El nuevo hospital de Fernández Oro, inaugurado con bombos y platillos el pasado 19 de mayo, fue blanco de un robo insólito e indignante: delincuentes se llevaron luminarias, focos y hasta las tapas de los inodoros de los sanitarios de la guardia. Cuatro meses después de su apertura, una institución pensada para mejorar la atención de miles de vecinos quedó marcada por el vandalismo y la falta de conciencia social.
Los trabajadores descubrieron la escena vergonzosa al ingresar a los baños de la guardia: huecos en la pared con cables colgando, lámparas sin focos y sanitarios mutilados. El ataque no sólo dejó en evidencia la vulnerabilidad de un edificio nuevo, sino que además golpea directamente la calidad del servicio, en un sistema de salud pública que ya arrastra una crisis estructural.
Desde la dirección del hospital no disimularon la indignación y calificaron el hecho como un “golpe bajo” a la comunidad. Y que cada recurso destinado a reponer lo robado es dinero que se le quita a la atención de pacientes. “Estos actos repercuten en la salud de todos, no sólo en las instalaciones”, advirtió con evidente malestar el director Sauel De Souza.
Mientras tanto, los trabajadores sanitarios exigen respuestas. Nadie entiende cómo, a tan poco tiempo de su inauguración, ya hay que hablar de robo de focos e inodoros en un edificio que debería ser ejemplo de cuidado y seguridad.