Un nuevo ataque en la soledad del campo neuquino
La escena fue devastadora: siete caballos muertos en un puesto ubicado en el paraje Ranquil Co, a la salida de Plaza Huincul, sobre la ruta 17. La familia Rodríguez, que trabaja y vive del campo, denunció la matanza sin precedentes ocurrida durante la madrugada del martes.
No es la primera vez que esta familia sufre este tipo de ataques. Ya habían perdido animales en otro hecho delictivo ocurrido tiempo atrás. Esta vez, los responsables regresaron para seguir sembrando el terror en la zona.
Los Rodríguez encontraron los cuerpos al amanecer, tras recibir alertas de vecinos que notaron movimientos sospechosos. La familia no tiene dudas: fueron víctimas de un ataque premeditado y brutal.
Animales mansos, herramientas de trabajo y parte de la familia
Entre los caballos asesinados se encontraba un ejemplar de raza pura sangre, de gran valor económico. Pero más allá del costo, el dolor es emocional y funcional: los animales eran parte de la rutina diaria y esenciales para cuidar las pocas chivas que les quedaban.
“No se los llevaron, los mataron. Nos dejaron a pata, sin forma de movernos ni de proteger lo poco que nos queda”, lamentó la dueña del puesto. La mujer, visiblemente afectada, relató con angustia cómo los caballos eran utilizados para patrullar el campo, trasladar materiales y mantener a raya a posibles intrusos.
Cada uno de esos animales tenía nombre, historia y un vínculo afectivo con la familia. “Nos arruinaron la vida”, dijeron, mientras pedían que alguien escuche y actúe. La bronca, la impotencia y el abandono se mezclan en el relato.
La justicia, otra vez ausente en el interior neuquino
La denuncia fue radicada, pero hasta el momento no hay detenidos, ni sospechosos identificados. Para los damnificados, esta es una muestra más del abandono estatal hacia las zonas rurales del interior neuquino.
Desde hace años, vecinos del lugar vienen reclamando mayor presencia policial y controles permanentes en caminos secundarios y parajes alejados. Pero la respuesta siempre llega tarde —cuando llega—, y casi nunca con consecuencias para los responsables.
“Estamos solos. Nadie vigila, nadie investiga y nadie paga por lo que hace”, expresaron con indignación. En este contexto, muchos productores rurales se ven obligados a abandonar sus tierras o vivir con miedo.
El silencio oficial y la amenaza latente
Al cierre de esta nota, no hubo comunicación oficial ni intervención pública concreta en el caso. Nadie del gobierno municipal ni provincial se acercó a contener a la familia o a coordinar acciones para esclarecer los hechos.
La falta de reacción por parte de las autoridades alimenta el temor de que el ataque se repita. “Hoy fueron siete caballos. ¿Mañana qué va a ser?”, se preguntó la damnificada, en medio de un escenario desolador.
Mientras tanto, los responsables de semejante brutalidad caminan libres. Y la familia Rodríguez —como tantas otras— queda sola, con el dolor a cuestas y la tierra vacía.