Un hombre compartió fotos íntimas por WhatsApp con una joven que conoció en redes sociales. Pero no todo era lo que parecía, porque después le exigieron 1.5 millones de pesos para no difundirlas. El delito sufrido por un hombre de San Antonio Oeste no es nuevo, es que hay varios antecedentes, como el que ocurrió hace pocas semanas en Bariloche, donde la víctima transfirió medio millón tras caer en una trampa similar. En ambos casos, los extorsionadores operaban desde perfiles falsos y, en uno de ellos, desde la cárcel. La Justicia investiga si hay más víctimas.
Todo empezó con una conversación que parecía inofensiva. El hombre creyó estar hablando con Ayelén una joven linda y dispuesta a entablar una relación que lo contactó por redes. El intercambio fue fluido, íntimo, hasta que él decidió enviarle fotos privadas. Lo que parecía una conexión espontánea se convirtió en una pesadilla.
El pasado 14 de octubre, recibió una llamada inesperada. Una persona, que dijo ser el padre de Ayelén, lo acusó de haber enviado imágenes a una menor. Al día siguiente, otro llamado: esta vez, un supuesto abogado de la familia. Le exigió 1.500.000 pesos para “evitar una denuncia” y que las fotos no se hicieran públicas. También mencionó al Ministerio Público de Chubut. Era una amenaza disfrazada de legalidad.
El hombre no cedió. Fue a la Comisaría 10° y denunció todo. El fiscal Gustavo Arbúes tomó el caso y activó a la Brigada de Investigaciones. La causa fue derivada a la Fiscalía de Delitos Sexuales y de Abuso, bajo la figura de estafa. Pero el daño emocional ya estaba hecho.
En Bariloche, otro hombre cayó en una trampa similar. Recibió una foto de una mujer desnuda desde un perfil de Facebook. Le pidieron que respondiera con una imagen propia. Lo hizo. Minutos después, empezaron las amenazas. La presión fue brutal: transfirió 150.000, luego 100.000, y finalmente 200.000 pesos. Medio millón en total. Todo para evitar que su imagen íntima circulara por redes.
La investigación reveló que detrás del perfil estaban dos presos de Bariloche. También se identificó a una mujer, titular de la cuenta bancaria, pero no fue acusada. La Justicia sospecha que hay más víctimas, atrapadas en el mismo mecanismo de manipulación.
Estos casos no son aislados. Son parte de una modalidad que crece en silencio, alimentada por el miedo, la vergüenza y la falsa intimidad digital. Las víctimas no solo pierden dinero: pierden confianza, tranquilidad, y muchas veces, el control sobre su propia imagen.