El motor del auto todavía humeaba cuando la mujer bajó gritando. Venía a toda velocidad por la Ruta 82 y no frenó en el puesto de control policial de Villa Los Coihues por un trámite ni por un papel, su beba se estaba ahogando.
Del otro lado del cono anaranjado estaban los cabos primeros Juan Manuel Basileo y Leonardo Andrés Marín, de la Comisaría 27. Uno tenía el chaleco desabrochado, el otro el handy colgado del hombro. Fue cuestión de segundos: vieron el auto que se detuvo de golpe, entendieron la escena antes de escuchar las palabras. La beba no respiraba porque tenía las vías respiratorias obstruidas.
Marín agarró a la criatura y comenzó con maniobras de reanimación. No era la primera vez que lo hacía, pero cada caso es único. Basileo, mientras tanto, no se quedó quieto: armó el operativo de Código Rojo, coordinó por radio que una ambulancia esperara en el ingreso a Intecnus, y pidió apoyo a otro móvil para escoltar el traslado. El resto fue un viaje con sirena y el pulso acelerado. Pero la beba llegó viva.
Historias como estas no salen en partes policiales, no figuran en el resumen del día, pero muestran a qué se parece, en carne y hueso, el sentido de servicio. Días atrás, en El Bolsón pasó algo similar: una recién nacida dejó de respirar mientras era alimentada por su mamá. Otra madre desesperada, otros policías atentos, el destacamento vial asistió de inmediato, y junto a personal de la Comisaría 12ª la llevaron al hospital.
La nena sobrevivió, también allí hubo un aplauso y del propio intendente Bruno Pogliano.