En medio del círculo de silencio y terror que rodea el crimen de Julián Dobra, un dato surgido desde la Unidad 5 de Roca permitió a la fiscalía dar un paso crucial en la investigación. La pista provino desde el interior de la cárcel, y llevó a la Policía de Río Negro a realizar un allanamiento sorpresivo el jueves por la mañana dentro del penal federal.
El blanco fue una celda en particular: la de Cristian Ríos, un preso con antecedentes por narcotráfico, cuya familia sigue bajo la lupa judicial. La fiscalía obtuvo información clave a través de una persona de identidad reservada. Según esa fuente, Ríos había recibido un mensaje inquietante de su hermano menor, Leandro Navarro, uno de los detenidos por homicidio de Julián Dobra. El contenido del mensaje sacudió el caso: una foto del cuerpo sin vida adentro del Suzuki Fun rojo que le pertenecía.
El informante, según trascendió, habría tomado conocimiento del mensaje durante una visita a un interno que comparte pabellón con Ríos. Lo notó nervioso, alterado, y luego supo por boca del propio detenido que había recibido una imagen comprometedora. Eso bastó para que la fiscalía solicitara un allanamiento urgente en la Colonia Penal.
La Policía secuestró dos teléfonos celulares en la celda de Ríos, pese a la prohibición expresa de tenencia de dispositivos electrónicos. Aunque algunos sostienen que el convicto sigue manejando negocios de droga desde el penal, el foco de los investigadores está puesto en el posible vínculo entre los mensajes de su hermano y el encubrimiento del crimen.
Cristian Ríos no es un desconocido para la Justicia: fue condenado recientemente en una causa federal por narcotráfico junto a su madre, Paola Lorena Ríos, quien cumple prisión domiciliaria por razones humanitarias: no tiene pareja y debe cuidar a hijos menores. Ambos fueron parte de una red de venta de drogas que operaba desde sus viviendas en J.J. Gómez y barrio Nuevo. En marzo de este año, en un operativo policial les secuestraron armas, dinero, celulares, drogas y balanzas de precisión.
La propia madre, no quiso arriesgar su prisión domiciliaria y decidió hablar con los investigadores. Si bien no estaba obligada a declarar en contra de sus hijos, el temor a una nueva imputación la llevó a relatar lo que vio. Dijo que durante los días en que Julián estuvo desaparecido, uno de los menores implicados pasó por su casa a buscar a Leandro Navarro, en el mismo Suzuki Fun rojo. Le preguntó qué hacía con ese auto y la respuesta fue escueta: “Lo compré”.
Según la investigación, el vehículo fue visto circulando por distintos puntos de Roca incluso después de la desaparición de Dobra, según consta en registros del 911, que la fiscal dijo tener y varios testimonios. El auto apareció incendiado cuatro días después del hallazgo del cuerpo, en un camino rural del Parque Industrial II.
La autopsia reveló que Julián recibió dos disparos con un arma calibre 22: uno le perforó el cráneo y el otro quedó alojado en la piel. Peritos afirman que esa clase de armas, cuando se disparan a muy corta distancia, pueden no desarrollar la fuerza suficiente para atravesar el hueso, lo que da cuenta de la violencia y proximidad del ataque. Además, tenía un enorme moretón entre la parte baja de la espalda y las nalgas, producto de estar encerrado, aún vivo, en un lugar muy pequeño. Aunque nadie lo afirmó en la audiencia de formulación de cargos, bien podría haber sido el pequeño baúl del Suzuki Fun. ¿Esa es la imagen que recibió Cristian Ríos? Se sabrá cuando los peritos especializados analicen los teléfonos secuestrados.
Pero la pregunta que aún inquieta a los investigadores es otra: si querían deshacerse del cuerpo y del auto, ¿por qué no lo hicieron al mismo tiempo? ¿Qué pasó entre el día de la desaparición y la quema del vehículo? ¿Fue un error, un cambio de plan o algo más?
Con los celulares secuestrados y los nuevos testimonios en curso, la fiscalía confía en que el muro de encubrimientos que rodea el crimen comience a desmoronarse. Por ahora, una cosa está clara: la cárcel ya no es sinónimo de silencio.
Por el crimen de Dobra fueron acusado por homicidio doblemente agravado por el uso de arma de fuego y la participación de dos menores de edad, tres personas mayores, todas del entorno de la víctima: Leandro Navarro, su amigo Walter Méndez con quien compartía sus días de consumo de cocaína, y Julio César Salgado, amigo del grupo pero con quien Julián tenía conflcitos porque sería la persona con la que su ex pareja lo engañó. Es más, la víctima fue denunciado por haber disparado con una pistola de air soft en el frente de la vivienda de Salgado. También quedaron con prisión preventiva los dos menores de 16 y 17 años, pero al ser menores tienen que cumplir en sus casas, monitoreados con tobilleras electrónicas.