Lorenzo no era un caballo más. Era parte de la familia Fernández, que lo cuidaba en su chacra de Puente Cero. El miércoles al mediodía lo robaron, y un día después apareció faenado en la zona de Alta Barda, a varios kilómetros de su casa. La noticia cayó como un baldazo de agua fría y despertó bronca en vecinos y en las redes sociales, donde la indignación se multiplicó.
La nieta del dueño de Lorenzo fue una de las que más fuerte habló: “Lo que hicieron no tiene perdón. Todo se paga en esta vida. Ojalá les haya servido para matar el hambre, porque el precio que van a pagar será mucho más alto”. Palabras cargadas de dolor, que reflejan lo que siente una familia que perdió más que un animal: perdió un compañero de trabajo, de vida y de afecto.
El abigeato, así se llama este delito en el Código Penal, se repite cada vez con más frecuencia en chacras y campos de la región. No se trata solo de un robo: es violencia contra familias que viven del esfuerzo diario, que ven cómo se llevan lo suyo y quedan de brazos cruzados esperando una respuesta que casi nunca llega.
En este caso, la Policía tomó intervención y hubo allanamientos vinculados a hechos similares en el Valle Azul. Pero el sabor amargo persiste: Lorenzo ya no está. Y la sensación de inseguridad rural, lejos de disiparse, se hace más grande.
El caso sacudió a Roca. Porque no se trata de un hecho aislado. Cada vez son más las voces que reclaman frenar de una vez el robo y faena de animales en la zona. Mientras tanto, la familia Fernández llora a Lorenzo, el caballo que le arrebataron de la peor manera.