los datos que estremecen de la nieta que ahorcó a su abuela

Una vida llena de violencia y abandono en la nena de 13 años que cometió el crimen.
Lunes, 21 de noviembre de 2022 a las 16:35

Una madre ausente por problemas con la Justicia, violencia intrafamiliar, abandono. Así transcurrió parte de la vida de la nena de 13 años que asesinó a su abuela ahorcándola con una sábana en una casa del barrio Miramar, a pocas cuadras del centro de la ciudad santacruceña de Caleta Olivia. Una corta vida marcada por un complejo entorno familiar que la dejó librada a su suerte. Con solo 13 años ahora está internada en un psiquiátrico mientras la familia intenta despegarse de esta historia gris que le refriega su cuerpo en las narices.

La nena lejos estuvo de percibir que todo ese cúmulo de sensaciones adversas la iba a llevar a cometer semejante delito. La vida no le dio tiempo. Su desamparo, lejos de cualquier señal de amor y ni siquiera compasión, la llevaron a cometer el más terrible de los crímenes al que ella resumió en una frase: “Vení tía, me mandé una cagada con la abuela”. La abuela paterna se llamaba Lucía Repillán y tenía 92 años.

La madre

Después, cuando ya el llanto no le alcanzaba, apareció su madre. De 41 años, tatuajes en el brazo derecho, palabras tambaleantes. Marina Álvarez quiso justificar la actitud de la niña: “Recibía constantes malos tratos. Quería venir a verme y no la dejaban”. Ignoró en su raid mediático, algunos detalles que fueron golpeando el corazón de su hija hasta dejarlo inconsciente. Fue el 11 de enero de 2015 cuando los medios de Comodoro Rivadavia daban a conocer la noticia: Marina Álvarez había sido detenida en Santa Rosa, La Pampa, junto a un concubino varios años más joven que ella.

La acusaban de prostituir a menores de entre 5 y 15 años, todos hijos o conocidos del sujeto. La denuncia la hicieron vecinos de la capital pampeana lo que generó la intervención de un juzgado de menores que ordenó la detención de ambos. Fueron trasladados a comisarías de Caleta Oliva. Uno quedó detenido en la comisaría Segunda. El otro en la Cuarta. Fue pasando el tiempo y el caso quedó en el olvido. Pero la Justicia santacruceña le quitó a Marina Álvarez la tenencia de su hija, por entonces de cinco años, quien quedó a cargo del padre.

Pero el padre no pudo darle la contención necesaria. Se fue a vivir a Comodoro Rivadavia aunque antes, hizo un “arreglo de palabra” para que la nena, hoy autora de un crimen, quedara a cargo de la abuela. Asi fue. Vivían en una casa de dos plantas, tipo inquilinato. La nena compartía el lugar con otros dos hermanastros. Dormía sola en una pieza. Solía tener discusiones fuertes con la mujer que la tenía a cargo. Y dicen en el barrio, que era objeto de malos tratos.

Como podía

La nena vivía como podía si eso se puede llamar vivir. Con su madre y padre ausentes, teniendo como hogar una solitaria pieza y a su abuela como único sostén. Nadie puede asegurar que estaba escolarizada. Mucho menos, si comía todos los días.

Discusión y muerte

Todo tuvo un final trágico el martes pasado. La nena discutió por enésima vez con su abuela. Primero en la puerta de la pieza de la anciana. Después, la discusión siguió adentro. Aunque la madre asegura que la chica fue a verla después de cometer el crimen y que tenía marcas de agresiones en la cara, la policía y el cuerpo médico forense lo desmintieron. No hubo una pelea. Todavía nadie pudo reconstruir lo que realmente ocurrió en la pieza de la casa del barrio Miramar donde quedaron vidrios desparramados por el suelo, una sábana enrollada y una cama deshecha. Únicos testigos de lo que allí ocurrió.

La autopsia, que fue realizada en Puerto Deseado, reveló que la mujer murió por asfixia mecánica por sofocación de boca y nariz. Aunque la mujer era muy activa y tenía un cuerpo más ampuloso que la nena, poco pudo hacer para defenderse. La presencia de los vidrios rotos (pertenecientes aparentemente a una mesa de luz) pueden significar el último intento de la mujer para evitar la muerte. Por ahora, nadie está en condiciones de asegurarlo.

Presa de su propia historia, repleta de golpes y caídas, la chica estará ahora un largo tiempo bajo un tratamiento psiquiátrico que difícilmente le devuelva la plena conciencia. Su vida empezó a apagarse del todo el martes cuando tal vez, presa de un ataque de ira que no pudo contener, tomó una sábana para poner un punto final. Para enterrar definitivamente, la infancia que nunca tuvo. La corta distancia entre sus 13 años y la sepultura de todos sus sueños.

(Por Carlos Guajardo, Diario Jornada).-

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